VII

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Camila Hastings

Levanté la mirada al escuchar unos golpes en la puerta de mi oficina, encontrándome con Natanael ahí parado, con su típica expresión de aburrimiento.

- ¿Qué quieres? - pregunté intentando mantener un tono neutral.

- Pasé a ver si todavía me odias - respondió con una media sonrisa, apoyándose en el marco de la puerta.

Rodé los ojos y regresé mi atención a la computadora.

- Estoy ocupada, Natanael.

- Uy, qué seria - replicó adentrándose sin permiso y cerrando la puerta detrás de el - ¿cómo sigues?

- ¿Te importa? - dije sin apartar la vista de la pantalla.

- Pues sí, por eso pregunto - respondió, con ese tono entre burlón y despreocupado que siempre lograba sacarme de quicio.

- Solo tengo un moretote y me duele horrible, pero todo bien - hablé con sarcasmo, levantando la mirada.

- ¿Neta? A ver - contestó acercándose un poco más, como si realmente le importara.

- Ni se te ocurra - exclamé retrocediendo un poco en mi silla.

Alzó las manos en un gesto de rendición, pero esa sonrisa burlona seguía en su rostro.

- Tranqui, nomás quería ver el desmadre que hice.

- ¿Para qué te rías otra vez?

- Ay, nomás enséñame tantito... ahí me las termino de imaginar yo - dijo con una sonrisa descarada que me hizo querer lanzarle algo.

- Que asco me das - repliqué con una mueca.

Soltó una carcajada que me hizo rodar los ojos.

- Ya, morra, es cura, ni que tuvieras tanta suerte - soltó encogiéndose de hombros.

- Entonces ya vete.

El me miró con una sonrisa que solo logró irritarme más.

- ¿Por qué me corres tan rápido? Vine a asegurarme que siguieras viva... luego, ¿qué hago con el remordimiento?

Lo miré por unos segundos para después regresar mi atención a la computadora.

- Pues ya viste, sigo viva. ¿Algo más?

- Nomás eso - dijo con tranquilidad, pero sin moverse ni un poco.

- ¿Entonces?

- No, ya, también vine a disculparme - habló un poco más serio, pero todavía con ese toque de desinterés.

- ¿Te obligó Gabito?

- Hasta eso no - respondió encogiéndose de hombros - me salió del corazoncito.

- ¿Apoco tienes? - pregunté fingiendo sorpresa.

El soltó una risa baja mientras asentía con la cabeza.

- Si, mija, te sorprendería lo que tengo guardado - dijo con una sonrisa.

Qué puta necesidad de decirme así

- Bueno, si eso era todo... - hice un movimiento con la cabeza señalando la puerta.

- ¿Pero por qué insistes en correrme pues? - habló manteniendo su sonrisa, disfrutando de mi incomodidad.

Estrellas | Natanael Cano  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora