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Natanael Cano

Murmuré una maldición al ver a Camila avanzar por el pasillo y cambiar su dirección al verme. Desde ese día que hablamos, ella decidió que la única opción era ignorarme, evitarme a toda costa, y las pocas veces que coincidíamos, se enfocaba en cualquier otra persona menos en mí.

Sintiéndome cada vez más frustrado, caminé hacia la sala de producción encontrándome con Gabito. Me adentré en silencio y el se me quedó viendo con los ojos entrecerrados, analizándome.

- ¿Qué traes, pa'?

- Quiero un abracito - dije haciendo un puchero.

El rió levemente abriendo sus brazos, sin pensarlo mucho. Me acerqué y me dejé envolver por su abrazo.

- ¿Qué pasó? - habló frotando mi espalda.

- Nada - respondí rápido, intentando sonar despreocupado - nomás quería un abrazo.

- Está bien - contestó haciendo más fuerte su abrazo haciéndome reír levemente.

- ¿Qué andas haciendo? - pregunté separándome lentamente.

Hizo el ademán de hablar pero una llamada entrante en mi celular lo interrumpió. Saqué mi celular del bolsillo y salí de la habitación para atender la llamada.

Después de estar un ratote atorado en la llamada, regresé y, al adentrarme, me encontré con Camila hablando animadamente con Tapia, Amilkar y Gabito.

Tardó un poco en darse cuenta de mi presencia, pero cuando lo hizo, la incomodidad en ella fue evidente. Su sonrisa se desvaneció poco a poco, y su postura relajada cambió.

- Ya los dejaré trabajar - dijo Camila levantándose del sillón.

- ¿Tan rápido? - preguntó Gabito.

- Si, no los quiero interrumpir más - respondió regalándole una pequeña sonrisa.

- Puedes quedarte si quieres - intervine, tratando de sonar relajado.

Camila se detuvo por un momento y, por fin, me miró directamente. Su expresión era difícil de leer, como si estuviera evaluando mis intenciones.

Sentí la mirada de Gabito, tal vez sorprendido por mis palabras.

- Gracias, pero también tengo trabajo - habló con un tono neutral antes de desviar la mirada hacia los demás, sonriéndoles ligeramente - nos vemos después.

Ellos se despidieron mientras Camila avanzaba hasta la puerta. Cuando salió, me decidí a seguirla, ignorando las miradas curiosas de mis amigos.

Aceleré el paso para alcanzarla en el pasillo.

- Camila - la llamé con voz firme, logrando que se detuviera a regañadientes.

Se giró lentamente, para mirarme con la misma indiferencia de siempre.

- Dime.

- ¿Cómo estás? - pregunté, esforzándome por sonar casual, aunque mi tono probablemente me delataba.

Me miró por unos segundos entrecerrando los ojos.

- Estoy bien, gracias - contestó, su tono frío y cortante.

- Me da gusto - dije con una pequeña sonrisa.

Camila me observó en silencio por un momento, como si no supiera qué pensar de mi respuesta.

Estrellas | Natanael Cano  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora