Capítulo 18: Parte D

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De todo lo que Cande dijo y cómo lo dijo, Terruce hubo aguantado la risa.

Pero al estar solo, yendo ella por el botiquín de primeros auxilios, una sonrisa dibujó en su rostro; sin embargo, al estar ella seria y ya revisándole la herida, él sentado en la cama, la cuestionaba:

— ¿Dices que dijo que lo abandonó?

En sí, Sanders ya había volado a tierras extranjeras.

— Eso oí.

El técnico calló en breve; y viéndola tomar una venda, indagaría:

— ¿Quieres ir a verlo?

Frunciendo el ceño, Cande lo miró para responderle invertidamente:

— ¿Tú quieres que vaya?

— Si no quieres no.

— Exactamente... ¡no quiero!

La rubia volvió a su actividad diciendo:

— Lo vivido con él y él mismo, en el infierno y pasado están. Yo tengo un nuevo presente y no vuelvo allá; además, hoy son otras las prioridades para mí. Tú una de ellas.

Con su respuesta dada, Terruce nuevamente calló; y cuando decidió hablar lo hizo para saber:

— ¿Qué comeremos hoy?

— ¿Ya tienes hambre?

— Un poco.

— ¿Como qué te gustaría?

— Lo que gustes, excepto... — era momento de enterarla — pescado.

— ¿No lo comes?

Cande volvió a mirarlo para escuchar:

— Soy alérgico.

— ¿Y por qué no me dijiste esa vez que lo cenamos?

Chiquillamente, él se encogió de hombros; y ella, soltándole un manazo juguetón lo calificaría de:

— ¡Tonto! ¡Pude haberte matado!

— Honestamente —, Terruce alcanzó la mano femenina para besársela y decirle: — no me hubiera importado morir en tus manos.

— Sí, como no.

Cande sonrió; y se soltó para continuar con su actividad.

Ya finalizada, ella se puso de pie diciendo:

— Bueno, ¿quieres leer un libro, escuchar música? Tú dime y yo trataré de complacerte.

— Quisiera dormir un poco.

— Me parece bien. Yo mientras tanto iré a prepararnos de comer.

Él sonrió, pero el beso que se acercaron a darle, lo disfrutaría tanto que insinuaría:

— ¿No quieres hacer el amor conmigo?

— Bien sabes que sí; pero no se puede.

— Yo digo que sí.

De las caderas, Terry la tomó; y a horcajadas la colocó en él, emocionándose Cande de la agilidad con que la levantaran.

— ¿Y ahora qué sigue?

Seductora, la rubia posó sus manos en los muslos de él que decía:

— No lo sé. ¿Quién es la experta aquí?

De la cuestión, los dos rieron echando la mujer su cabeza hacia atrás y sintiendo sus senos atrapados por las manos de él; en lo que las de ella, al enderezarse, irían a posarse por encima de un miembro que se frotaría haciéndolo reaccionar a su toque.

Rápidamente excitada, Cande, en el colchón se puso de pie, para frente a él, deshacerse de sus prendas inferiores e interiores.

No obstante, antes de volver a ocupar su lugar, el hombre de las asentaderas la tomó y la atrajo hacia su persona, habiendo quedado su boca muy cerca de la femineidad que ardió extasiada a la sola idea de lo que se buscaba.

En tanto, la rubia se apoyó de una cabeza para ir subiendo, —conforme él con besos se aproximaba—, una rodilla flexionada y dejarla en un hombro ancho para así quedar más abierta y gozar del sexo oral que su pareja le ofrecería.

Dedos penetrados y lengua jugueteando encima y profundamente en su intimidad le estaban produciendo corrientes eléctricas que por su cuerpo recorrían; y ella estaba a punto de exclamar su primer orgasmo cuando él abandonó su tarea para mostrar su miembro y ahí poner lo que anteriormente hubo saboreado.

Debido a su prohibición, Cande iba a reclamar. Sin embargo, en el momento que esa erección entró en ella, la rubia estalló por dentro y por fuera, sorprendiéndose que no pudiera controlar ese líquido incoloro que de ella salía ni tampoco el moverse porque ¡cómo lo estaba disfrutando! Y así lo hubiese seguido haciendo, pero llegó un momento que se cansó, además lo tenía empapado y ella se abrazó de él diciéndole:

— ¡Diablos, Terry, diste con mi punto G!

— Claro, como la G de Grantham.

Su risa era incontrolable no sabiendo sí de emoción porque era la primera vez que ella eyaculaba de esa manera o de la arrogancia que de pronto brotó en él que preguntaba:

— ¿Continuamos?

Obviamente ella dijo sí, y por un rato más, los dos se disfrutaron mutuamente y cayeron pesadamente en un profundo sueño.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora