Déjame ayudar

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—Vamos—. Gemiste mientras intentabas atar los cordones de tus zapatos.

Jisoo miraba desde el otro lado de la habitación con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa divertida en el rostro.

Ella pensó que eras simplemente adorable.

Porque, aunque tu mano está rota, insististe en intentar hacerlo por tu cuenta.

—Cariño, tenemos que irnos, o llegaremos tarde a la cena—. Ella dijo. —Por favor, déjame hacer eso por ti ya.

—Espera, espera—. Dijiste mientras tratabas de atar los cordones, solo para que se volvieran a caer.

Resoplaste y luego miraste a Jisoo, que ahora estaba de pie justo en frente de ti con las cejas levantadas.

Todo ha sido un poco desafiante para ti en los últimos días desde que te rompiste la mano.

Jisoo ha tenido que ayudarte en todo.

Ella ha estado allí para ayudarte a lavarte y cambiarte de ropa cada mañana y tu pijama cada noche, e incluso te ha ayudado con la comida.

Sin embargo, no has ido a ninguna parte desde el día que te rompiste la mano. Simplemente te lo has estado tomando con calma.

Así que atarte los zapatos no había sido un problema hasta ahora.

—¿Podrías por favor dejarme ayudarte?

—Yo puedo hacerlo.

—T/n, está bien decir que necesitas ayuda. Soy tu novia, para eso estoy aquí.

Con todo lo que ha estado haciendo por ti últimamente, querías intentar hacer algo por tu cuenta.

Pero esto era otra cosa que no podías hacer en este momento.

—No hagas eso—. Dijo como si estuviera leyendo tu mente. —No te hagas sentir mal por nada. Solo déjame ayudarte.

—Pero has estado haciendo todo por mí últimamente. ¿No estás cansada de ayudarme?

Sacudió la cabeza con un suspiro antes de arrodillarse en el suelo y tomar los cordones de tu zapato izquierdo en su mano.

—Para nada—. Ella dijo y terminó de atar los cordones. —Eres mi chica y estás herida. No hay mucho que puedas hacer en este momento.

Ató los otros antes de volver a levantarse y depositar un beso en tus labios.

—Siempre estoy feliz de cuidar de ti, bebé—. Ella sonrió. —Siempre.

—Es bueno saberlo. Porque necesitaré tu ayuda por un tiempo todavía—. Dijiste mientras mirabas tu mano rota.

—Bueno, siempre estoy aquí para ti—. Dijo y juguetonamente te golpeó la nariz antes de tomar tu mano que no estaba rota y ayudarte a ponerte de pie.

Ella lo sostuvo entre los suyos mientras salías por la puerta.

—No sé qué haría sin ti. Gracias—. Dijiste, besando su mejilla.

—Cualquier cosa por ti, mi niña.

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