Camila HastingsLas horas pasaron sin ninguna señal de Natanael, cosa que agradecía porque probablemente terminaría regresando a lo mismo.
El lunes en la oficina fue extraño. Caminaba con cuidado, como si temiera que, en cualquier momento, aparecería frente a mí, con esa sonrisa suya que siempre desarmaba mis defensas. Pero no lo hizo. Y cuando me enteré de que estaba en Hermosillo, sentí una mezcla de alivio y tristeza. Al menos la distancia me daba espacio para respirar.
Cuando pasó una semana sin tener ningún tipo de comunicación, asumí que lo nuestro había llegado oficialmente a su fin, y comenzaba a pensar que me quedaría seca de tanto llorar.
Una madrugada, el sonido de mi celular me despertó y mi corazón comenzó a latir con fuerza al ver su nombre en la pantalla. Colgué al instante, pero la sensación de ansiedad me invadió rápidamente. No quería responder, no quería que me viera tan débil. Pero al mismo tiempo, me moría de ganas de saber qué quería.
No pasó mucho tiempo antes de que el teléfono volviera a sonar. Esta vez, no pude evitarlo. Lo tomé con las manos temblorosas y contesté.
- Cami - habló en cuanto atendí - ¿me puedes abrir?
- ¿Qué? - dije tallándome los ojos, sin entender nada.
- Ábreme, estoy aquí afuera.
- Natanael, ¿qué te pasa? Son las tres de la mañana.
Escuché un suspiro al otro lado de la línea, y luego su voz salió más suplicante.
- Por favor, amor, ábreme.
- ¿Estás borracho?
- No, Cami.
- Entonces vete - respondí al instante.
- No me voy a ir, Millie... por favor, quiero verte... en serio no me voy a ir hasta que salgas.
Tomé aire y colgué la llamada sin decir nada. Mientras me dirigía hacia la puerta sentía mi respiración acelerarse cada vez más.
Cuando abrí, lo vi ahí, parado, con el rostro cansado y la mirada que no sabía que era arrepentimiento o de algo más.
- Hola, mi amor - murmuró dando un paso hacia mi, pero yo retrocedí haciéndolo quedarse en su lugar.
- ¿Estás borracho? - repetí, analizando su rostro.
- No.
Me crucé de brazos, mirándolo con los ojos entrecerrados.
- Si tomé - admitió en voz baja - pero no ando pedo.
- ¿Qué quieres, Rubén? - pregunté con cansancio, aunque no pude evitar que mi voz temblara - son las tres de la mañana.
- Quiero hablar contigo, Cami - dijo mirándome directo a los ojos.
Me quedé en silencio, quería decirle que no, que no podía entrar y salir de mi vida cuando él quisiera. Pero sus palabras, su presencia, me hicieron temblar por dentro.
- Por favor, chula - susurró, intentando tomar mi mano, pero la aparté.
Lo miré fijamente, mi mente luchando entre el enojo, la tristeza y una parte de mí que aún deseaba que las cosas fueran diferentes. Mis manos se apretaron contra mi cuerpo, como si eso pudiera alejar la confusión que sentía.
- ¿Puedo pasar?
- No, Nat, están mis papás.
- Vamos al carro - habló retrocediendo unos pasos y haciendo un movimiento con la cabeza.
Me quedé en mi lugar por unos segundos, pero finalmente tomé un respiro profundo y lo seguí hasta su auto.
Una vez que ambos estuvimos dentro, hubo un silencio tenso, y eso no ayudaba a calmar mis pensamientos.
- ¿Y entonces? - murmuré acomodándome en el asiento para verlo.
El recostó la cabeza en el asiento dejando salir un suspiro pesado.
- Te extraño, Cami... te extraño mucho.
- Tú ya sabes lo que yo quiero, Nat - dije en voz baja.
- ¿Pero por qué, Cami? Disfruta lo que tenemos, no necesitamos que sea tan serio... los dos la pasamos bien, nos divertiremos, ¿por qué dejar de hacerlo?
Apreté los labios bajando la mirada a mis manos. Cuando acepté hablar con el, fue con la estúpida esperanza de que en estás dos semanas se había dado cuenta de que quería estar conmigo bien... solo conmigo.
- Te amo, Camila. Te amo y yo también estoy enamorado de ti... perdón por cómo reaccioné ese día, pero me dio mucho miedo y... no estuvo bien... en serio lo siento.
Negué levemente con la cabeza, recordando lo estúpida que me sentí ese día.
- Dime algo, chula - pidió con desesperación en su voz, inclinándose para que lo viera.
- ¿Qué te digo, Nata? - pregunté subiendo la mirada.
Natanael me miró, su rostro lleno de una vulnerabilidad que rara vez mostraba. Sus ojos se suavizaron, pero no dijo nada por unos segundos.
- Sé que es egoísta de mi parte, que no te mereces esto. Por eso no te había buscado... pero no puedo estar sin ti, no quiero dejar de verte.
Suspiré, buscando fuerzas para hablar, pero antes de poder decir algo, él me abrazó. Su calidez, su cercanía, me hicieron sentir un millón de cosas a la vez. Y aunque sabía que no estaba bien, no pude evitar quedarme ahí, dejándome envolver por su abrazo.
- Natanael - susurré, fue apenas audible, porque en realidad no quería ni decirlo - yo ya no quiero esto.

ESTÁS LEYENDO
Estrellas | Natanael Cano
FanfictionBebecita, dime qué pasó Si cometí un error Y es que no puedo vivir sin tu calor Y ya no quiero ser el mismo que era yo - 🌟 - Bebecita, ¿qué pasó? ¿Qué ya se te olvidaron las cosas que pasamos? Pero yo me he aferrado - 🌟 - Es que yo sin ti No sé...