Capitulo 110: Pequeña victoria

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El vacío del espacio en el sistema Dormund estaba iluminado por los destellos de los disparos de energía y las explosiones de naves. La Séptima Flota Solar, bajo el mando del Almirante Dormund, se enfrentaba a un destacamento del Covenant que había surgido de la nada, amenazando con romper las líneas de defensa. Las naves del Covenant, con su diseño elegante y alargado, brillaban con un aura ominosa, sus escudos resplandeciendo como una armadura impenetrable. Las naves humanas, aunque robustas y bien armadas, parecían vulnerables ante la tecnología avanzada de sus enemigos.

El puente del Defiant, la nave insignia de Dormund, estaba envuelto en un caos controlado. Las pantallas mostraban la feroz batalla en curso, con las líneas de las naves aliadas y enemigas en constante movimiento.

“Almirante, hemos perdido contacto con la Solaris y la Tempest,” informó uno de los oficiales, su voz tensa. Dormund frunció el ceño. Perder dos naves de la Séptima Flota Solar en tan poco tiempo era un golpe duro. Las naves del Covenant, con sus escudos superiores y armas de plasma de alta energía, habían demostrado ser letales.

“¿Qué situación tenemos con la 2da Flota Lunar?” preguntó Dormund, su mente ya considerando la estrategia de contraataque.

“La 2da Flota está en posición, Almirante. Esperan sus órdenes para desplegar las armas principales.”

Dormund asintió, observando los movimientos de las naves del Covenant en las pantallas tácticas. La flota enemiga estaba concentrada, sus poderosas naves se movían con precisión calculada, desplegando un devastador fuego de plasma que había logrado atravesar los escudos de sus naves más débiles.

“El Covenant cree que puede superarnos con su tecnología, pero han subestimado nuestra capacidad para adaptarnos,” murmuró Dormund, antes de girar hacia el oficial de comunicaciones. “Ordene a la 2da Flota Lunar que inicie el ataque. Apunten a sus naves capitales. Vamos a ver si esos escudos pueden resistir nuestras armas principales.”

En ese momento, las naves de la 2da Flota Lunar, ocultas hasta ahora en el borde de un campo de asteroides, comenzaron a moverse. Estas naves, conocidas por su potencia de fuego concentrada, tenían el único objetivo de emboscar y destruir a las naves enemigas antes de que pudieran reaccionar. Los cañones principales, cargados con proyectiles de alta densidad y energía cinética, se alinearon con precisión letal.

“Disparen,” ordenó Dormund con voz firme.

Los proyectiles atravesaron el espacio a una velocidad increíble, impactando contra las naves del Covenant. Aunque los escudos del Covenant eran formidables, los ataques coordinados de la 2da Flota Lunar comenzaron a desgastarlos rápidamente. Las naves capitales del Covenant, aquellas imponentes estructuras de guerra con sus cúpulas de energía azulada, se estremecieron bajo la presión.

Una tras otra, las naves del Covenant comenzaron a perder sus escudos, dejando expuesta su estructura, que aunque resistente, no pudo soportar la furia del bombardeo lunar. Las explosiones comenzaron a aparecer en sus flancos, seguidas por el colapso de las naves en una serie de reventones energéticos.

En el puente del Defiant, el Almirante Dormund observaba con una mezcla de satisfacción y respeto. A pesar de la destrucción que estaba causando la flota humana, no podía ignorar la amenaza que aún representaban las fuerzas del Covenant. Incluso con sus naves en retirada, las armas del Covenant seguían disparando con una intensidad que nunca antes habían enfrentado.

“¡Impacto en la Valiant!” gritó un oficial desde su consola. Dormund giró rápidamente para ver cómo una de sus naves compañeras, la Valiant, sufría un impacto directo de un rayo de plasma. El escudo de la nave parpadeó y luego colapsó, permitiendo que el rayo cortara a través del casco, provocando una serie de explosiones internas.

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