Esposo mío...

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Zhiyin se movió de forma lenta arrastrando la bolsa de piedras en sus manos. Los grilletes alrededor de sus tobillos habían desgarrado la piel y creado costra desde hacía mucho. No recordaba la última vez que había tenido la oportunidad de bañarse por lo que su piel estaba mugrosa y llena de heridas. El clima de la cantera era destructivo y resacaba tanto la piel que se agrietaba y rasgaba con facilidad.

Sus manos llenas de heridas tenían cicatrices y costras de sangre por todas partes, sus uñas que una siempre llevaba pulidas y lustrosas estaban todas partidas y negras. Su cabello que había tenido que cortar para poder ganar un pedazo de pan al inicio cuando por su herida pensé que moriría debido a la infección en ella, caía sobre sus hombros todo desaliñado, grasiento y sucio.

Su garganta estaba completamente seca y sus labios partidos ansiaban agua, pero solo podría obtenerla si llenaba al menos diez sacos como eso al otro lado de la cantera, sacos que pesaban más que él y que con su fuerza era una tarea casi imposible. Zhiyin no sabía que era lo que lo afincaba a este mundo para ese momento. A pesar de que un mes atrás casi su mundo se oscurecía cuando la herida en su vientre se abrió y se infestó, luchó por tal de mantenerse cuerdo y ahí estaba, aún vivo, si a eso se le podía llamar vida.

¿Un rastro de esperanza?

Tal vez, aunque la estaba perdiendo después de tantos días.

Caminó varios pasos más arrastrando sus pies solo cubiertos por trapos amarrados con algunas manchas de sangre de las ampollas reventadas en las plantas cuando uno de estos falló y cayó de rodillas. Odiaba cuando eso pasaba, porque después era casi una proeza poder levantarse. Ordenó a su cuerpo a hacerlo, pero entre el sol sobre él quemando su maltratada piel, la falta de comida y de agua, y lo débil y enfermo que estaba era casi imposible.

Se tocó el grillete en su cuello que no lo dejaba ni hablar y menos usar su cultivo y la rabia otra vez volvió a palpitar en su pecho. Si solo... si solo...

De repente a lo lejos pensó que veía un espejismo. Por debajo de su cabello pudo divisar a lo lejos un grupo de personas.

Normalmente asistían a ese lugar varios hombres que iban en búsqueda o que llevaban esclavos. Incluso parecía que ellos eran la atracción de un zoológico y hasta los había visto una vez burlándose de ellos. Si solo pudiera patearlos les borraría la sonrisa, aunque después su espalda terminaría destrozada por los guardias que los custodiaban, como aquel que se acercaba a él debido a que llevaba poco más de medio minuto en la misma posición.

Sin embargo, esta vez era diferente. El corazón de Zhiyin palpitó. Ese grupo parecía estar recorriendo el lugar siguiendo a uno de los guardias que le indicaba el entorno. Y aunque estaban lejos a Zhiyin no podían engañarlo.

Ese cabello, esa espalda, esa forma de caminar... él la conocía, y muy bien. Nadie podría ser igual.

Abrió la boca dejando salir un jadeo, pero ninguna palabra. Estas no salían y el grillete en su cuello comenzó a apretar y a doler. Pequeños destellos comenzaron a danzar alrededor de este activando el hechizo. Eso no le importó a Zhiyin que se movió con impaciencia.

Ese era... ese era... SU ESPOSO.

Zhiyin perdió noción total de todo a su alrededor. Fengxiao, Fengxiao estaba ahí. Se arrastró casi gateando sin importarle que la gravilla debajo de él rompiera parte de su ropa y sus rodillas. Solo quería llegar a él, pero porqué se alejaban.

No, no, si iba por ahí no lo vería.

Zhiyin comenzó a temblar y a jadear con fuerza de la impotencia. Sus ojos se llenaron de lágrimas y obligó a sus piernas a moverse, pero simplemente cayó de nuevo con un sonido seco. Abrió la boca con desespero forzando sus palabras, pero estas no salieron.

Apretó sus manos con fuerza. Si se alejaba, si se iba no lo encontraría. No, eso no podía ser. Fengxiao lo estaba buscando, él debía, él debía... lo intentó varias veces, forzando las palabras mientras su cuello se apretaba y las líneas de energía dolorosa atacaban su cuello. No le importó, solo tenía un objetivo... y ese era... Fengxiao.... Fengxiao.

-FENGXIAOOOO- un grito salió de su garganta al fin, un grito ahogado, roto, ronco pero lo suficientemente fuerte para que resonara en la cantera.

Después de eso Zhiyin sintió como si miles de espinas atravesaban toda su piel y aunque su boca se abrió para soltar un enorme grito de dolor no pudo hacerlo.. Su cuerpo se quedó congelado en medio del ataque saliendo del hechizo en su cuello y que puso sus ojos en blanco. Era como si su interior se estuviese cocinando.

Cayó sobre la gravilla temblando, estremeciéndose y vomitando bilis sin fuerza con cada nervio de su cuerpo palpitando de forma dolorosa. Las lágrimas en sus ojos resbalaron y él no pudo moverse.

¿Había valido la pena? ¿Su esposo lo había escuchado? La incertidumbre invadió su corazón que parecía que latía menos porque la sangre dentro de él parecía detenerse. Apenas podía respirar.

-Levántate- de repente escuchó los pasos de un guardia tan cerca de él que supo lo que venía.

Levantarse... no podía hacer eso, ni siquiera podía moverse. Respirar le estaba costando, incluso pestañear era un suplicio. Jadeó en busca de aire que quemó cuando pasó por su garganta. ¿Moriría allí?

-Levántate maldito vago- el guardia gritó cerca de él y Zhiyin pudo ver por la sombra como este alzaba el látigo para golpearlo.

Cerró los ojos sin fuerza esperando el golpe que sabría que dolería..., pero este no llegó. En cambio, una sombra más grande se proyectó sobre él que le hizo abrir los ojos y que las lágrimas corrieran con más fuerzas.

Esa silueta y ese cultivo que se movía oscuro a su alrededor solo le pertenecía a una sola persona.


Enamorado de un idiota (Novela original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora