CAPÍTULO 43...

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Esperé un momento enfrente de la puerta conteniendo la respiración, esperando a que alguien abriera la puerta, esperando lo mejor, anhelando mi antiguo hogar. Después de unos segundos de espera, mi madre abrió la puerta.

- ¡Mamá! – exclamé al tiempo que me abalanzaba sobre ella para darle un enorme abrazo.

- ¡___(tn) estás aquí! – me rodeó igualmente con sus brazos

- Te extrañé mamá – fue lo primero que dije, con un nudo en la garganta tratando de contener las lágrimas. Me decía a mí misma: “Sé fuerte” no solo por mi madre, sino por mí

- Yo también hija… yo también – frotó cariñosamente mi espalda

- ¿Cómo estás? – pregunté esbozando una enorme sonrisa, tratando de parecer feliz, muy feliz y algo menos emotiva

- Como nunca, ahora que estás aquí – sonrió, con esa sonrisa tan sincera, que casi había olvidado

-¿Puedo entrar? – recogí mi maleta del piso

- ¿¡Qué pregunta es ésa?! ¡Es tu casa!

Entré tímidamente y allí estaba el lugar de mi infancia. La sala, donde había pasado todas mis Navidades y Días de Reyes. La cocina, cada recuerdo de las cenas familiares estaba grabado allí, como el intento de hacer una banderilla que de algún modo terminó pegada al techo, la vez que mi tío abrió una Sidra y la tapa salió disparada, haciendo una pequeña abolladura en la pared, la vez que mi abuelo gordo rompió la pata de una silla o la vez que mi prima pequeña tiró refresco en la alfombra. Todo seguía allí.

- Es justo como lo recordaba, no ha cambiado nada – dejé mi maleta en el piso de nuevo y, sin importarme nada, comencé mi recorrido por toda la casa.

- ¿A dónde vas? – comentó mi madre al verme subir las escaleras

- Ahora regreso

El primer lugar al que me dirigí fue, obviamente, mi cuarto. Abrí la puerta rápidamente, y lo que vi me golpeó fuerte, pero no sé por qué. ¿De qué color eran las paredes? No recordaba, todo estaba lleno de mis ídolos.

Uno pensaría que me sentiría triste por haberlos dejado allí pero no fue así. Estaba sumamente contenta porque tenía maravillosos recuerdos, y no tenía por qué olvidarlos ahora.

Pensé que mi madre los habría quitado, bueno con mayor razón… mi padre. Aún recordaba la pelea con mi madre, cuando mi fanatismo comenzó. No quería que tapizara toda la habitación pero la ignoré y solo pegué pósters por doquier. O la vez que queríamos pintar la casa entera, y mi cuarto fue la excepción. Una vez mi padre había dicho:” ¿Qué harás cuando ya no te gusten?” pensé que sería como en las películas, que cuando el hijo se iba de la casa, los padres o hermanos convertían su habitación en algo aburrido de adultos, como en Ummm… ¿una oficina? Estaba muy aliviada de que todo siguiera allí.

Me senté en mi cama, y al lago había un escritorio, mi escritorio. Abrí uno de los cajones, y encontré las innumerables libretas, llenas de recortes de revistas y novelas que había escrito, novelas que me quedaba a veces toda la noche escribiendo. Comencé a hojearlas, y fue inevitable esta vez que una lágrima se me escapara, todas esas historias de amor con Niall, se habían vuelto realidad, eso hizo que lo extrañara aún más.

Me quedé sentada reflexionando un momento, hasta que de repente recordé ese cuarto de madera del tercer piso.

Me levanté de la cama de un brinco, salí a trompicones del cuarto y subí esos escalones de madera vieja demasiado pequeños como para que quepa un pie completo, y del tamaño justo como para que quepa la punta del pie.

Y allí estaba, la puerta de madera, un recuerdo vago de mi adolescencia. Vacilé un poco en la perilla pero se abrió sin esfuerzo alguno. Una especie de sótano pero en el tercer piso de la casa, apareció frente a mis ojos; todo estaba hecho de madera, parecía un espacio que desde el principio estuvo destinado para albergar recuerdos íntimos. El techo era de madera color café claro, el piso igualmente, no tenía gran chiste pero daba una agradable sensación de calidez. Toda la parte derecha del cuarto sobresalía para formar una especie de banca gigante, la parte izquierda en realidad no tenía gran chiste, solo era una pared enorme, solitaria. Había un sillón color vino, una pequeña mesa de madera igualmente, donde descansaba un estéreo sencillo y algunas libretas de marquilla, con cosas escritas en ellas que recordaba.

Caminé unos pasos y se me senté en el sillón y de repente, sentí algo duro, me levanté un poco para poder ver qué era. Luego, tan fugaz como el nado de un pez espada, recordé todo lo que había pasado allí. Era una libreta engargolada que decía: “One Direction Songs”. La abrí y comencé a hojearla lentamente, desde “What Makes You Beautiful” hasta “One Way Or Another” estaban allí, escritas con mi espantosa caligrafía, y todas con tinta azul. Solía sentarme cada fin de semana, a escribir sus canciones, luego traducirlas al español y luego cantándolas. Ponía el disco de Up All Night y Take Me Home en el viejo estéreo, y cantaba sus canciones a todo pulmón y con toda la pasión que podía (razón por la cual no pude entrar en Broadway) por eso elegí ese recóndito lugar, nadie podía oírme ni juzgarme por mis desafinadas notas. Comencé a preguntarme dónde estaban los discos, recuerdo que siempre los escondía muy bien y los protegía con todo mi alma. Fue un instinto buscar debajo del sillón pero allí estaban. Saqué ambos con mucho cuidado, estaban intactos y sin ningún rasguño, mi escondite no fue malo después de todo.

En medio de todos mis recuerdos, escuché que la puerta principal se abría.

Mi Ángel De Ojos Azules♥ (A Niall Horan Fanfic) {Editando}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora