Capítulo 11: Parte F

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¡Mil gracias mil!

Las carcajadas de ambos se hubieron escuchado hasta el pasillo donde Neil ya transitaba al no tener impedimento alguno para subir y visitar el departamento de su amiga.

Usando su propia llave, la puerta abrió sorprendiéndose los dos hombres de su mutua presencia.

— Neil

Cande lo llamó para hacerlos relajar, ya que sus miradas fija y retadoramente sostenían.

Y porque su lugar no había ocupado todavía, la rubia lo cuestionaba:

— ¿Por qué no llamaste?

Caminando hacia a ellos, grosero contestaba:

— ¿Desde cuándo lo hago?

— Es verdad, pero... ¿Terruce?

Éste se puso de pie; y debido a que tenía un propósito lo diría:

— Creo que será mejor que me vaya.

— Pero...

Ella dejó de mirarlo para mirar ahora al cercano abogado el cual enteraba:

— Tengo algo importante que hablar contigo, Cande.

— ¿Y no puede esperar?

— No; porque se trata de Archivald —, una ceja se arqueó altamente; y un cuerpo se irguió al oír: — Algo pasó en este lugar y está grave en el hospital.

— ¿Tú cómo lo sabes? — Cande lo cuestionó frunciendo el ceño por haberle arruinado la velada.

— Llevé personalmente la demanda hasta su casa y se me informó dónde estaba.

— ¿Lo viste?

— No se me permitió porque...

Legan calló al incomodarle una muy seria presencia; pero su amiga lo instaría:

— ¡Habla ya!

— Está custodiado.

— ¡¿Por qué?!

— Está acusado de ser cómplice de un violador.

— ¡¿Qué?!

— ¿Tú no viste nada?

Neil se dirigió a Terruce que diría secamente:

— ¿A qué específicamente te refieres?

— A la persecución que se armó en la mañana.

Cande posó sus ojos en el técnico el cual resopló para decir:

— Sí.

— Vinieron por ti, ¿no es cierto?

— ¡¿Cómo?! — la rubia se desconcertó.

— ¿Recuerdas lo que hablamos en la mañana de camino al doctor?

— De que la pareja de Archivald vendría a... ¿Terruce?

El mencionado no disimuló su enojo y diría:

— Sí que estás muy bien informado, abogado.

— Digamos que sólo de lo necesario. Ahora, dinos tú qué sabes.

Arrogancia le devolvería al decir:

— ¿Y qué te hace pensar que lo haré?

— Tienes razón; pero que te parece que lo hagas por... ¡Cande!

— ¡Neil!

— Si ella tiene algo qué preguntarme se lo responderé.

Legan se volteó a mirarla, y sus ojos la instaron a hacerlo.

Ella, después de pasar saliva, resolvía:

— Lo haré cuando estemos a solas.

Su respuesta le volvió la vida a su corazón. Así que, sintiéndolo palpitar de nuevo Terruce se despedía:

— Bueno, si me disculpan, me retiro. Buenas noches

Cande lo siguió hasta la puerta, pero antes de que la cruzara:

— ¿Terruce?

Él sonrió con cierta pena; y se giró a verla.

— Te busco mañana, ¿te parece?

— Sí, claro — respondió emprendiendo su retirada en lo que Neil...

Terruce, te busco mañana — de lo más horrible la hubo remedado y por ello, ella lo golpeó.

— ¡Cállate, estúpido! Y dime qué averiguaste.

— Como te dije... después de haber terminado mis pendientes, fui a dejarle personalmente la demanda. Pero me encontré con la novedad de que ahí no estaba, sino en el hospital. Con la dirección, fui allá; y ya sabes, entre sobornos aquí y otros tantos por acullá fue que me enteré. Primero, que llegó muy mal y al estar preguntando se me dijo el motivo que lo hizo entrar por Urgencias. Una correteada marca Acmé que en su vida le habían pegado. Al saber dónde había sido, pues me vine para acá. Y entre...

... más sobornos por aquí y otros tantos por acullá — Cande tampoco se hubo quedado atrás al imitarlo ganándose ella:

— Muy graciosa, ¿eh? pero no. Sólo me bastó ir al parque y con los viejitos salió todo el chismorreo del borlote. Que en la mañana un grupo de hombres se encerraron para hablar "amigablemente" en el interior de una tienda que está en la esquina de esta misma cuadra. A tu "macho"...

— ¡No seas idiota!

Candy le golpeó el rostro. Y aún sobándoselo continuaron diciendo:

— Lo apuntaron como... — Neil, el con puño izquierdo, se golpeó el corazón, — puñal.

— ¡Estúpido! — ella lo empujó. — ¿Y luego?

— Pues que te va abriendo la boca y escupió que Charles Sanders violaba jovencitos, extorsionaba a los padres y luego los ponía para que vendieran caro su...

— ¡Ni se te ocurra decirlo!

— ¿Qué? Sólo iba a decir... amor — no asterisco como lo pensó.

— Sí, claro. ¿Y después?

— ¡Chinche, Cande, cómo te gusta el chisme!

— Lo mismo que a ti, cabezón.

— ¡Ay sí, mana, es que luego hay unos tan buenos!

— Mírate, ¿y luego preguntas quién es el puñal?

— ¿Qué te pasa? — lo hubo dicho con voz tan ronca que diría: — ¡Ahora ya me lastimé la garganta!

— ¡Por sangrón! ¿Entonces?

El vaso que contenía la bebida preparada para Terruce, Neil se acercó para agarrarlo, beber su contenido y retomar:

— Enfurecidos, pero a la vez instados por él, los hombres que ahí estaban escuchándolo todo, a una orden...

— ¿De quién? ¿También de Terruce?

— No hasta eso. Fue un policía que también estuvo oyendo la acusación; y salieron detrás de ellos. Su auto está estacionado enfrente del edificio.

— ¿En serio?

— Sí. El problema es que Sanders escapó.

La intuición femenina la hizo cuestionar:

— ¿Crees que.... quiere vengarse?

— Eso... no lo sé.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora