XXXIV

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Natanael Cano

Fruncí el ceño al abrir la puerta de la oficina de Camila y encontrarla vacía. La llamé pero me mandó a buzón y, asumiendo que estaba en una reunión, me fui a la sala de producción a esperar a que saliera mientras le mandaba mensaje.

Me recosté en el sillón soltando un suspiro, ya había pasado un buen rato y seguía sin haber respuesta de Camila. Miré hacia la puerta al escucharla abrirse y ahí estaba ella, pero al verla entrar, algo en mi pecho se apretó. Sus ojos estaban vidriosos y sus labios formaban un puchero.

Me enderecé al instante, pero antes de decir una palabra, ella ya se estaba acercando hacia mi y se sentó sobre mis piernas apoyando su cabeza en mi pecho.

- ¿Qué pasa, Cami? - pregunté en voz baja rodeándola con mis brazos.

Su respuesta fue esconderse más en mi, incliné la cabeza para verla y mi preocupación aumentó al ver cómo había comenzado a llorar.

- ¿Qué pasa, mi amor? - insistí con voz suave - ¿qué te hicieron?

Ella soltó un sollozo leve, y aunque intentó calmarse, sus lágrimas seguían cayendo en silencio. La abracé con más fuerza mientras acariciaba su espalda, con la esperanza de que eso ayudara un poco.

Podía sentir cómo su cuerpo temblaba entre mis brazos, y la impotencia de no saber exactamente qué le estaba pasando me pesaba.

- Quiero ayudarte, amor - hablé después de un momento - pero necesito saber qué pasa... ¿me quieres contar?

Ella asintió levemente levantando la cabeza, limpié sus lagrimas con mis pulgares mientras esperaba a que hablara.

Finalmente, respiró profundamente, su voz salió baja y entrecortada.

- Mi papá me dijo que... Arturo y Martha querían salir de la cárcel y...

Me tensé al escucharla, pero me obligué a no reaccionar, en cambio, seguí acariciando su espalda buscando darle seguridad.

- Dijo que quisieron detener todo antes de que iniciaran el proceso, pero... abrieron el caso otra vez - sollozó débilmente y soltó aire antes de continuar, su voz apenas audible - los abogados dijeron que lo mejor era que yo testificara porque... cuando estaba pequeña mis papás no quisieron involucrarme en eso de nuevo. 

Sentí cómo si el aire se me escapara al escuchar esas palabras. Tragué saliva, buscando las palabras adecuadas.

- ¿Y tú quieres hacerlo? - pregunté limpiando de nuevo su rostro.

Negó escondiéndose en mi pecho.

- Le dije a mi papá que lo mejor era dejarlo así... que si los dejaban salir pues ya ni modo, pero el no quiere que salgan.

La impotencia de no saber cómo ayudarla me estaba consumiendo.

- Si tú no quieres hacerlo está bien, mi amor - hablé con voz suave - no tienes que decidirlo ahorita... podemos hablar con los abogados, con tu psicóloga.

Camila no respondió, sentí cómo su cuerpo seguía temblando en mis brazos, y me maldije por no poder hacer más por ella.

- No lo harás sola, chula - le dije, abrazándola con más fuerza - lo que decidas, lo haremos juntos.

Ella asintió débilmente, pero no dijo nada más.

Camila Hastings

Estrellas | Natanael Cano  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora