Flashback #2

5 0 0
                                    

Desde que Xandara tenía memoria, las estrellas siempre habían sido su refugio. De niña, vivía en un pequeño pueblo en uno de los sistemas exteriores, un mundo tranquilo alejado del bullicio de las grandes ciudades de la Tierra. Su casa, ubicada en una colina, le daba una vista perfecta del cielo nocturno, y cada noche se escapaba de su cama para contemplar el firmamento. Desde esa colina, observaba las estrellas con ojos llenos de asombro y esperanza, soñando con el día en que dejaría su mundo natal para unirse a la Flota Solar. Tenía una pequeña libreta donde dibujaba las naves que veía en los informes de las noticias interestelares y contaba los días para que su vida entre las estrellas comenzara.

En su adolescencia, Xandara se destacó en la secundaria como una estudiante brillante, pero introvertida. Nunca fue de muchos amigos, pues su enfoque estaba siempre en sus estudios y en su sueño de entrar en la academia militar. En casa, su relación con su familia era cordial, aunque distante. Su madre, una mujer firme y estricta, la presionaba para alcanzar la excelencia en todo lo que hacía, mientras que su padre, un hombre callado, siempre estaba ausente, trabajando largas jornadas en los astilleros espaciales. Pese a esa lejanía emocional, Xandara amaba a sus padres profundamente, pero sentía que su verdadero lugar estaba allá afuera, entre las estrellas, más allá de la vida que llevaban en aquel tranquilo planeta.

El día de su graduación fue un momento agridulce. Sus compañeros celebraban el final de una etapa, pero para Xandara, el verdadero viaje apenas comenzaba. Sabía que su siguiente destino era la Academia Militar de la Tierra, y aunque su madre sonreía con orgullo, Xandara percibía el temor en sus ojos, el miedo de perderla en los peligros del vasto espacio.

Cuando llegó a la Tierra, la joven Xandara quedó impresionada por la magnitud de todo. Las ciudades, los edificios colosales, el tráfico de naves que sobrevolaba los cielos... todo era tan diferente a la paz de su hogar. La Academia Militar de la Tierra, un imponente complejo lleno de cadetes y oficiales de todas las colonias humanas, se convirtió en su nuevo hogar. A pesar de lo intimidante del ambiente, Xandara se adaptó rápidamente. Sus estudios en tácticas, estrategia y combate espacial pronto la colocaron entre los mejores de su clase. No obstante, la academia no era un lugar fácil, especialmente para una joven mujer en un entorno predominantemente masculino y competitivo.

Fue en su segundo año en la academia cuando un oscuro episodio marcaría su vida. Una noche, mientras regresaba a su dormitorio tras una sesión de entrenamiento, un grupo de cadetes la acorraló en un pasillo. El ambiente se tornó tenso y rápidamente se dio cuenta de que sus intenciones no eran buenas. Xandara, con el corazón latiendo frenéticamente, intentó defenderse, pero eran demasiados. En ese momento, un joven cadete apareció de entre las sombras, enfrentándose a los abusadores. Se llamaba Elyas, y sin dudarlo, intervino en su defensa. A pesar de estar en desventaja numérica, Elyas luchó con valentía hasta que la situación fue controlada.

Xandara nunca olvidaría ese gesto. Elyas, con su carácter alegre y despreocupado, se convirtió en su confidente y amigo. Con el tiempo, su relación evolucionó, y lo que empezó como una amistad basada en gratitud y admiración pronto se transformó en algo más profundo. Compartían sueños y esperanzas, y juntos hablaban de su futuro en la Flota Solar, luchando por la humanidad y explorando las profundidades del espacio.

Sin embargo, su felicidad sería fugaz. Apenas un año después, Elyas fue enviado a una misión en los sistemas periféricos, donde fuerzas rebeldes mantenían una fuerte resistencia contra el gobierno central. Fue en una de esas misiones donde Elyas cayó en una emboscada. Xandara recibió la noticia de su muerte mientras aún se encontraba en la academia. La noticia la devastó, y durante semanas, la pena la envolvió. Sentía que había perdido no solo a su pareja, sino también a una parte de su alma. Sin embargo, fue en esos momentos oscuros que Xandara decidió que no se permitiría quebrar. Juró honrar la memoria de Elyas dedicando su vida al servicio militar, protegiendo a otros para que no tuvieran que experimentar la misma pérdida.

Graduarse en la academia militar fue un logro que Xandara se había prometido a sí misma desde niña, pero tras la muerte de Elyas, su propósito cambió. Ya no solo quería llegar a las estrellas por sus propios sueños, sino que quería asegurarse de que el sacrificio de su compañero y el de muchos otros no fuera en vano. Con ese objetivo, se concentró en perfeccionar sus habilidades. Participó en numerosas campañas y misiones en los sistemas exteriores, enfrentando piratas, insurgentes y fuerzas enemigas en planetas remotos. Sus victorias, combinadas con su aguda capacidad táctica, la hicieron ascender rápidamente dentro de las filas.

Fue en una de esas campañas donde conoció a Dormund, un estratega legendario que ya había ganado fama por su astucia en el campo de batalla y su liderazgo firme. Xandara, ya ascendida a capitana en ese entonces, trabajó bajo su mando en varias misiones y quedó impresionada por la calma y confianza que proyectaba. Dormund, por su parte, también notó la habilidad y determinación de Xandara. Reconoció en ella a una líder en ciernes, una persona con un propósito tan fuerte que ni siquiera las tragedias personales podían apartarla de su camino.

Con el tiempo, sus méritos fueron innegables. Xandara fue ascendida a Almirante de la Segunda Flota Solar, un puesto de prestigio y responsabilidad que la colocaba en el centro de las operaciones militares más cruciales. En ese momento, recordó todas las noches que había pasado mirando a las estrellas desde la colina en su planeta natal. Había alcanzado su sueño, pero el peso de la responsabilidad que ahora llevaba sobre sus hombros era inmenso.

La última vez que vio a Dormund, fue en una reunión táctica en el Defiant, donde discutían los planes para la defensa de los sistemas del sur. Dormund, con su habitual expresión seria pero confiada, la miró a los ojos y le dijo:

—"Xandara, has demostrado ser una de las mejores oficiales de esta flota. Confío en que estarás a la altura del desafío que enfrentamos. La guerra no será fácil, pero con líderes como tú, tenemos una oportunidad de prevalecer".

Esas palabras resonaron profundamente en Xandara. Sabía que el camino por delante sería arduo, pero también sabía que estaba lista. Había soportado la pérdida, el dolor y el sacrificio, y ahora, como Almirante, se enfrentaría a los desafíos más grandes de su vida. Las estrellas que alguna vez había mirado con esperanza ahora eran su campo de batalla, y no importaba cuán oscuro fuera el camino, Xandara estaba decidida a continuar avanzando, por ella, por Elyas, y por la humanidad.

El Ascenso De La Humanidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora