Capítulo 12: Parte E

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Miércoles había amanecido más húmedo que el día anterior. Pero ese clima no era impedimento para no presentarse a trabajar. Entonces, todos los locales de esa calle comenzaron a abrir y sus empleados a llegar.

Los de la casa de antigüedades no fueron la excepción.

Bob llegó primero y detrás y corriendo como siempre el jovencito Jimmy que se veía de mejor humor y que a su amigo además de saludarle, le preguntó por la vecina.

Respondiéndose que ella estaba bien, el técnico se concentró en sus actividades.

Ya pasadas dos horas... una presencia a uno agradó y a dos sorprendió.

Al ruido de correr de cortinas, de gentes hablando en la calle, de autos circulando, ella no estaba acostumbrada. Claro, ¿cómo comparar el segundo piso donde estaba al catorce donde ella vivía y que esos ruidos escasamente hasta esa altura se oían?

Enfadada por no poder seguir durmiendo, Cande se enderezó y quedó sentada sobre el colchón.

Así, se talló los ojos; y ya que pudo ver mejor se dio cuenta dónde estaba y sonrió al pasar sus manos por encima de las sábanas y recordar el momento de amor de la noche anterior.

En sí, fue directo al grano: su femineidad. Esa que Terruce se hubo atrevido a visitar. Y que de sólo revivir la manera en cómo la hizo estallar, la rubia sintió la necesidad de ir al baño y se puso de pie para correr allá.

Ya que salió pasado un buen rato, además de vestirse, arregló la habitación y también la cocineta después de haber tomado el cereal que se le invitara.

Mirando el lugar es que ella fue buscando la salida. Enseguida de cerrar, se enfiló escaleras abajo.

Salir por la puerta que tenía en frente que fuese la misma por la que entrara fue una idea que rechazó.

No podía irse sin decirle adiós; así que, por la puerta que conectaba al local hizo su aparición viendo a su guapo futuro tranquilamente sentado y leyendo el periódico.

— ¡Vaya que trabajas, ¿eh?!

Su desfachatada manera de estar sentado la corrigió en cuanto la vio:

— Pensé que dormirías más — Terruce se incorporó para ir a recibirla.

— Ya no pude.

Él sonrió del puchero y queja de ella:

— Hay mucho ruido.

— ¿Desayunaste?

— Sí, tomé el cereal. Gracias.

Ella le dio un beso en la mejilla interpretándose como...

— ¿Te vas?

— Sí; tengo cosas qué hacer. Mañana salgo a Chicago.

— ¿A qué hora?

— A mediodía.

— ¿Te veré antes?

— En la mañana saldré en taxi como si fuera al trabajo. De allá, parto con Neil.

— Entonces, ¿más al rato?

— Tengo que preparar mi maleta. ¿Quieres ir a cenar?

— Oh no, no podré — se acordó. — Hoy tengo partido de Frontón. Y vamos como visitantes.

— ¿Muy lejos?

— Unos cuarenta y cinco minutos de aquí. Y otras horas jugando.

— Bueno, entonces aquí nos despedimos.

Ella acarició la mejilla vecina.

Él tomó esa mano para besársela y decir:

— Te acompaño.

Sin soltarla, la pareja atravesó por el interior del local, deseando Cande un bonito día y correspondiendo a la sonrisa que Jimmy le dedicara y que por supuesto estaba en shock al darse la idea de que con su amigo había pasado la noche.

Pero como eso ya no lo podía cuestionar, el chico se puso a trabajar deseándoles a los dos mucha suerte en su relación que al parecer tenía todos los colores de que iba a funcionar y para siempre.

Sin embargo, algunos problemitas iban a confrontar, entre ellos, Susana...

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora