XXXV

845 110 51
                                    


Camila Hastings

Cerré los ojos recostando la cabeza en mis brazos y sentí que me dio una nalgada antes de alejarse haciéndome reír.

- Cami - lo escuché a mis espaldas.

Emití un "mmm" aún con los ojos cerrados.

- Se rompió el condón.

Abrí los ojos de golpe aún asimilando sus palabras.

- No mames - murmuré tallando mi rostro - ¿seguro?

Me giré a verlo mientras tomaba su camisa y me la ponía. El asintió con una expresión que no supe descifrar.

- Seguro, amor.

Solté aire recostándome de nuevo en la cama mientras murmuraba una maldición.

- ¿Por qué te pones así? - preguntó sentándose a mi lado.

- ¿Por qué tú estás tan tranquilo? - repliqué con incredulidad.

Se encogió de hombros.

- Pues... no pasa nada, ¿no?

- Puede no pasar nada o puede si pasar.

- Pues si, un bebé - dijo con toda la calma del mundo.

Abrí los ojos de más, ¿hasta con algo así es despreocupado?

- Exacto, Nat, un bebé.

Me miró, ladeando la cabeza con una pequeña sonrisa como si lo que acababa de decir no fuera algo monumental.

- ¿Y? No sería el fin del mundo, Cami.

- Natanael, ¿te estás escuchando?

- ¿Qué? ¿No quieres un bebé mío? - preguntó fingiendo estar ofendido - estaría bien guapo.

Lo miré boquiabierta, tratando de procesar su despreocupación mientras mi mente iba a mil por hora.

- No quieres formalizar conmigo, pero te vale verga tener un bebé, ¿no? - hablé con ironía mientras me levantaba de la cama y comenzaba a vestirme.

Lo escuché suspirar pesadamente y después un silencio incómodo llenó la habitación.

- Cami... no tienes que ponerte así.

- ¿Así cómo, Natanael? - dije sintiendo la rabia invadirme - ¿me vas a decir que con un bebé ya me vas a querer nada más a mi? Porque si es así, pues embarázame y ya.

- Sabes que no estoy listo para algo así - murmuró esquivando mi mirada.

Asentí, tragándome mis lagrimas y concentrándome en vestirme.

- Estaba... estaba jugando con lo del bebé - habló en voz baja, mirándome con una mueca - quería aligerarlo un poco.

Solté una risa amarga mientras me ponía los tenis.

- Pues pinche jueguito pendejo.

Sin mirarlo, caminé hacia el buró tomando mi celular para después ir hacia la puerta.

- ¿A dónde vas? - escuché a mis espaldas.

- A comprar una pastilla, Natanael - respondí sin girarme - ¿a dónde más?

Sin esperar respuesta, bajé las escaleras sintiendo la frustración invadirme.

- Yo voy a ir - dijo llegando a la sala.

Estrellas | Natanael Cano  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora