Capítulo 46

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Como cada día a la hora del recreo, Emma estaba sentada en un bordillo del patio de su colegio leyendo un libro. Al contrario de lo que podía parecer, estaba allí por decisión propia, y no porque el resto de sus compañeros la hubiesen apartado de sus actividades. La morena nunca había sido sociable, y lo cierto era que prefería sentarse al sol a esas horas del mediodía y disfrutar de su lectura mucho antes que jugar con otros niños. A lo largo del tiempo, aquello nunca había pasado desapercibido de maestros, monitores e incluso algún psicólogo que estaba de paso por el centro, quiénes se empeñaban en tratar de integrar a la pequeña en algún grupo, haciéndole más mal que bien, pero pasados tantos años, por fin habían empezado a respetar su decisión.

- Emma -se acercó corriendo una niña a ella durante el recreo.

- Sí -respondió levantando la vista de su libro para atenderla. Aquella niña, aunque no la podía considerar amiga, le caía bien, y solía estar bastante pendiente de ella yéndola a ver en su rincón de lectura de vez en cuando.

- ¿Hoy es tu cumple? -le preguntó.

- Sí -respondió la pequeña, quién no pudo evitar mostrar la ilusión que le había hecho que se acordase de que era su día especial.

- ¡Ala! ¡Muchas felicidades! -exclamó la niña casi tirándose encima suyo para darle un abrazo.

Aquel gesto descolocó un poco a Emma, que se sintió algo invadida por las confianzas que se había tomado la chica, pues a ella le gustaban los abrazos, pero no de cualquiera. Aún así, era capaz de entender que aquello era lo normal en ocasiones como esas y que realmente solo era un gesto de afecto del que debía sentirse agradecida.

- Gracias Julia -le agradeció la morena con una grande y verdadera sonrisa.

- ¿Y por qué no nos lo has dicho antes? -se preguntó la niña mientras cogía asiento a su lado, algo que pocas veces hacía, solo cuando sabía que se iba a quedar con ella un buen rato.

- Pues no sé -respondió Emma, aunque realmente sí lo sabía. No le gustaba ser el centro de atención, y aunque quería que le felicitaran su cumpleaños, le daba demasiada vergüenza tener que pedirlo. Así que siempre prefería pasarlo por alto y actuar como si fuese un día cualquiera.

- Tienes que decirlo, para que te cantemos el cumpleaños feliz en clase y la profe te haga una corona de tu color favorito -le explicó- ¿No quieres? -se preguntó pensando que podría ser que no le gustaba ese día- Si quieres yo le pido a Rosa que hagamos la fiesta después del comedor -se ofreció- y así perdemos un poco de clase -añadió con una risa traviesa.

- ¿Sí? -se preguntó la niña ilusionada, pues realmente sí que le gustaba poder celebrarlo en clase, como todos los niños, pero no quería pedirlo ella- Tengo unas piruletas en mi mochila para vosotros, mi madre me ha dicho que las reparta, pero me daba vergüenza hacerlo -le confesó aún más avergonzada, pues sabía que muy normal no era tener vergüenza de algo tan simple como aquello.

Emma había superado muchos miedos a lo largo de su vida académica, sobretodo en el último año, y cada vez era menos vergonzosa y estaba más integrada en el día a día de su clase de quinto de primaria. Lo cierto era que ya no le daba miedo presentar trabajos, corregir los deberes en voz alta o leer para toda la clase, sabía que lo hacía bien y era consciente de que era algo que hacían todos sus compañeros por igual. Pero cosas como las de aquel día, que se salían por completo de la normalidad y que la ponían a ella en el punto de mira, la superaban por completo.

- ¿Puedo ayudarte? -le preguntó la otra niña ilusionada y sin juzgar para nada la actitud de Emma, pues al contrario de lo que esta hacía, ella sí que la consideraba una amiga y la trataba como tal- A mi me encanta repartir las chuches de los cumples -confesó.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora