Cita. ¿Después de cuánto tiempo Cande finalmente había aceptado salir con alguien? Según sus cuentas, muchísimo.
Por lo tanto, conforme se dirigía a su departamento, además de ir sonriente y emocionada como una colegiala, iba pensando ¿qué atuendo debería usar al ignorar adónde él la iba a llevar?
La mujer, olvidándose hasta de cenar, —ya estando en el interior de su vivienda y libre de mojadas zapatillas—, descalza, se fue a parar frente al closet.
Estando ahí, se desilusionaría un poco ya que no tenía mucho por escoger, plus, los colores serios no le parecían idóneos para llevarlos en esa primera cita con él, que aunque overol volvió a vestir ese día, no se presentaría así con ella, ¿o sí?
Con la estúpida duda, la audaz fémina, —aprovechando que seguía ahí parada—, cambió sus ropas de trabajo por algo más cómodo.
Calzando sencillas sandalias, ella se dirigió a la cocina. Luego, al refrigerador del cual extrajo el pay elaborado la noche anterior; y en un coqueto y práctico contenedor de plástico, lo colocó con sumo cuidado.
Llevándolo consigo, adonde sus llaves yacían colgadas, ella fue. Las agarró y salió de su apartamento, tomando las salidas correspondientes que la llevaban a la calle.
Desde allí, primero se percató que el local de antigüedades siguiera abierto. Las luces que de ahí provenían la animaron a continuar su travesía.
Porque el patrón no estaba y el segundo a cargo tampoco, Cande encontró a Jimmy cantando y bailando una canción que poco se le entendía lo que decía.
El jovencito, al dar un giro tipo Michael Jackson, frente a ella quedó llenándose el pillado de un tierno rubor, pero enfriándosele el sudor.
Apagado un estéreo que ahí se divisaba, valiente el chico diría:
— ¿Puedo servirle en algo, señorita?
Poniendo lo que llevaba consigo en la barra de un mostrador, ella, queriendo sonar molesta, respondía:
— Busco a Terruce. ¿No ha regresado?
— No. ¡Pero si quiere voy a llamarlo!
Pensando que ella iba a reprenderlo por sus acciones pasadas, el muchachito veloz ya había buscado la salida con la intención de escaparse. Sin embargo, la visitante lo detendría.
— No, tampoco es necesario porque me imagino que para algo importante lo llamaron.
— Sí. Está en el zócalo arreglando una bocina.
Buscando una silla en la cual se sentó, Cande indagaba:
— ¿Y crees que se tarde mucho?
Para alardear de la habilidad ajena, el jovencito con actitud orgullosa diría:
— ¡Para nada! Porque las manos de Terry tienen el don de la magia.
Ella misma lo podría comprobar. No obstante, fingiría incredulidad al cruzarse de brazos, piernas y expresar:
— ¿Ah, sí?
— Sí; ya que todo lo que toca... —, el chico chasquearía los dedos, — ¡en un instante puede transformar!
La mirada que Jimmy le dedicaba consiguió que Cande, nerviosa, soltara la risa y un calificativo:
— ¡Eres tremendo ¿sabes?!
— Mientras sea para verlo feliz, no importa lo que digan de mí.
— Y dime ¿por qué te interesa tanto su porvenir?
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Oculta Pasión
Fiksi PenggemarEl amor es así: reservado; y él, además de escondido, lo tenía por ella, la cual con solo mirarla lo hacía temblar. Qué será cuando estén frente a frente. Escrita y primera vez publicada: Febrero, 2014. Reedición y republicación: Junio 2023.