Relatos de Guerra #8

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El crucero Venator *Valiant* se encontraba patrullando el sistema Jorex en el sector sur. La misión era sencilla: un reconocimiento de rutina en una de las lunas de un planeta inhóspito donde se había perdido contacto con un puesto de avanzada. La guerra en el sur contra los Felifarianos, una raza de aspecto felino que había mostrado ser un oponente formidable, había llevado a la ocupación de varios sistemas. Este puesto de avanzada, en particular, había sido esencial para el control del sistema. Sin embargo, hacía semanas que no se había recibido ninguna señal, y la única solución era enviar un equipo de reconocimiento.

El capitán del *Valiant*, de pie en la sala de mando, observaba la pantalla que proyectaba la luna en cuestión. En su superficie, el puesto de avanzada aparecía como una mancha oscura entre los cráteres. Con un gesto, dio la orden.

—Despleguemos el crucero clase Consular. Quiero un equipo en esa base en los próximos diez minutos.

El crucero Consular descendió hacia la superficie de la luna, mientras un equipo de 25 hombres, liderados por el sargento Marcus Tyran, se preparaba para explorar la instalación. Sus armaduras eran avanzadas, con sensores integrados y armas de energía listas para cualquier amenaza que pudieran encontrar. Sin embargo, lo que no esperaban era el ambiente desolador y la sensación de abandono total al entrar en la instalación.

El equipo avanzó por los pasillos, iluminados solo por las luces de sus trajes. Había rastros evidentes de destrucción. Las paredes estaban marcadas por lo que parecían ser garras enormes, y en algunos lugares, manchas de sangre verde adornaban el suelo y las paredes, signo claro de que Felifarianos habían estado allí y habían sido masacrados.

—Este lugar es un cementerio —murmuró uno de los soldados mientras pasaban junto a lo que quedaba de un Felifariano, su cuerpo destrozado y quemado por lo que parecía ser un ácido. El olor metálico del lugar comenzaba a volverse insoportable.

—Mantengan la calma —ordenó Tyran—. Necesitamos encontrar la consola principal y obtener alguna explicación de lo que ocurrió aquí.

El equipo siguió avanzando, cruzando más rastros de destrucción, hasta que llegaron a la sala central de control. A pesar de la aparente falta de energía en el resto de la base, la consola principal aún estaba activa, aunque en modo de emergencia. Tyran se acercó y conectó a su equipo de drones de manipulación y sistemas de IA avanzada. El sistema fue hackeado rápidamente, revelando los datos almacenados en los archivos de la base.

Lo que encontraron fue algo completamente inesperado.

Las grabaciones mostraban lo que al principio parecía ser una serie de experimentos con criaturas que nunca antes habían visto. Estos seres, de aspecto aterrador, poseían una estructura ósea afilada y una piel negra como el aceite. Su sangre, según las lecturas, era altamente corrosiva. Las criaturas tenían una anatomía aterradora: bocas internas dentadas, colas largas y afiladas, cuerpos de gran agilidad y fuerza descomunal. Los científicos de la base, en las grabaciones, parecían estar estudiándolas, pero lo que comenzó como una investigación pronto se transformó en una pesadilla.

En una de las grabaciones, las criaturas rompían sus confinamientos y atacaban a todo lo que se movía. Felifarianos gritaban mientras estas bestias se desataban sobre ellos, rasgando cuerpos, dejando manchas de sangre verde y roja por igual. Los gritos de horror llenaban la sala de control, mientras la transmisión se interrumpía de repente, justo antes de que las luces de la base se apagaran por completo.

—Demonios… —murmuró Tyran—. Esto no es obra de los Felifarianos.

Descargó rápidamente los datos en un pequeño chip de almacenamiento y lo guardó en el compartimento seguro de su traje. Con un gesto rápido, se volvió hacia su equipo.

—¡Tenemos que salir de aquí! No estamos solos. ¡Prepárense para el combate y manténganse juntos!

El equipo comenzó a retroceder, volviendo por los pasillos por donde habían venido. Sin embargo, apenas habían avanzado unos metros cuando uno de los soldados, el último de la formación, dejó escapar un grito. Las luces de los trajes se volvieron hacia él, solo para encontrar su cuerpo siendo arrastrado por una sombra que se movía increíblemente rápido. Todo ocurrió en un segundo: un rastro de sangre, el sonido del metal retorcido y luego, silencio.

—¡Contacto! —gritó otro soldado mientras abría fuego, pero la criatura que había tomado a su compañero ya no estaba.

Las criaturas comenzaron a aparecer de las sombras. Eran rápidas, casi invisibles en la oscuridad. Sus cuerpos esbeltos y alargados se deslizaban por los pasillos, atacando con una fuerza letal. Uno de los soldados fue emboscado, y la criatura le atravesó el pecho con su cola antes de desmembrarlo con sus poderosas mandíbulas. La sangre ácida que salía de sus cuerpos corroía todo a su paso, incluso las armaduras avanzadas de los soldados.

Tyran disparaba con precisión, derribando una de las criaturas con un disparo en la cabeza, pero no sirvió de mucho. Otra criatura surgió de una pared lateral y arrancó a otro soldado del grupo. La desesperación comenzaba a cundir entre los hombres.

—¡Seguid avanzando! —ordenó Tyran—. ¡No se detengan!

El equipo restante comenzó a correr, disparando hacia cualquier sombra que se moviera. Los pasillos se habían transformado en una trampa mortal. Las criaturas atacaban desde el techo, las paredes, y cada vez que caía un soldado, el ácido de las bestias dificultaba el paso, derritiendo puertas y suelos, haciendo que la retirada fuera aún más complicada.

Finalmente, después de lo que parecieron horas de combate desesperado, el equipo llegó a la entrada de la instalación. De los 25 hombres que habían entrado, solo quedaban cuatro. La puerta de salida, parcialmente derretida por el ácido, fue forzada a abrirse y, al otro lado, estaba la nave de evacuación, esperando.

—¡Suban! —gritó Tyran mientras empujaba a sus hombres hacia la nave.

Las criaturas no se detuvieron. A pesar de estar a la luz del exterior, continuaban su caza, persiguiendo a los soldados hasta la rampa de la nave. Justo cuando uno de los sobrevivientes estaba a punto de ser alcanzado por una de estas bestias, Tyran la derribó con un disparo certero en la cabeza, y la rampa de la nave se cerró detrás de ellos.

—¡Despeguen ya! —ordenó Tyran, mientras los motores del crucero Consular rugían y la nave despegaba, dejando atrás la base y a las criaturas.

El sargento respiraba con dificultad, su cuerpo cubierto de sudor y sangre. Sus hombres estaban en shock, temblando después de la carnicería que acababan de presenciar. Tyran miró el chip de datos que había descargado.

—El capitán debe saber lo que hemos encontrado. Esto... esto es algo mucho peor que cualquier cosa que hayamos enfrentado antes.

Mientras el crucero ascendía hacia el *Valiant*, Tyran no podía dejar de pensar en lo que habían dejado atrás. No solo la base destruida, sino las criaturas que seguían allá abajo, esperando...

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