Capítulo 38

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- Hola -saludó de inmediato la chica, eso sí, algo cortada y con miedo de que pudiese haber escuchado algo de la conversación que estaba manteniendo con Bruno.

- ¿Qué tal Sara? ¿Celebrando el cumpleaños de setita? -bromeó Cloe mientras abría la nevera y se servía un vaso de agua, el motivo que la había hecho bajar hasta la cocina- Setita es mi hermano, es un apodo cariñoso -le aclaró ante la cara de confusión que dibujaba la chica y mientras le revolvía el pelo a su hermano de forma más o menos cariñosa.

- Sí, claro -le rió Sara la broma, aunque algo exagerado, ya que ella no entendía la relación entre una seta y su amigo.

- Déjala, está tonta -comentó Bruno rodando los ojos y deseando que su hermana desapareciese de inmediato, pues obviamente lo estaba avergonzando.

- Anda que eres quejica, ya os dejo ¡Buenas noches! -se despidió la chica no sin antes coger un buen puñado de chocolatinas para llevarse a su cuarto.

Cloe se tenía muy bien estudiado su papel de hermana mayor y no le costaba trabajo alguno picar a cada uno de sus hermanos, pero hacerlo con Bruno era de lo más satisfactorio. Quizás por su edad, no se sentía tan cruel haciéndole todo tipo de bromas, ya que estaban prácticamente en igualdad de condiciones. Y él, que era un buenazo de manual, la aguantaba sin demasiadas quejas.

- Ha disimulado, pero te juro que se acuerda perfectamente -le dijo Bruno a su amiga una vez había marchado su hermana.

- Ay por dios, que bochorno. ¿De verdad se acuerda? -le preguntó Sara sin estar muy segura de si quería recordar aquel episodio de su vida.

- Tomad, aquí tenéis los bocadillos -les dijo Mimi a los chicos tras dejar dos sándwich encima de la mesa de la cocina, uno para su hijo y otro para su amiga, quien había ido a pasar la tarde en casa después del colegio.

- Gracias mamá -le agradeció Bruno mientras pegaba el primer bocado.

- Gracias Mimi -le agradeció también la niña, quien empezó a merendar con algo menos de entusiasmo.

- ¿Te gusta Sara? -se interesó la rubia preocupándose por ella.

- Sí, está muy rico -asintió la pequeña agitando sus dos coletas con fuerza y una gran sonrisa. La verdad era que la pequeña estaba para comérsela, y aunque se había quedado con antojo de comer otra cosa, no iba a hacerle el feo de decírselo a la madre de su mejor amigo.

- Venga -le susurró Bruno a la niña mientras le daba un codazo para que espabilase.

- Ay que no -negó la niña alzando un poco más la voz, lo suficiente para que Mimi se percatase de que algo estaba sucediendo.

- ¿Qué os pasa? -les preguntó la madre a los amigos.

Sara dudó unos instantes antes de decir nada, pero finalmente se decidió a contar ella su versión de los hechos, pues sabía que si no lo haría Bruno en su lugar e iba a ser mucho peor.

- Mimi, tengo que decirte una cosa -soltó la niña bastante seria, muy decidida y sobretodo llena de valentía.

- Dime, si no te gusta este sándwich lo podemos hacerlo de otra cosa, no hay ningún problema -insistió Mimi, que no se quitaba aquel error de la cabeza y seguía convencida de que no le había gustado- Mira que tu padre me recuerda siempre que no puedes tomar lactosa, pero no caí en comprarte el queso, solo la leche.

Esa vez, sus despistes le habían jugado una mala pasada, y aunque sabía de sobras que la niña no podía comer lactosa, se le había olvidado por completo comprarle su queso especial. Realmente, todo aquello habría sido una tontería, porque en casa tenían mil cosas más para meter en el bocadillo, pero Sara le había pedido explícitamente a la rubia y en reiteradas ocasiones que la próxima vez que merendase en su casa quería comer un sándwich de jamón y queso derretido, y lo cierta era que la madre se sintió terriblemente mal al no poder dárselo.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora