Capítulo Inédito Sorpresa: Parte B

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Con correspondencia en mano, Terruce se dispuso a entrar a su hogar, sorprendiéndole que a su aparición, ni su hermosa Shayna ni su pequeño Sonny corrieran a recibirlo al estar los chicos muy entretenidos frente al televisor ¿con un aburrido documental?

Cande, que lo había escuchado llegar, verlo a través de la ventana entretenerse con el correo y luego dirigirse a ellos, salió a su encuentro, pidiendo silencio y seguirla hasta la cocina.

Imitando los silentes pasos de mamá, papá fue a donde ella lo guiaba; un espacio que aprovecharon para saludarse amorosamente y decirse lo mucho que se habían extrañado.

Al hacer un movimiento para abrazarla mejor, de las manos de Terry cayeron las cartas, atrayendo la atención de ambos algo que sonara ruidosamente.

Dejando sus cariños para después, la pareja se dedicó a ver lo que había en el suelo.

Todos eran sobres de medianos tamaños. Pero uno de color diferente era el indicado.

Tomado por Terry, él lo abrió frente a su esposa. El remitente había sido ligeramente leído, no queriendo él asustar a Cande que preguntaba:

— ¿De dónde es?

— Vermont — dijo Terry.

— De ahí, solo conocemos a... ¿tus papás? — ¿para no decir Charles Sanders?

Terry asintió con la cabeza afirmando que se trataba de los primeros.

— ¡¿Qué quieren?! — Cande sonó un tanto molesta.

— Primeramente, entregarte esto — era una caja de terciopelo rojo.

— ¿Qué será? — quiso saber ella.

Por su parte, él decía:

— Ábrelo.

— No — contestó la fémina. — Prefiero saber qué dice la nota.

— Como desees — respondió el varón, viendo a su mujer caminar como un leoncito acorralado.

— ¿Crees que sean malas noticias? — inquirió Terry al notarla tan nerviosa.

— Tus papás ni buenas ni malas dan; y de una vez te advierto que ésta vez no va a ser lo mismo si su deseo es molestar — ella amenazó.

— Te aseguro que no será así — contestó un sonriente Terruce.

— ¿Por qué lo dices tan seguro? — Cande se interesó.

— Viene de parte de sus abogados — Terry ya había comenzado a leer, llenándose de sorpresa lo que leía en voz alta — son las escrituras de la Mueblería Ethan Allen en Connecticut.

— ¡¿Cómo?! ¡¿Escrituras has dicho?!

— Sí. A partir de hoy... bueno, de hace tres meses, Shayna y Sonny son los propietarios.

— ¡¿Qué demonios dices?!

— Cande — Terry pidió moderación a su manera de expresarse.

— Perdón — dijo ella, — pero... ¿por qué tus hijos serían los dueños y no tú?

— En primera, porque no lo necesito.

— Siendo así, tus hijos tampoco, querido. Entre tú y yo hemos formado un buen patrimonio para ellos.

— Lo sé.

— ¿Entonces? No lo entiendo.

— ¿Será acaso su manera de enmendar su error?

Bull shit!

— ¡Cande! — Terry volvió a corregirla, pero sobre todo pedía silencio al estar los chicos afuera.

— Lo siento — extendió ella en voz baja y se acercó a besar los labios de Terruce, que detrás de su persona, oía la algarabía de sus hijos al haber alcanzado escuchar la voz de papá.

Para atenderlos, los brazos de Terry dejaron a Cande para atrapar a sus pequeños.

Luego de besos y abrazos llevaron a papá a la sala para compartirles, con detalles, de su última aventura.

Pese a que los chicos proporcionaron mucha información, Terry entendió poco; por lo tanto, se atrevía a corroborar:

— ¿Un cerdo?

— ¡Cuatro! — gritó Sonny mostrando tres dedos de su manita izquierda.

— Cuatro es así, hermanito — dijo Shanya acomodándole a su hermano el dedo faltante.

— ¿Y por qué tantos? — Terry quiso saber.

— Porque nadie más los adoptó; y si no lo hacíamos...

— Serían puestos en el horno — concluyó un dramático Sonny que debía contestar a la nueva pregunta de papá:

— ¿Y en dónde están ahora?

— Se quedaron allá. Pero mamá dijo que tú irías por ellos.

— Oh ya entiendo.

— No te molesta, ¿verdad?

Cande, que debajo de un umbral los miraba y escuchaba, hubo preguntado.

Terry, sonriente, negó con la cabeza.

— Si tú estuviste de acuerdo.

Conforme se acercaba, ella compartía:

— Desde aquel primer paseo juntos, tuve las ganas de adoptar aquel cerdito, mas no tenía el lugar dónde colocarlos. Ahora que regresé allá, pero ahora acompañada de tus hijos, no pude negárselos y hoy sí tengo dónde ponerlos. ¿No te parece?

— Tienes toda la razón. Hay mucho espacio donde hacerles su casa.

— Y debes seguir al pie de la letra todas las indicaciones que marca este documental.

Shayna ya había ido a quitar un disco compacto y se lo extendía a su padre.

— ¿Esto era lo miraban cuando llegué?

— Sí; pero hay cosas que no entendimos, papá.

— Ya lo harán con la práctica.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora