Capítulo 8: Parte E

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La noche anterior, al arribar, en lo que ella se acomodaba en su correspondiente pieza, el abogado, en su oficina, se dedicó a hacer llamadas telefónicas, consiguiendo para el siguiente día, pero eso sí, a las seis de la mañana: una cita con el doctor.

Éste, no dudando en recibirles, los atendería en el consultorio privado que tenía en su casa para escuchar el problema que le llevaban y darles, junto a los tipos de análisis a realizar, un pase para laboratorio clínico en el hospital que él dirigía.

Porque el galeno estaba de vacaciones, a su domicilio llegarían los resultados; y en cuanto los tuviera, con ellos iba a comunicarse.

Luego de la breve consulta, Cande llegó a dormir.

Neil, por su parte, sentado en una silla del comedor, fraguaba cómo perjudicar y severamente a Archivald Cornwall en determinado caso que su amiga tuviera... nada.

Mordiendo la punta de su bolígrafo, el abogado pensaba; pero a la vez su mirada se le notaba consternada ante un solo dato positivo. Y es que...

Archivald, desde siempre, conoció muy bien sus preferencias.

Ella, debido a su aferrada y ciega terquedad, de su ex marido sabía absolutamente nada ni mucho menos de su bisexualidad, pero a lo dicho por Neil, Cornwall hacía esto por su propio y egoísta bienestar.

Por ende, Legan, en voz alta, decía:

— No me sorprendió que te hubieras casado por dinero. Lo que sí me pregunto es que... si te mueres ¿cómo lo vas a disfrutar?

Arqueando una ceja y pujando al mismo tiempo, sobre unas hojas blancas el hombre comenzó a escribir, haciendo primero, lo que sería una demanda por daño moral fijando como indemnización una muy descabellada suma monetaria que Archivald o quién resultara responsable tenía que pagar.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora