Le das una palmada en el trasero

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Bajaste las escaleras y encontraste a Jisoo de pie junto a la estufa.

Es el primer día que ambas tienen juntas en lo que parece una eternidad y estás tan feliz de poder pasar un tiempo con tu chica favorita en el mundo.

Estaba preparando el desayuno para los dos y el aroma que perduraba en el aire era tan delicioso.

—¡Buenos días, cariño!—. Saludaste felizmente cuando te acercaste por detrás y te rodeó con sus brazos.

Besaste suavemente la parte de atrás de su cuello ya que su cabello estaba recogido y ella no pudo evitar sonreír ante la felicidad que tus labios en su piel, así como tu presencia, le traían.

—¡Buen día!—. Ella dijo e inclinó la cabeza para besarte.

Te encantan las mañanas como estas; nada en este mundo se compara con ellas.

Tus ojos viajaron por su cuerpo, jurando que cada centímetro de ella era simplemente perfecto.

Sin embargo, algo repentinamente se apoderó de ti y extendiste la mano para darle una pequeña palmada en el trasero.

Ella se quedó sin aliento ante la sensación, ya que no se lo había esperado en absoluto.

Dejó caer la espátula y se volvió hacia ti.

—¿Qué fue eso? ¿Me golpeaste el trasero?

—Sí." Dijiste con orgullo antes de darle otra bofetada. —Tienes un trasero muy lindo.

Echó la cabeza hacia atrás con una carcajada antes de saltar cuando le diste un rápido pellizco en las mejillas.

—Es perfecto. Todo en ti es perfecto.

Ella sonrió antes de inclinarse para besarte, solo para tomarte por sorpresa cuando también te golpeó el trasero.

—Es justo que yo también golpeé el tuyo—. Ella sonrió antes de besar tus labios y darse la vuelta para mirar la estufa.

—Pero el mío no es tan lindo como el tuyo. No es tan golpeable—. Dijiste antes de darle otra palmadita.

—Creo que has encontrado una nueva obsesión—. Ella bromeó.

—Absolutamente la tengo—. Dijiste antes de darle otra palmada en el trasero. —Te gusta, y lo sabes.

—Tal vez—. Ella volvió a bromear, pero sabías lo contrario. —Te amo.

—Yo también te amo, cariño—. Dijiste mientras besabas su omóplato y luego le dabas otra palmada en el trasero. —Y a tu lindo trasero.

Ella se rió cuando la envolviste con tus brazos, tan enamorada de ella que ni siquiera podías empezar a expresarlo.

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