Capítulo 4: Parte C

153 47 17
                                    


Recargado en el marco de la puerta de su oficina, un trajeado Neil observaba a su empleada.

Ocupando el sillón detrás de su escritorio, Cande estaba hipnotizada frente al computador, mientras que su mano izquierda, sosteniendo un lápiz entre sus dedos, lo golpeteaba incesantemente contra el brazo del asiento.

En eso, dejó de hacerlo cayendo al suelo su instrumento de escribir y aprovechándolo el abogado para decir:

— Sólo porque te conozco bien, me atrevo a decir que algo te pasa.

Su voz, además de hacerla brincar, la hizo despertar; así que sonriendo y girándose a él le respondía:

— Entonces, no me conoces mucho porque no me pasa nada.

— Eso dices tú, pero te conozco tan bien que hasta sé que mientes.

Yendo a ella, los amigos se dieron un beso en la mejilla queriendo él saber:

— ¿Por qué estás tan pensativa?

— Por nada, te lo aseguro. Mejor dime, ¿qué haces aquí tan temprano?

Apoyándose en el borde del escritorio, el amigo daba contestación:

— Tengo que prepararme para una litigación. ¿Quieres ayudarme?

— Pelear contigo siempre será un gusto.

Habiéndose puesto de pie, ella juguetona lanzó un golpe que se estampó en el brazo del abogado.

Éste tomó la mano femenina para besarla y volver a las preguntas.

— ¿Qué pasa?

Los ojos de ambos se encontraron, mirándole él con cierta indagación mientras que los de ella, así como su boca, sonreían.

— ¿De verdad me conoces tan bien?

— Más de lo que tú te conoces. ¿Me cuentas?

— De acuerdo — dijo ella sentándose a su lado.

Sonando un poco nerviosa, Cande compartía:

— Anoche, después de tanto tiempo, volví a cenar acompañada.

— ¿Ah, sí? —, el abogado se mostró interesado. — ¿Y de quién?

— De un hombre.

Arqueando una ceja y sintiendo celos internos, Neil preguntaría con burla:

— ¿Estás segura que no se trataba de "ET" quien se equivocara de casa?

— ¡No, sangrón! Era un hombre terráqueo y bastante...

— ¡... feo! — Legan hubo interrumpido para etiquetarlo. — Con nariz de cacahuate, cacarizo, bizco, poco pelo y panzón.

— ¿Ya acabaste? — Cande preguntó yaciendo cruzada de brazos.

— ¡¿No me digas que también está cojo el infeliz?!

— ¡Claro que no!

— ¿Manco?

A pesar de que ella lo miraba fulminantemente, él proseguía:

— ¿Tuerto?

— ¡Neil!

— Está bien — dijo aquél; y con fingido pesar agregaría un último adjetivo: — ¡Jorobado!

— ¡No tiene absolutamente nada de lo que has dicho!

Cande lo golpeaba por sus bromas tan pesadas; y por lo confirmado, Neil diría:

— ¡Entonces sí es un extraterrestre!

— ¡Es un hombre como cualquier otro!

Sin embargo, ella misma se corregía:

— Bueno, hasta eso no, porque a pesar de sus sencillas ropas, tiene mejor aspecto que muchos.

— ¡¿Sus ropas?!

A Legan le volvió el alma al cuerpo y cambió su semblante.

Aun así, no cesaba con sus bromas:

— ¡Ah, vamos! Invitaste a cenar a uno de los hermanos de The Salvation Army y...

— ¡No, idiota! ¡Se trata del técnico que arregla aparatos electrónicos y trabaja para una casa de antigüedades en el área donde vivo!

— ¿Y cómo demonios fue a dar a tu casa?

— ¿Eres tonto o qué? Por supuesto al solicitar sus servicios. La consola que me obsequiaste de tu querida abuela ya no quiso sonar. Pensé que ellos podrían arreglarla y justo él estaba en mi departamento cuando yo llegué del trabajo.

— ¿Y lo hizo? — sorpresa, voz y rostro Neil reflejó. — ¿Por eso es que lo invitaste? ¿para compensarlo por su excelente trabajo? Porque bien recuerdo que ese mueble es bastante viejo y no creo que halla piezas existentes ya de ello.

— Según él... sí lo hará. Sólo que la pieza que llevaba le hubo salido defectuosa.

— Para no decir mañosa y volverte a visitar aprovechando lo buena gente que resultó ser la clienta, ¿no?

— ¿Por qué dices eso?

— Cande, ¿te has visto últimamente en el espejo?

— Todos los días lo hago.

— ¿Y qué has notado?

La hermosa mujer sonrió de la preocupación de su celoso amigo.

— ¿Crees que se trate de algún ladrón?

— O depravado.

Con sorna, la fémina comenzó a reír diciendo:

— No, eso no lo es.

— ¿Tan segura estás?

— Cinco minutos me bastaron para saberlo. Lo que sí me extrañó fue su comportamiento. Al principio pude notar timidez y hasta cierto interés por mí; pero no recuerdo exactamente qué dije cuando su actitud cambió; y al salir lo hizo con tanta prisa que...

— Te apuesto que iba en busca del baño al caerle mal tu comida.

— ¡Hey ¿qué te pasa?! ¡En tu vida podrás encontrar mejor cocinera que yo!

— Pues yo recuerdo que...

— ¡Ya déjate de vaciladas o dejo de contarte!

— Y por lo que veo, mueres por hacerlo.

— Tú me preguntaste primero; pero si no quieres oír más...

Cande pretendió retirarse.

— Está bien —, Neil la detuvo para saber: — ¿Te gustó?

— Sé que te extrañará, pero... sí, muchísimo.

Para continuar haciéndose el gracioso el hombre indagaba:

— ¿Es más guapo que yo?

— Hasta ayer creí que nadie te superaría.

Con el obvio desbanco y la sincera respuesta, Legan podía ver en los ojos de su amiga un brillo que hacía mucho tiempo había desaparecido; y como el amigo, confidente, protector y defensor que era de ella, sereno y a la vez amenazador, decía:

— Bien; entonces, tendré que conocerlo para darle el visto bueno; y si descubro que te merece, te daré mi permiso para que lo conquistes, porque después de lo pasado con Archivald, no quiero que a otro imbécil le entregues tu corazón tan fácilmente y lo lastime de nuevo.

Sonriente, Cande se acercó a su amigo para compensarle su consternación con un ligero beso en los labios.

Luego, él, mostrándose tranquilo, le pidió de nuevo su ayuda; y aceptada, los dos amigos se dispusieron a trabajar.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora