De todas las secretarias que ella conocía, ninguna escribía tan rápido como Neil Legan lo hacía.
Ya caminando por el pasillo que la conducía a su oficina de trabajo, Cande sonreía al imaginarse ser el pobre teclado de esa antigua máquina de escribir y recibir los maltratos que en ese momento a la palanca del carro se le daba.
Por la manera tan ruda que saliera una hoja y el improperio de la boca de su amigo, la recién llegada dejó de lado sus burlas para preguntar en cuanto estuvo frente a él.
— Buenos días. ¿Cómo te fue?
— ¡Mal! — se gritó.
— ¿De verdad?
— Sí. ¿Podrías pasarme el paquete de hojas blancas que hay en el gabinete ese de arriba?
A lo que no hubo necesidad de señalarse, la mujer fue. Y
Trayéndolo consigo, ella lo fue abriendo para sacar unas hojas tamaño oficio y dárselas a quien, apoyado su codo en el escritorio y sus dedos rascándose una ceja, leía con ceño fruncido el documento que yacía frente a él.
— ¿Estuvo mal lo que hice? — ella preguntó.
— ¿Eh?
Él la miró.
— ¿Te hice mal las cosas?
— No, no. El error fue mío.
Neil, de la mano de Cande, ya había recibido las hojas; y metiendo entre ellas papel carbón se dispuso a pasarlas correctamente por el rodillo de la máquina.
Llevándose las manos a la cara, Legan aspiró hondamente. Luego, se preparó para escribir.
Cande que se dedicara a mirarlo, lo hizo en silencio. Pero al ver nuevamente la frustración de su amigo al cometer un pronto error, proponía:
— ¿Quieres que lo haga en el computador?
— "Obligadamente" debe ser este viejo formato.
— De todos modos, yo lo hago. ¿Por qué no vas por un café?
— Debo entregarlo antes del mediodía.
— Lo tendrás antes, te lo aseguro.
Ella se acercó a él para dejarle un beso en la mejilla.
Agradecida la muestra de cariño y ayuda, el hombre se puso de pie habiendo quitado del hombro femenino el bolso para llevarlo a colgar en el perchero que estaba cerca.
— Cualquier cosa estaré afuera — él indicó.
— Está bien.
— Por cierto, Cande...
Legan ya estaba cerca de la puerta mirándola acomodarse en la silla frente a la máquina de escribir.
— Dime.
— Estás hermosa hoy.
— Gracias —, ella sonrió muy coqueta. — Tú siempre tan galante.
— ¿Irás conmigo a la fiesta?
— Te había dicho que sí. Además... siéntete especial ya que hoy me vestí exclusivamente para ti.
— Entonces... ¿puedo robarte después de la reunión?
— Hoy sí puedes. Mañana no ni el domingo.
— Sé que los sábados estás a cargo de un pequeño ¿pero el domingo?
— Me haré cargo de otro, no tan pequeño.
La muy sinvergüenza no pudo ocultar su emoción que para Neil fue un balde de agua fría, y más al dársele corroboración a lo que preguntaba:
— ¿Es que saldrás con...?
— Sí.
— ¡Vaya! Sí que no pierde el tiempo.
— Quiero conocerlo, Neil. ¿Es pecado hacerlo?
— No, claro que no. Pecado sería lo que llegaras a hacer con él sin estar casada.
— Come on! Suenas ¡tan anticuada! como esta máquina de escribir.
— Si tú lo dices.
Viéndolo golpear el muro, burlándose de esa mirada y actitud celosa por parte de su amigo que se iba, Cande comenzó a trabajar no parando de hacerlo hasta dos horas después.
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Oculta Pasión
ФанфикEl amor es así: reservado; y él, además de escondido, lo tenía por ella, la cual con solo mirarla lo hacía temblar. Qué será cuando estén frente a frente. Escrita y primera vez publicada: Febrero, 2014. Reedición y republicación: Junio 2023.