Capítulo 5: Parte A

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Al haber visto que ya eran varios los que se habían conglomerado para llevar a cabo el partido sin ninguna importancia más que el ejercitarse y divertirse de ese día, Terruce hubo decidido no participar e ir a sentarse a las gradas. Cómodamente lo hacía hasta que Jimmy le gritó indicándole de su presencia.

El nerviosismo que le naciera en la boca del estómago propagándosele con lentitud por todo su ser, sólo esa mujer que sus ojos vieron se lo producía. Y por más esfuerzos que hacía para controlarlo, el técnico fracasó.

Sin embargo, la cometida indiscreción por parte de su joven amigo lo hizo confrontar la embarazosa situación y mayormente al señalársele la resuelta y agresiva actitud con la que aquel hombre, acompañante de ella, venía hacia él.

Tratando de dominar el castañetear que seguía apoderado de su mandíbula, Terruce emocionadamente entumido, se puso de pie; y es que de algún modo, el defender a Jimmy era su obligación; por eso, al estar frente a frente...

Lo dicho por el muchacho, lo consideró una grave falta de respeto para con su amiga; por ende, Neil, con todos los derechos que sobre de ella tenía, fue hacia ellos para encontrarse con un atlético humano una cabeza más alto que él y un serio rostro bien parecido que el abogado con enojo y escrutinio miró y al que increíblemente ni una sola palabra se le dijo porque...

La determinación peleonera de su amigo no era un acto que a Cande le sorprendiera. No obstante, sabiendo que no era la primera insolencia de la que era víctima por parte de aquel irreverente jovencito, lo siguió; primero: por los deseos que tenía de volver a ver al técnico quien, en ropa deportiva, dejaba mostrar unos trabajados bíceps que ya su amigo los quisiera para dominguear; y segundo: porque, los que los miraban, sin duda alguna defenderían al guapo aquél y no a Legan que para colmo era abogado de profesión y a esos, nadie los ha querido nunca. Entonces, para romper la tensión, Cande, al estar cerca, metió su brazo en el de Neil; y éste, que seguía retando al que en silencio esperaba cualquier ataque, la miró de reojo diciendo:

— ¿Sabes, Cande?

— Dime — contestó ella mirando a Terruce el cual al tenerla a centímetros de distancia, la miró y una ligera sonrisa le hubo dedicado a manera de saludo; gesto que el amigo no pasó desapercibido y que lo haría decir:

— Acabo de recordar que tengo una cita. ¿Nos vamos?

El abogado no esperó respuesta de parte de su amiga; por lo tanto, tomándola de la mano, con propiedad, se la llevó yendo seguidos de las miradas de varios y preguntando uno de éstos:

— ¿Está todo bien, Terruce?

Sin dejar de mirar a la pareja, él respondía:

— Sí, no hay problema.

— Bien — contestó el interesado volviendo a lo suyo.

Jimmy que todo el tiempo se mantuvo detrás de aquel fornido cuerpo inquiría:

— Pensé que te daría pelea.

— Sí, yo también; pero ya viste.

El causante se mofaba:

— ... recordó que tenía una cita.

Olvidándose de su femenino objetivo, Terruce giró la cabeza hacia su amiguito; y sonriendo puso su mano en la cabeza de aquél alborotándole los cabellos y diciéndole:

— ¿Ves lo que provocas con tu bocota? —. Con su puño, ligeramente se la golpeó.

— ¡En ningún momento dejé de creer en ti! — juguetonamente, el jovencito hizo sombras de boxeo.

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