Capítulo 147

401 47 53
                                    

- Parece mentira Maca, ¿no sabemos vivir sin el móvil o qué? -comentó la madre de esta al ver que la chica no prestaba atención a otra cosa.

A la mujer no le gustaba nada que su hija revisase sus mensajes cuando estaban en la mesa comiendo, pero por suerte, eso no ocurría muy a menudo. Aquella noche fue la excepción. Macarena ya llevaba un buen rato con la mirada pegada a la pantalla, y aunque su madre le había dejado hacer unos minutos sin decirle nada, finalmente decidió intervenir.

- Lo siento -se disculpó la chica al darse cuenta de que se había quedado embobada con aquella conversación- Es que llevaba todo el día sin leer los mensajes y tenía muchos -se excusó.

- No pasa nada -negó la madre sin intención de regañarla por aquello, pues tampoco era para tanto- Responde a lo que tengas que responder, no vayas a quedarte a medias -le dio el permiso para seguir con aquello.

- Un minuto -le prometió la chica cogiendo el móvil de nuevo.

Realmente Macarena tenía ganas de hablar con su madre, estaban de vacaciones en un apartamento en la playa, y aunque ya llevasen unos días sin separarse ni un segundo, quería prestarle atención. Ambas se entendían muy bien y tenían una relación muy cercana, probablemente porque llevaban más de diez años viviendo solas.

Los padres de la chica se habían separado cuando esta tenía poco más de cuatro años. Por suerte, fue un divorcio amistoso e hicieron todo lo posible para que la niña no saliera perjudicada de aquello.

Al principio, Macarena estuvo yendo y viniendo cada semana de la casa de su madre a la de su parte, pero llegó un punto en el que su padre se casó de nuevo y formó una nueva familia. Este hizo todo lo posible para que su hija se sintiese parte de todo aquello, pero la ya entonces adolescente nunca se sintió del todo cómoda con esa situación. Con doce años, Macarena decidió que solo iría a la casa de su padre un fin de semana cada quince días, y lo cierto fue que desde entonces la situación con él mejoró notablemente. Aun así, la chica siempre fue más de su madre que de su padre.

- ¿Muy divertido? -le preguntó la mujer curiosa al ver la pequeña sonrisa que se le escapaba a su hija leyendo los mensajes.

- ¿El que? -respondió la chica confusa sin entender a que venía aquello.

- No sé, lo que te cuentan tus amigas. ¿No te has visto esa sonrisilla? -comentó la madre dispuesta a descubrir de que se trataba. Pocas veces la intuición de madre se equivocaba, y esta estaba segura de que esta vez acertaría.

- No me he reído -negó Macarena algo avergonzada.

- Entonces, ¿es alguien especial? -trató de adivinar la mujer.

- ¡Ay, mamá! No seas cursi -le pidió la chica poniéndose roja cuál tomate al escucharla.

- Lo siento hija, es que no sé muy bien como hablar de estas cosas contigo -admitió la madre siendo sincera, pues al igual que era un tema complicado para Macarena, para ella también lo estaba siendo- ¿Te gusta alguien? ¿Es eso? -le preguntó dejándose de romanticismos y yendo al grano, pues eso era lo que esta le había pedido.

La mujer ya sabía la respuesta, desde hacía días, pero aun así quería hablar de aquello con ella. Sabía lo reservada que era su hija, al igual que conocía por experiencia propia lo mucho que una podía a llegar a sufrir por amor a esas edades, y solo quería asegurarse de que su pequeña tenía las cosas claras.

- No pasa nada Maca, ni es nada de lo que debas avergonzarte -siguió la mujer ante la atónita mirada de la chica- Esto es parte de la vida, y si te hace caso, pues mejor, ¿o no? -trató de hacerle ver.

- Sí, bueno, me hace caso, pero no sé si el caso que quiero -respondió la chica con total confianza. Su madre ya lo sabía, así que ya no le quedaba nada por perder, estaba segura de que ella le podría dar algún consejo.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora