Flashback #1

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La vasta extensión del espacio se extendía ante los ojos de Dormund y Altalick mientras caminaban por los pasillos de la Academia Estratégica Lunar. Era una noche tranquila en la estación, y la bóveda celeste, visible a través de las enormes ventanas de la academia, parecía un lienzo de estrellas inmóviles. Ambos jóvenes, en su segundo año como cadetes, disfrutaban de un raro momento de calma en medio de sus estudios intensos y entrenamientos exhaustivos.

El Almirante Dormund, en aquel entonces simplemente conocido como Richard Dormund, caminaba junto a su mejor amigo, Altalick, quien aún no ostentaba el título de gobernador lunar. Ambos vestían los uniformes de cadetes, impecablemente alisados y limpios, un símbolo del rigor y disciplina que regía sus vidas en ese momento. Aún faltaban algunos años para que las responsabilidades de la guerra cayeran sobre sus hombros, pero el peso de lo que les esperaba en el futuro ya comenzaba a aparecer en sus mentes.

- ¿Te imaginas cómo será todo cuando nos graduemos? -preguntó Dormund, su voz grave pero relajada mientras observaba las estrellas, cruzando las manos detrás de su espalda.

Altalick, quien siempre había sido más reflexivo, tomó un momento antes de responder. Sus ojos seguían fijos en el espacio, como si pudiera vislumbrar el futuro en la distancia infinita.

- A veces me lo pregunto, pero nunca llego a una respuesta clara, Richard. Sabemos que seremos responsables de decisiones importantes, que dirigiremos flotas, que estaremos al mando de cientos, tal vez miles de vidas. Pero, ¿podemos realmente imaginar lo que eso significa?

Dormund asintió lentamente. Había una calma en la conversación, un sentimiento de seguridad en compartir sus pensamientos más profundos sin el temor de ser juzgados. Entre ellos existía una comprensión tácita, nacida de años de compañerismo, entrenamiento y una rivalidad amistosa.

-Recuerdo cuando llegamos a esta academia -continuó Dormund-. Estaba lleno de sueños grandiosos. Pensaba en ser el mejor estratega, el mejor comandante de flota. Pero, con el tiempo, uno empieza a darse cuenta de que esos sueños vienen con un precio, y ese precio es más alto de lo que imaginamos.

-La academia tiene una forma de hacerte más consciente de lo que está en juego -dijo Altalick con una sonrisa nostálgica-. Cuando éramos niños, todo parecía más sencillo. Creíamos que ser líderes significaba solo ganar batallas, obtener victorias, ser héroes. Ahora veo que no todo es tan blanco o negro.

El viento artificial del sistema de ventilación susurraba a su alrededor mientras caminaban por un pasillo solitario que daba a una sala de observación. El silencio era reconfortante, un respiro de la tensión constante de los entrenamientos y exámenes. Dormund miró a su amigo y no pudo evitar recordar los días de su infancia.

-¿Te acuerdas de nuestros días en la secundaria? -preguntó Dormund, con una sonrisa ladeada-. Tú siempre eras el mejor en todo, y yo hacía lo que podía para alcanzarte.

Altalick soltó una carcajada. -¿Eso crees? Yo siempre te vi como el obstáculo a superar. No pasaba un solo día sin que pensara: '¿Cómo puede ser que Richard haya sacado un mejor puntaje en ese examen?' Eras el primero en estrategia, el mejor en simulaciones. Siempre me obligabas a esforzarme más.

-Eso es gracioso -respondió Dormund, con una risa suave-. Yo siempre pensé que estabas un paso adelante. Si tú no estabas en la ecuación, no sé si me habría esforzado tanto. Me empujabas a dar lo mejor de mí, Altalick.

Ambos se detuvieron frente a la sala de observación, donde las enormes ventanas permitían una vista panorámica del espacio exterior. La Luna, en la que se asentaba la academia, flotaba con su serenidad inmutable. El paisaje estelar era inmenso, y las estrellas parecían brillar con una intensidad especial aquella noche.

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