XVIII

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Natanael Cano

Veía con una sonrisa a Camila sentada a mi lado con su atención completamente en Papito mientras le hacía cariñitos. Su cabello caía sobre su rostro, y cada tanto los apartaba con un movimiento distraído de su mano, sin dejar de prestarle atención al perro.

- ¿Sabes que me está reemplazando, verdad? - bromeé, rompiendo el silencio, aunque en realidad no me molestaba en lo absoluto. Me gustaba verla así, relajada y sonriente, más saber que yo tuve que ver con eso.

Camila levantó la mirada hacia mí, divertida, mientras seguía acariciando a Papito.

- ¿Celoso?

- Mucho - respondí manteniendo mi sonrisa - ya me toca a mi que me des amor.

- Lo siento, Papito no me deja - dijo encogiéndose de hombros burlona.

Reí mientras repasaba el suelo con la mirada hasta que encontré uno de los juguetes de Papito, me estiré tomándolo mientras llamaba la atención del perro. El alzó las orejas y miró en dirección al juguete para después salir corriendo detrás de el cuando lo lancé.

- Ahora si, dame amor.

Camila me miró con una mezcla de sorpresa y diversión mientras se acomoda en su lugar.

- Eso fue trampa.

- Hice lo que tenía que hacer - contesté con una sonrisa traviesa - ahora no tienes excusas, chula. Es mi turno.

Ella rodó los ojos, pero una pequeña sonrisa se formó en sus labios mientras se inclinaba hacia mí.

- Es un perro, Natanael, no te puedes poner celoso de un perro, tú perro.

- Si puedo - dije tomándola por la cintura para acercarla más.

Soltó una risa suave, como si estuviera a punto de burlarse, pero no hizo ningún intento por alejarse. Aproveché que no hubo oposición de su parte para acomodarnos mejor en el sillón, quedando ella acostada sobre mi.

- Suéltame - habló entre risas.

- Pura verga - respondí mientras la rodeaba con ambos brazos, asegurándome de que no pudiera escapar - así estamos bien.

Levantó para mirada para verme, con una mezcla de resinación y diversión en sus ojos.

- ¿Siempre tienes que salirte con la tuya?

- Solo cuando se trata de ti, mi amor - contesté con una sonrisa dejando un beso en su frente.

Camila suspiró acomodando su cabeza en mi pecho, relajándose poco a poco contra mí. Por un momento, ninguno de los dos dijo nada, y el silencio se llenó con el sonido de Papito jugando a lo lejos.

- ¿Te puedo hacer una pregunta? - dijo levantando la cabeza, comenzando a pasar sus dedos por mi cadena.

- Si, Cami, dime.

- ¿Por qué fuiste así conmigo al principio?

Mi sonrisa se desvaneció un poco al escuchar la pregunta, y me quedé unos segundos en silencio, buscando las palabras correctas.

Estrellas | Natanael Cano  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora