Capítulo 17: Parte G

146 45 25
                                    

Prometiendo hacer su mejor esfuerzo, mujer y chico ingresaron al ascensor para ir adonde Terruce.

Él, al verla, la hermosa sonrisa que le tenía para recibirla, en una milésima de segundo desapareció para preguntarle bastante consternado:

— ¡¿Qué te pasó?!

Emulando su sonrisa, ella comenzó a decir:

— Tuve un altercado con Neil y... —, el nerviosismo la traicionó; — se ha ido.

La furia, los celos y el instinto de asesinarlo, en su interior se mezclaron, haciendo dentro de él una gran batalla donde las palabras sobraban y los hechos por desintegrarlo con sus manos surgieron.

Por ende, Terruce, apoyándose de los brazos de la silla, abruptamente se puso de pie para alcanzarlo y...

— ¡Terry, no!

Los brazos de Cande y los de Jimmy lo sujetaron; y porque mucha fuerza tuvieron que emplear para devolverlo a su asiento, lo lastimaron.

Todo ese enojo acumulado salió en un grito que el hombre pegó haciendo sacudir al edificio entero.

Su gesto de dolor y la impotencia que se reflejaba también al tener sus manos aferradas a los brazos de la silla, consiguieron que la rubia, aventando su bolso, se abrazará a él, sintiendo ella como su masculino y musculoso cuerpo temblaba; y sus mandíbulas a pesar de estar apretadas, el castañetear de dientes podía oírlo.

De su reacción y por el miedo que la invadiera, Cande, escondiendo su rostro en el tenso cuello de él, comenzó a llorar.

Jimmy también estaba aterrado. Conocía el fuerte temperamento de su amigo, pero lo que presenciaba en ese momento, no supo cómo interpretarlo.

Por consiguiente, no se atrevió a responder lo que su simple mirada iracunda le preguntaba.

Entonces, el jovencito agachó la cabeza.

Por hacerlo, Terruce prestó atención a quien a su oído llevaba pidiéndole suplicantemente... calmarse.

En esa posición, los minutos continuaron su avance, hasta que Cande sobre su espalda sintió unas manos que la acariciaban.

Un último sollozo ella lanzó al entender que todo ya estaba bien con él.

Desde su cuello que hubo dejado húmedo hasta la boca que seguía sellada, la rubia besó.

También los ojos que se mantenían cerrados; y se abrirían después de haber lanzado un largo resoplido para volver a la serenidad.

Con alivio, ella también resolló y sonrió.

En cambio, la mirada de Terruce no estaba en los ojos de ella, sino en su labio hinchado y herido.

Él levantó su mano y sus dedos lo tocaron tersamente y con cuidado.

La sonrisa que ella le dedicaba se notaba que le lastimaba; por lo mismo, la tomó por el mentón, los acercó para que sus labios se posaran en el dañado y besarlo con ternura.

Con los ojos cerrados y gozando de su caricia, Cande sentía la calidez de sus labios carnosos y sensuales y el lento masajeo de su lengua queriéndola sanar pronto así como él pedía el poder levantarse de esa silla para no volverla a dejar ni un segundo sola.

El ligero tosido que se escuchó en el lugar los hizo separarse preguntando Terruce:

— ¿Por qué lo hizo?

Basándose en información pasada, ella diría:

— Está celoso de ti; y... al darse cuenta que ya estamos comprometidos...

— Ya — contestó el hombre.

Él sabía que su mujer mentía por proteger a su amigo; y es que, al posar sus ojos en el suyo, el gesto que Jimmy tenía se lo corroboró así como ella al decir:

— Pero ya no volverá más.

— Y creo que será lo mejor para él.

— Terry...

— Está bien, Cande. Por hoy está bien, porque aunque quisiera correr para ir detrás de su persona, no puedo.

— Aun cuando llegaras a levantarte, olvidaremos el incidente, ¿verdad?

— Mientras no vuelva a cruzarse en mi camino; y por respeto a ti y a todo lo que te ayudó, pero...

— Por favor, ya no digas más.

Sin importarle el dolor, ella lo besó diciendo él:

— Está bien. Bueno —, se alejó llamando a: — ¿Jimmy?

— Sí, Terry.

— ¿Vienes conmigo? Necesito ayuda en el baño.

Todo y para evitar que el joven fuera cuestionado por él, la astuta de ella decía:

— Me gustaría revisarte la herida primero.

— Lo harás después. En estos momentos quisiera tomar un baño con agua caliente —; aunque era fría la que necesitaba para calmarse realmente.

— Entonces te lo preparo.

Cande perdió ante su sagacidad; e iría al privado enseguida de escuchar:

— Gracias — por parte de Terruce.

En cuanto, Jimmy oportunidad vio para escapar.

— Bueno, creo que será mejor que me vaya. Bob pronto cerrará y...

— Sí; tu salario debes llevárselo a tu mamá.

— Así es. ¿Te veo... luego?

— Cuando estés dispuesto a decirme lo que realmente pasó.

— Yo no vi nada, te lo prometo — sus ojitos suplicaban. — Cande estaba en frente del elevador cuando yo llegué.

— ¿Y quién salió del edificio cuando estabas afuera?

— Un hombre que me imagino es el que ella dice que es.

— Jimmy, no te creo.

— Terry...

— Pero está bien. Me gusta que también a ella le ofrezcas tu incondicionalidad.

— ¡Sin embargo tú eres mi amigo!

El jovencito se echó a sus brazos y lloró también, sólo que en su pecho oyéndolo decir:

— Y lo seremos siempre —, su cabeza fue acariciada por el herido.

Y esa escena amigable entre ellos, Cande, escondida detrás de un muro, lo presenció agradeciéndole interiormente a Jimmy el que no faltara a su palabra, pero sí contándosela a Bob en cuanto estuvo a su lado y que paternalmente lo consolaría diciéndole lo buen amigo que era para la pareja que sabría cómo arreglar sus problemas.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora