Esposo mío, felicítame

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Zhiyin avanzó hacia el centro del campo de entrenamiento sosteniendo la espada en una mano y la otra posada sobre su escondida pancita. Una sonrisa cruzaba sus labios por lo que nadie escuchó cuando murmuró.

-Renacuajo, necesito que apoyes a mami ahora. Esto lo estoy haciendo por los dos- esperaba que su hijo no le diera problemas, si todo resultaba como tenía en mente, daría un paso escalonado en la conciencia de los presentes y de su secta.

Fengxiao estaba tenso, con los brazos cruzados sobre su pecho. Su ceño ligeramente fruncido, sus manos apretadas y estaba en guardia por si tenía que intervenir en cualquier momento.

-Yanhuan, Yanfeng- los llamó en voz baja y los gemelos atendieron –Cualquier movimiento extraño ya saben que hacer, yo lidio con las consecuencias después-

-Entendido- respondieron a la vez.

Los espectadores habían hecho un círculo alrededor de los dos hombres. La mayoría se miraba estupefactos y murmuraban sin comprender cómo la persona que consideraba la más inútil de toda la secta estaba luchando contra un líder de secta. Habían escuchado que había perdido la memoria, pero ahora que lo tenían delante, no parecía que solamente tuviera amnesia, estaba loco. Miraron a su jefe y no se atrevieron a decirle nada, nadie sabía cómo podía reaccionar.

-Bien- Li Yamei desenfundó su espada mostrándola con prepotencia, era toda una obra maestra, más larga y gruesa que la media y con intrincados patrones decorando parte de la hoja- Empecemos cuando usted quiera, aunque me da miedo herirlo, no quiero tener remordimientos a la hora de dormir- soltó una sonora carcajada que no fue seguida por nadie, pobre del que lo copiara.

Zhiyin no le prestaba atención. Estudiaba la hoja de su espada posada sobre su mano y la giraba con atención. Yanfeng tenía un muy buen ojo, había seleccionado una espada capaz de reforzarse con el cultivo. Tal vez para él no era muy factible ahora que el suyo era bajo, pero de todas formas sus habilidades con armas estaban muy por encima de la media. No estaba preocupado en lo absoluto, aunque había decidido que si esa espada no era de nadie se la pediría a su esposo para él. Dentro de un tiempo cuando su cultivo volviera a ser alto le sería de mucha ayuda.

-Oye, estoy hablando contigo- Li Yamei le gritó enfureciéndose.

-Ah, ya- Zhiyin desvió su atención ahora al hombre que su rostro había cambiado de color –Estaba mirando la espada, es realmente interesante, más que muchas cosas-

Algunas personas que entendieron la indirecta tuvieron que contener un bufido bajando la cabeza y tapándose la boca. No sabían cuando Fujie había aprendido a ser tan lengua suelta pero era agradable oírlo hablar así que echando solo leñas contra ellos.

-Suficiente- Li Yamei perdió la última pizca de paciencia que le quedaba y se abalanzó contra él.

Todos se tensaron ante el rápido movimiento del líder junto a aquella espada que podía romper la delgada de Fujie, menos el atacado que dio un paso hacia atrás esquivando el primer ataque con una habilidad felina y dando una vuelta quedando a su espalda se alejó. Aquel movimiento lo hubiera conseguido más rápido pudiendo contratacar sino fuera por aquel cuerpo que no tenía un puñetero músculo útil para aquella tarea.

-Wao, líder de secta, es impresionante- se hizo el impresionado con una expresión exagerada –Casi me alcanza- algunos esta vez no pudieron evitar reír descubriendo las verdaderas intenciones de Zhiyin, aunque su tensión no bajaba, ya era todo un milagro que hubiera esquivado aquel ataque ileso.

-Solo era un calentamiento- Li Yamei se enderezó y lo encaró.

Agitó su espada nuevamente contra él y Zhiyin cruzó la suya con él. Un sonido metálico y seco llenó el ambiente, incluso había chispas entre las dos hojas. Li Yamei volvió a atacar y cada uno fue bloqueado por el menor con una destreza que algunos de ellos se quedaron sin palabras. Nadie se imaginaba que tuviera aquellas habilidades.

Enamorado de un idiota (Novela original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora