Camila HastingsEsa noche no pude dormir nada, e hice lo mismo que había estado haciendo las últimas dos semanas: llorar.
Pasé días en cama, solo existiendo y pensando, hasta que una idea cruzó por mi cabeza: tantas veces que me dijo que me quería y que no quería estar sin mi, pero ni diciéndole que ya no estaría con el de esa forma, lo hizo querer dejar ese estilo de vida.
Cuando me di cuenta de eso, el enojo me invadió. Enojo con el, enojo conmigo misma por haber aceptado eso. Enojo por haberme conformado con tan poco, por haber creído que algún día cambiaría, que algún día sería suficiente para él.
Esa fue la primera vez en semanas que, en lugar de llorar, me levanté de la cama sintiendo algo distinto. Ya no era solo tristeza, era rabia. Una rabia que me hizo ver las cosas con más claridad.
Natanael nunca iba a elegirme porque nunca tuvo que hacerlo. Yo siempre estuve ahí, sin importar cuánto me doliera, sin importar cuántas veces dijera que quería algo más. Le hice creer que podía seguir con su vida sin compromisos y que yo seguiría esperándolo.
El estar enojada no ayudó a que todo fuera más llevadero, pero lo prefería a estar llorándole a alguien que no podía hacer algo tan simple como no besar a la primera que le pase por enfrente.
Regresé al trabajo, sintiendo un nudo en el estómago al saber que existía la posibilidad de verlo.
La mañana pasó tranquila, aunque me la pasé en mi oficina, me rehusaba a salir. De repente, la puerta de abrió sin ser tocada, y sentí que el aire me faltó al saber que la única persona que hacia eso era Natanael.
Tomé aire antes de alzar la mirada, y ahí estaba el, cerrando la puerta como si la oficina fuera suya... como siempre.
Mi cuerpo se tensó de inmediato, pero no dije nada. Solo lo miré, esperando que fuera él quien hablara primero.
Natanael se apoyó contra la puerta mientras se cruzaba de brazos con una expresión seria.
- No me contestaste los mensajes - fue lo primero que dijo, su voz grave y baja.
Al día siguiente de lo que pasó, me envió tres mensajes:
"Cómo estás?
Estás segura de que ya no quieres?
Piénsalo bien, Millie, por favor"Me encogí de hombros, fingiendo indiferencia.
- Porque no tenía nada que decirte.
El frunció el ceño y avanzó un paso hacia mí.
- Cami...
- No hagas esto, Natanael - lo corté de inmediato, sintiendo cómo mi pecho se apretaba - ya habíamos lo que teníamos que hablar... no hay nada más que decir.
Se quedó en silencio, apretando la mandíbula mientras me observaba.
- Te extraño - dijo al fin, con un tono de voz más bajo.
Ignoré el nudo en mi garganta y lo miré fijamente.
- Yo no.
El parpadeó, como si mis palabras lo hubieran tomado por sorpresa.
- No te creo - murmuró, con una sonrisa amarga.
- No me importa si me crees o no - respondí con firmeza mientras me cruzaba de brazos.
Él desvió la mirada, pasó una mano por su cabello y soltó un suspiro pesado.
- ¿Qué? ¿Ya no me quieres?
Tomé aire, buscando fuerzas para no soltarme a llorar en este instante.
- No, no te quiero - mentí con una seguridad que casi me lo creí.
Natanael me miró fijamente, sus ojos oscuros buscando desesperadamente alguna señal de que no estaba diciendo la verdad.
- No te creo - repitió, pero su voz sonaba más triste que desafiante.
Me encogí de hombros.
- No es mi problema.
Apretó la mandíbula, pasó una mano por su cabello con frustración y soltó un suspiro pesado.
- Camila...
- Ya vete, Natanael - lo interrumpí, sintiendo mi pecho apretarse - no tienes nada que hacer aquí.
El me miró, inmóvil, como si estuviera buscando algo para hacerme cambiar de opinión.
- No quiero que esto termine así - murmuró, quedando frente al escritorio.
- Pero ya terminó.
El apretó los labios y por su postura, supe que se había enojado.
- ¿Así de fácil? - preguntó con un tono bajo, pero frustrado - Así, a la verga todo.
Sentí un nudo en la garganta, pero me obligué a mantenerme firme.
- Si, así... a la verga todo.
El soltó una risa sin humor, negando con la cabeza.
- ¿De verdad prefieres dejar todo así?
- ¡Qué si, Natanael! - respondí a la defensiva sin poder evitarlo - ¿cuántas veces te lo tengo que decir?
Su mandíbula se apretó aún más y me miró con una rabia contenida.
- No mames, Cami...
- Ya, Natanael - lo corté, sintiendo cómo la desesperación y el coraje me quemaban en el pecho - no quiero nada contigo, no quiero verte, no quiero hablarte, ¡nada! Ya vete, por favor.
El me miró por unos segundos, como si esperara que me arrepintiera. Pero no lo hice, me obligué a fingir la misma indiferencia.
- Puta madre... - murmuró con frustración, pasando una mano por su rostro antes de soltar un suspiro pesado.
Esperé, con el corazón latiéndome fuerte en el pecho, pero no dije nada más. Ya no había más que decir.
Finalmente, sin agregar una palabra, se giró y caminó hacia la puerta. La abrió con brusquedad y salió, cerrándola con más fuerza de la necesaria.
El silencio que quedó en la oficina fue ensordecedor. Me dejé caer en la silla, sintiendo mi cuerpo entero tensarse y luego soltarse de golpe.
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Estrellas | Natanael Cano
FanfictionBebecita, dime qué pasó Si cometí un error Y es que no puedo vivir sin tu calor Y ya no quiero ser el mismo que era yo - 🌟 - Bebecita, ¿qué pasó? ¿Qué ya se te olvidaron las cosas que pasamos? Pero yo me he aferrado - 🌟 - Es que yo sin ti No sé...