Capítulo 1: Parte C

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Con los párpados hinchados de tanto dormir, un hambre atroz y constantes nauseas, la joven se presentó en el juzgado. Su abogado que hablaba con un oficial conocido, al ver llegar al marido de ella, abandonó su conversación para ir a su lado.

Ignorándolo por completo, la mujer posó su mirada en la bandera nacional de su país y así se quedó hasta que se anunció la llegada de la juez.

— Todos de pie — hubo sido la orden, pero rápidamente se les pidió regresar a sus asientos.

Antes de que la ministro dijera algo, la demandada, no habiendo ocupado su lugar, pidió atención.

Dada, se oía en la sala:

— Señoría, sé que esto no es usual; pero le pido me otorgue inmediatamente el divorcio.

— ¿Ya lo hablaron? ¿no quieren darse otra oportunidad? ¿asistir a grupos para recibir ayuda y...?

— No — ella se había mantenido diciendo; y por lo mismo...

— ¿Usted? — se miró al demandante que decía:

— También estoy de acuerdo.

— Bien. A esto llamo "un caso sencillo de resolver".

La juez miró al oficial que yacía a su costado derecho. Y a los que tenía enfrente:

— Entonces, por favor, pasen y firmen el acta. Señora, usted primero...

La joven así lo hizo; y se devolvió a su asiento.

Cuando vio firmar a su ex compañero, Cande se levantó y volvería a llamar la atención de la juez al pedir:

— Señoría, también quisiera una orden de restricción.

— ¿Por qué, para qué o quién?

Todos pusieron atención:

— Porque no quiero ningún trato con este hombre y tampoco lo quiero cerca de mí o de mi hijo.

— ¡¿Qué has dicho?!

Cande finalmente lo confrontaba:

— Tu urgencia por separarte no te dio la paciencia suficiente para esperar. Ayer que me enviaste a tus abogados y te largaste de casa, yo te llevaba la noticia de que ibas a ser padre.

Como alguien que todo lo puede, el ex esposo de ella se olvidó del lugar que estaba y solicitaría al encargado del juzgado:

— ¡Señoría, anule esa acta!

— ¡¿Disculpe?!

— ¡Por favor!

Él había corregido su error demasiado tarde, porque alguien se molestaba seriamente:

— ¡¿Y usted cree que vengo aquí para sentarme, verlos jugar a hacer y pedir lo que mejor les plazca?! ¡Por supuesto que no, señor! Y a la señora le concedo su petición.

Golpeando con el mazo se sentenciaba:

— ¡Orden de restricción para Archivald Cornwall!

Éste se giró a su ex mujer para decirle:

— ¡No puedes hacerme esto!

— ¿Pero tú si pudiste humillarme como lo hiciste?

— ¡Es mi hijo! ¡No me lo puedes quitar!

— Es tu hijo; y desde hoy ya lo hice.

— ¡Te lo pelearé!

— Así mismo lo hagas, la ley me ampara. ¿O no es así, señora Juez?

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora