Capítulo 16: Parte E

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Jimmy había empezado su día de trabajo gritando:

— ¡Lo sabía! ¡lo sabía!

Lo que nunca, de su casa hubo salido una hora antes de lo acostumbrado sólo para arribar al local de antigüedades y saber de su amigo, al cual no encontraron en el lugar, pero dándose una idea en dónde podría estar.

Ir al edificio vecino para preguntar por él, fue una idea que Bob lo hizo desechar.

Aun en contra de voluntades, el jovencito accedió.

Mas, en el momento que un teléfono sonara, él, Jimmy corrió a contestar diciendo:

— ¡Terry, ¿eres tú?!

Hola, Jimmy. Sí, soy yo.

— ¡¿Dónde estás?! — el chico sólo lo preguntó para corroborar.

¿Te gustaría venir?

— Sabes que sí. Bueno... no sé que diga Bob —, a éste se miró.

Pásamelo; y enseguida vuelvo contigo.

Como de rayo, el jovencito obedeció diciendo el solicitado en cuanto puso el auricular en el oído:

— Buenos días.

Buenos días, Bob.

— Nos sorprendió no encontrarte aquí; así que, te pregunto ¿cómo estás?

Todavía en cama, pero diría:

Bien. Todo bien.

— Qué bueno.

Bob, estoy con Cande.

— ¡Maravilloso!

Pero necesito de Jimmy. ¿Habrá modo de que pueda venir? Cande debe salir y...

— No te preocupes. De ya te lo mando.

No hubo necesidad de preguntarse ¿adónde iría? ya que Jimmy iba volado hacia el edificio donde vivía Cande que arriba en su apartamento:

— ¿Dijo que sí?

— Sí, claro.

— Bueno...

Ella, madrugadora como siempre, ya estaba arreglada y dispuesta para partir; y en donde hubo puesto una charola, ahora estaban:

— Tus medicamentos los tienes a la mano; en la mesa dejé la libreta con la lista. También dejé el dinero para...

— No te preocupes por eso. Yo cubriré los gastos de lo que sea.

— Está bien.

Cande se acercó para dejarle un beso en la frente.

— No olvides desayunarte. Cuídate y pórtate bien. Te prometo no tardar.

— No te preocupes. Aquí estaré esperando por ti.

Un guiño de ojo fue lo último que se dedicaron.

La rubia salió primero de la recámara y luego del apartamento, encontrándose en el pasillo con otro guapo inquilino el cual se mostraría atento con ella al solicitarle el elevador.

Por supuesto, una compensación a eso se esperaba. Cande se la dio al sonreír, pero discretamente levantó la mano para acomodarse un cairel dejando ver así, el anillo que lucía y que para el hombre significó: Lo siento, ya estoy reservada para alguien más.

Riéndose sola en el interior del ascensor por un gesto percatado, la rubia recorrió descendentemente su camino. Al salir, extendió los buenos días al conserje que aspiraba la alfombra del pasillo.

En el pequeño recibidor, Jimmy aguardaba por ella al no avisar ni autorizar su entrada. No lo hubo hecho porque una serie de indicaciones y recomendaciones Cande le daría antes de que fuera adonde Terruce.

Habiendo puesto atención a todo lo que ella le dijo, el jovencito la acompañó hasta la puerta de salida, donde justamente afuera y enfrente de ellos estaba recargado en un auto, una persona a la que se le preguntaría con toque ciertamente hostil:

— ¡¿Y tú qué diantres haces aquí?!

Yendo a ella, respondían:

— Ayer me quedé esperando tu respuesta a mi petición.

— Que yo recuerde te la hice llegar con mi abogado.

— Sí, pero no me convenció su excusa a tu rechazo. Además, estos documentos —, se los mostró después de haberlos tomado del cofre del auto donde hubo estado apoyado: — necesitan tu firma si quieres tu parte de la herencia. Entonces, me dije: ya que conozco todos sus movimientos y rutinas, ¿por qué no ir y esperar por ella cuando salga de casa para ir a cuidar, como todos los sábados lo hace, al niño que tiene problemas cerebrales?

— ¡Sí que eres un atrevido, muchachito! Pero lamento decirte que has realizado tu viaje en vano.

— No lo creo. Te estoy viendo y eso es muy confortante para mis ojos y corazón.

— En serio te has tomado tu plan de conquista, ¿eh?

— Y no me resigno a tu 'no'

— Pues deberías

Jimmy, habiéndolos observado y escuchado, finalmente se metió en la conversación:

— Porque la señorita ya está comprometida con un amigo muy mío.

Cande lo apoyó mostrándole presuntuosamente su anillo y diciéndose de ello:

— Eso — se apuntó; — no lo llevabas ayer.

— Lo traigo hoy; y eso es suficiente para decirte de frente que no estoy interesada en tu propuesta de matrimonio porque mi palabra se la di a un ¡hombre! antes de escuchar tu brillante ocurrencia que no es más que un capricho de niño rico. Así que, ¿por qué no regresas al kínder de dónde saliste? Apuesto que entre tus compañeritas encontrarás una que vaya acorde con tu edad.

Cande finalizó y pidió el sobre.

Al no ser entregado, se diría porque se le hacía tarde:

— Nos vemos, Jimmy...

Éste, que no despegada sus ojos del visitante, contestaba:

— Sí, señorita.

Y al ver que Anthony Andrew iría detrás de ella, lo cuestionaba con enemistad:

— ¿Adónde crees que vas?

Jimmy se puso frente al rubio.

Éste percibió la mirada iracunda del jovencito al que se le pedía:

— ¡Quítate de mi camino, mocoso!

Increíblemente, el chico no se amedrentó y lo retaba:

— Hazlo tú, si es que puedes.

El joven Andrew sonrió burlón y también fingió rendición.

Creyéndose confiado, el non grato visitante intentó propinar un golpe que nunca llegaría a su destino debido a que Jimmy lo bloqueaba, tirando él un puñetazo con la derecha en pleno rostro y un atinado e izquierdo gancho al hígado que además de haber hecho trastabillar al rubio, a su gesto sorprendido se le compartía:

— Esto lo aprendí de quien será el marido de ella —, la que ya había abordado un taxi y se perdía por la avenida. — Así que, aléjate, "jovencito", porque él, te prometo, no va a dejarte hueso sano si sabe que estás molestando a su mujer.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora