Por su obvia ambición mostrada, Neil volvió a poner su persona en tamaña encrucijada.
Negar no podía que las dos cosas le interesaban: el dinero que le iba a solventar la vida y la amistad de su amada Cande.
Por ende, ante la firme mirada de Terruce no iba a perder; y Legan para no verse más humillado, lanzaría una mal intencionada cuestión que consistía en:
— ¿Acaso le estás poniendo un precio a su amor?
— Te lo estoy poniendo a ti —, hubo sido rápida la contestación, — así que dime ¿cuánto vales?
— ¿Con tal de alejarme de ella?
— Me conformo con que empieces a mantenerte al margen de ciertas cosas. Y ya después...
Confiado en el gran terreno que ya se había ganado, se diría con alarde:
— Cande no lo permitirá.
— No estés muy seguro, abogado.
— Y al parecer ¿tú sí lo estás? — mofa se había escuchado por parte de Neil.
— Claro; porque sé perfectamente lo que quiero y también lo que no.
Los ojos de Terruce se mantenían fijos en su interlocutor que se definía como:
— Un rival.
Aguantando las ganas de reír, Terruce aseveraba:
— Bien sabes que no lo eres para mí.
— Entonces, ¿cuál es tu temor de tenerme cerca?
— Más que temor es precaución. Ella siempre y ciegamente tendrá mi confianza, pero tú no.
— No me conoces.
— Precisamente por eso. Y para evitar futuras confrontaciones, que de una vez se vaya retirando el perdedor.
Neil se quedó con los deseos de responder al que cordialmente lo había corrido; y es que Cande, con equipaje y bolso, apareció por la puerta queriendo saber:
— ¿Está todo bien?
Su mirada estaba precisamente en Legan que diría:
— Sí, linda.
A propósito y no, el abogado se acercó para darle un beso en la mejilla a modo de despedida.
— Te llamo mañana.
— No se te olvide mi encargo — ella recordó.
— Por supuesto que no — fue la respuesta.
Neil finalmente salió sin volver a mirar al convaleciente que sonreía al tener los ojos de la rubia.
— ¿Qué ha pasado con ustedes? — preguntó conforme iba a su lado.
— Nada.
— ¿Ya vamos a comenzar con mentiras?
— Claro que no. Sólo intercambiamos... algunas palabras.
— Que supongo tuvieron que ver conmigo, ¿cierto?
— Absolutamente correcto.
Terruce le ofreció su mano.
Cande, un tanto renuente, dejó sus pertenencias y se aproximó al hombre que se interesó:
— ¿Quieres contarme cómo te fue en Chicago?
Ella torció la boca mientras se sentaba de nuevo a su lado.
— No sé si definirlo bueno o malo.
— ¿Por qué?
— No sé si te haya mencionado a un tal "Anthony Andrew"
— No lo recuerdo en este preciso momento, pero por el apellido me atrevo a adivinar que se tratará del hijo bastardo de tu ex jefe.
— Exactamente. Bueno, además de haberme vigilado...
— ¡¿Cómo?! — la espalda del técnico se irguió.
— Sí. Creyéndome una oportunista puso gente a investigarme. Y como sí resultó ser hijo sanguíneo del señor Andrew sólo se me consideró la cuarta parte de la herencia.
— ¿Y tú querías más?
— ¡Por supuesto que no!
Cande miró a Terruce con recriminación.
Él levantó una mano para acariciarle el rostro y decirle:
— No te enojes, cariño.
Esa mano que le hubo acariciado se sujetó, asegurándosele:
— No, lo harás tú.
— ¿Por qué? — Terruce frunció el ceño.
— Porque el muy gracioso jovencito de —, ella se puso a calcular, — unos veinte años de edad, se le ocurrió la brillante idea de proponerme matrimonio para así poder disfrutar los dos de todo el dinero de su finado padre.
– ¿Y qué respondiste? — indagó el técnico habiendo ocultado su enojo.
Para ya no meter en más problemas a su amigo, ella respondía:
— Por supuesto que no; además de que... ya estoy comprometida con otro.
El convaleciente sonrió, pero aún así quiso saber:
— ¿Y qué dijo?
— Neil se quedó hablando con ellos y yo me retiré para saber de ti. Así que...
Cande se puso de pie para poner punto final a esa conversación; y mirando el lugar, decidía:
— Como no puedo dejarte aquí ni yo cabré en esa cama —, donde estaba él; — iré arriba, tomaré algunas de tus cosas y nos iremos a casa.
— ¿Cómo? —, en el rostro de Terruce se combinó la sorpresa y también la extrañeza.
— Allá, tendrás mayor comodidad. Yo más facilidades para cuidarte, pero lo mejor es que...
La rubia se acercó para acariciar con su mano libre su guapa cara y sentenciar:
— Lo haré desde este día y... ¿lo que nos resta de vida?
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Oculta Pasión
FanfictionEl amor es así: reservado; y él, además de escondido, lo tenía por ella, la cual con solo mirarla lo hacía temblar. Qué será cuando estén frente a frente. Escrita y primera vez publicada: Febrero, 2014. Reedición y republicación: Junio 2023.