Capitulo 128: Ruptura

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La ciudad de Ferroa, enclavada en el corazón del continente secundario de Haland, llevaba casi un año resistiendo el implacable asedio de las fuerzas de la Confederación y las hordas de droides que mantenían bajo constante presión a sus defensas. Sin embargo, tras meses de privaciones y heroica resistencia, los suministros frescos, la llegada de nuevas fuerzas y un plan de asalto final para liberar la ciudad estaban finalmente en marcha.

El Gobernador Mael Toric, un líder curtido y querido por su gente, había logrado mantener la moral de las fuerzas locales y la población civil durante los largos meses de asedio. Su estrategia y tenacidad habían convertido a Ferroa en una fortaleza inexpugnable, pero ahora, con el apoyo de la 4ta División Blindada Centuriana y la 6ta División Blindada Solar, junto con el refuerzo de dos divisiones de infantería Centuriana y tres divisiones de infantería local, la oportunidad de romper el cerco era una realidad palpable. Los suministros abundaban, los tanques rugían con nueva fuerza, y los hombres y mujeres de Ferroa estaban listos para la ofensiva definitiva.

A pesar de todo, el éxito del asalto dependía de un factor crucial: el apoyo aéreo. Los cielos sobre Ferroa habían estado controlados casi completamente por los droides Buitre de la Confederación, cuyas maniobras y bombardeos preventivos habían dificultado cualquier tipo de movimiento ofensivo por parte de las fuerzas humanas. El Almirante Keller Oron, al mando de la Flota de refuerzo, era el encargado de asegurar ese control aéreo. En su crucero insignia, El Resolute, Oron mantenía una conversación decisiva con el Gobernador Mael Toric en los momentos previos al asalto.

En el Puesto de Comando de Ferroa. El salón de guerra, un bunker de acero reforzado bajo las trincheras principales de la ciudad, estaba repleto de mapas holográficos y proyecciones tácticas en las paredes. Mael Toric miraba el holograma de la ciudad y sus alrededores, con las posiciones enemigas destacadas en rojo, mientras a su lado, el Almirante Keller Oron observaba con atención el despliegue de sus propias fuerzas desde el aire, flotando como ángeles vengadores sobre la devastada Ferroa.

—Gobernador Toric, no puedo enfatizar lo suficiente la importancia de la ofensiva aérea —comenzó Oron, con su voz dura como el acero—. Mis cazas Ala-X bombarderos Ala-Y están listos, pero si no logramos barrer del cielo esos Buitre, cualquier avance terrestre quedará a merced de sus ataques.

Mael Toric asintió, su rostro marcado por la preocupación. Había logrado mantener la ciudad a salvo hasta ahora, pero sabía que este asalto sería la última oportunidad para liberar Ferroa o condenarla a la caída.

—Almirante Oron, lo entiendo perfectamente. La Confederación tiene sus garras en el aire. Si no logramos la superioridad aérea en las primeras horas de la ofensiva, nuestras divisiones blindadas serán vulnerables, y no podemos permitirnos que nuestros tanques se queden atrapados en ese lodo infernal que rodea las trincheras exteriores.

Los informes sobre las trincheras exteriores eran devastadores. Tras meses de asedio, la tierra que rodeaba la ciudad se había convertido en un páramo de barro, cráteres, y cuerpos, donde el avance terrestre había sido imposible debido al bombardeo continuo. Las fuerzas de la División Local Ferroana de artillería se habían mantenido luchando día y noche, defendiendo estas trincheras con lo poco que tenían, pero estaban al límite.

—Mis pilotos ya están listos para despegar —continuó Oron—. En cuanto den la orden, mis Ala-Y comenzarán a bombardear las posiciones clave de los Buitre. Pero necesito algo más de tu lado: artillería pesada. Los Buitre tienen bases terrestres ocultas en varios puntos al este de Ferroa. Si tus divisiones pueden debilitar esos puntos, nuestros bombarderos podrán acabar con el resto desde el aire.

Toric cruzó los brazos, mirando al holograma con una expresión grave.

—La 4ta División Blindada Centuriana está equipada con artillería de largo alcance. Ordenaré que desplieguen las baterías de obuses y cañones de asalto tan pronto como avancemos —dijo con determinación—. Debemos actuar rápido. Los Buitre tienen un patrón de ataque predecible, pero si no logramos eliminar al menos el 70% en las primeras dos horas, la Confederación reorganizará sus fuerzas.

Oron asintió con gravedad.

— Lo sé. Hemos mapeado su comportamiento. Si golpeamos con fuerza y precisión, podremos crear un corredor seguro para que tu infantería avance.

Un operador de comunicaciones interrumpió la conversación.

—Gobernador, Almirante —dijo, visiblemente agitado—. Los drones de reconocimiento detectan un incremento en la actividad de las fuerzas de la Confederación. Están moviendo unidades pesadas hacia el flanco norte de la ciudad.

—Esos malditos están preparando su propia ofensiva—masculló Toric. Giró hacia Oron—. No hay tiempo que perder, tenemos que adelantarnos a sus movimientos.

El Almirante asintió y tomó su comunicador.

— A todas las escuadras de vuelo. Despegue autorizado. Aseguren los cielos sobre Ferroa. Es la hora.

Toric, por su parte, activó los canales de comunicación con sus divisiones.

—A todas las unidades terrestres. La ofensiva comienza ahora. Divisiones blindadas, avancen a los puntos de artillería y comiencen el bombardeo sobre las posiciones enemigas. Infantería, aseguren las trincheras. No podemos permitir que esos Buitre sigan atacando nuestras líneas.

La ofensiva masiva había comenzado.

El día amanecía gris y pesado sobre Ferroa, los cielos nublados por el humo de meses de guerra. Pero el rugido de los motores de los cazas de Oron rompió el silencio. Desde los Venator en órbita, las alas de bombarderos Ala-Y y cazas Ala-X comenzaron a caer en picada sobre las posiciones enemigas. El suelo tembló cuando las primeras bombas estallaron, y los cazas se lanzaron al combate aéreo con los droides Buitre de la Confederación.

Los blindados de la 4ta División Blindada Centuriana, liderados por los imponentes Baneblades, comenzaron a abrir fuego contra las bases ocultas de los Buitre, cubiertos por el fuego de artillería pesada que silbaba sobre las cabezas de la infantería.

La División Local Ferroana avanzaba a pie, luchando por recuperar el control de las trincheras exteriores, mientras la infantería solar se desplegaba para asegurar la retaguardia y reforzar el avance de los blindados.

—Ferroa resistirá—dijo Toric para sí mismo, mirando el horizonte cubierto de fuego y humo. Esta era la batalla definitiva. Y Ferroa no caería.

El rugido de los motores y los disparos retumbaban en la distancia, marcando el inicio de lo que sería el desenlace final para el asedio de Ferroa.

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