XXIV

905 107 6
                                    


Natanael Cano

- Ahorita vengo - dijo Gabito haciendo el ademán de levantarse del sillón - voy por Camila.

- Espera, yo voy - hablé deteniendo sus movimientos.

Se dejó caer de nuevo en el sillón, mirándome extrañado.

- ¿Tú?

- Simón, igual ahorita iba ir a saludarla.

Su ceño se frunció aún más y se quedó mirándome, esperando una explicación.

- ¿Qué, wey? - pregunté con un tono despreocupado.

- ¿Ya se llevan bien otra vez?

- Simón - respondí sonriente - todo bien.

- ¿Te dijo que si? - insistió, arqueando una ceja mientras me miraba con una mezcla de curiosidad y sorpresa.

No pude evitar sonreír más amplio, inclinándome un poco hacia atrás en el sillón.

- Si, pa'.

Gabito dejó escapar una risa corta, negando con la cabeza mientras me miraba incrédulo.

- No seas mamón, ¿en serio?

- Que si, wey - dije con calma.

- Verga... - murmuró aún extrañado - no pensé que te fuera a decir que sí.

- Pero si lo hizo - dije levantándome del sillón - voy por ella.

El asintió y salí de ahí en dirección a la oficina de Camila. Golpeé suavemente la puerta dos veces y la abrí sin esperar respuesta.

- ¿Interrumpo? - pregunté mientras asomaba la cabeza, sonriendo.

Camila levantó la vista de los papeles que tenía frente a ella y al verme, sus ojos se entrecerraron un poco, como siempre hacia cuando no estaba segura de mis intenciones.

- No, Nata, ¿qué pasa? 

Entré por completo, cerrando la puerta detrás de mí, y me apoyé en el marco con los brazos cruzados.

- Vine a saludarte - respondí con tranquilidad - ¿no puedo?

Se quedó en silencio, aún mirándome mientras me acercaba a ella y tomaba su rostro entre mis manos plantándole un beso.

- Hola, mi amor - murmuré sobre sus labios al separarnos.

Ella me miró con los ojos ligeramente entrecerrados, tratando de mantener su fachada seria, pero se terminó formando una pequeña sonrisa en su rostro.

- No sé cómo sigues entrando como si esto fuera tu oficina - dijo con un tono de falsa molestia mientras intentaba apartarse un poco.

La solté, pero no dejé de mirarla con una sonrisa.

- Porque sé que me dejas hacerlo, Cami.

Rodó los ojos, regresando la atención a los papales en su escritorio, aunque sus mejillas ligeramente sonrojadas la delataban.

-  ¿Qué necesitas, Nata? Tengo trabajo.

Me apoyé en su escritorio mientras la mirada con calma.

- Ya te dije, vine a saludarte - respondí encogiéndome de hombros - y el Gabo me dijo que te necesitaba para algo, vine por ti.

Ella asintió tomando su iPad y levantándose de la silla. Me enderecé para comenzar a avanzar con ella.

Estrellas | Natanael Cano  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora