Capítulo 8: Parte A

122 40 15
                                    

Con el corazón oprimido, Terruce la vio partir. Y gracias a que sus amigos lo llamaron, los mismos que hubieron corrido hacia él dispuestos a darle su merecido al hombre aquel, levantando el poco ánimo que le habían dejado, el técnico se giró hacia ellos para decirles que todo estaba bien. Sin embargo, uno de dos diría:

— Memoricé modelo y placas. ¿Quieres que les ubique para...?

— No, no, no será necesario — le hubo interrumpido en su "buena acción". — Ahora si me disculpan —; en el hombro más próximo palmeó en señal de adiós. — Mañana hay que levantarnos temprano.

— No hay problema, Terry.

— Buenas noches entonces.

— Pásala bien, bro.

En lo que el guapo hombre se dirigía a su vivienda seguido de las miradas de sus camaradas, en el interior de un auto:

— ¿Te duele?

El que manejaba dificultosamente refunfuñaba:

— ¡Ese desgraciado infeliz casi me lo fractura! ¡Pero te juro que voy a demandarlo!

— ¿Ah sí? —. Acariciando el bate que yacía en su regazo, la mujer inquiría: — ¿Y quién va a testiguar a tu favor?

— ¡Por favor, Cande! ¡No vas a defenderlo, ¿verdad?!

— Por lo que oí... tú lo insultaste primero. Además, ¿de qué estaba advertido, Neil?

— ¿Eh?

— ¡No te hagas el idiota conmigo!

— ¡Au, tonta! ¡Me dolió! —; ya que con el bate al abogado se le dio en la cabeza. En cambio, la agresora:

— No creo que ese dolor se compare con los golpes que Terruce te hubiera acomodado por... ¡difamarlo! ¡¿Cómo te atreviste a llamarlo así y para colmo dos veces?!

— ¡Porque es la verdad!

— ¿A ti te consta?

— ¡Cande, no me ofendas!

— Si no quieres que lo haga, entonces dime... ¿sabías que Archivald se había unido a... un hombre?

— Sí.

— ¿Y por qué no me lo dijiste? ¿por qué sólo me contaste que se había casado más no con quién lo había hecho?

— Porque no le vi el caso hacerlo ya que "supuestamente" Cornwall ¡nunca más iba a volver a aparecerse en tu vida!

— Pues ya ves. Sí lo hizo. ¿Y sólo para qué? Para arruinármela de nuevo.

— Vamos, Cande. No porque él te haya dado su fatal diagnóstico realmente signifique que tú estés contaminada de nada.

— ¿Y si sí?

— Precisamente, para sacarte de toda duda es que vine por ti, para que mañana visitemos un doctor y éste te analice de pies a cabeza. Ya, tontita, no llores.

Aguantándose como los hombres, Neil levantó el brazo para traerla hacia él y darle su opinión:

— Ese imbécil lo único que quiso fue espantarte y al parecer lo consiguió.

Escondido su rostro en el pecho de su amigo, sollozando, Cande hizo sí con la cabeza. Pero la levantaría al oír:

— Y no dudo que lo haya hecho por los celos que sintió y no exactamente por ti, querida, sino por... el fulano ese del técnico.

Fijamente, ella lo miraba para inquirir:

— ¿También lo sabías?

— Cande, linda; fueron tantos los años que estuve detrás de Cornwall para que te dejara en paz que se me hizo costumbre hacerlo, así que.... sé tanto de sus vidas que si me autorizaras... esa infección que dice que tiene y que en verdad le es desconocida, se llamaría "Neil Legan" y éste te aseguro que en un parpadear... lo mataría.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora