Capítulo 15

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A los ojos de cualquiera parecían una pareja de lo más normal, felizmente enamoradas, pero solo ellas sabían lo que les había costado llegar hasta allí. Literalmente. Era la primera vez que tenían un plan de pareja a solas desde que había nacido Mimi, de hecho debían remontarse casi un par de años atrás desde la última vez que se fueron a un restaurante completamente solas, sin Ana estando embarazada de la pequeña, y eso era demasiado tiempo.

- No sé si creerme que esto esta pasando de verdad -bromeó la morena con una ligera risa y observando a su alrededor.

Ningún hijo más pendiente del móvil que de la comida, ninguna niña haciendo equilibrios entre las sillas de su mesa, nadie enfadado porque no le gustaba ningún plato de los que había en carta, ninguna pelea, todo aquello que en algún momento había sido su normalidad parecía completamente imposible por aquel entonces.

- Pues que quieras que te diga, ya era hora -respondió Mimi que aún no echaba de menos a ninguno de sus hijos, y mucho menos a las desventajas que suponía salir de casa junto a ellos.

- Me encanta que me hayas traído aquí -comentó Ana mientras miraba hacía la playa.

Estaban en un restaurante a primera línea de mar, una especie de chiringuito, pero bastante más lujoso de a lo que estaban acostumbras. Con decir que formaba parte del hotel más caro de la ciudad, cualquiera podría hacerse una idea de cómo eran las vistas desde su espectacular terraza.

- Ya sabes que esta zona tiene mucha historia, de hecho es nuestra historia quién le debe tanto a este barrio -le recordó Mimi con una media sonrisa mientras le daba la mano por encima de la mesa.

La rubia sabía de sobras que a su mujer no le gustaba demasiado hablar sobre aquello, y no es que no quisese recordar su historia, pero siempre que se acordaba de todo lo vivido se emocionaba como una boba.

Ana nunca se había querido mudar de allí, de hecho, tomar esa decisión les costó sus primeras peleas matrimoniales, pero finalmente tuvo que ceder, porque el precio de las viviendas en la ciudad las echó, así que se tuvo que alejar de su querida playa.

- Venir hasta aquí es una elección que nunca falla, esta vez he preferido ir a lo seguro y no arriesgarme -añadió con un ligera risa tonta al recordar algunas metidas de pata pasadas tratando de impresionar a su mujer.

- No me puedo quejar Mimi -aceptó Ana- Siempre has sido tu la que me has tratado de sorprender continuamente, y tengo que reconocer que no soy para nada detallista a tu lado -admitió la morena, quién fuera de fechas señaladas no solía regalar nada, a nadie.

- Tranquila, después de 23 años, puedo asegurarte que no estoy por ti por tus regalos -bromeó la rubia a quien realmente eso le importaba poco.

Ella siempre había sido detallista, con todo el mundo que la rodeaba, y no lo hacía para recibir nada a cambio. Simplemente lo hacía cuando se le pasaba algo por la cabeza y quería sorprender a alguien, pues le encantaba hacerlo. Además, la rubia también debía admitir que era una persona muy difícil de regalar.

- Cómo eres -rió Ana- ¿Sabes? -comentó mientras cogía un vaso de agua y pegaba un trago antes de seguir hablando.

Realmente el agua no acompañaba para nada esa paella que iban a comer un rato después, pero para su desgracia, la morena no podía consumir ni una copita de vino, porque seguía dándole el pecho a su hija, y obviamente eso estaba terminantemente prohibido.

- Hace bastantes meses vine aquí -continuó la morena con su relato- No exactamente aquí, solo estuve paseando por la orilla -le aclaró a la rubia que la miraba extrañada al pensar que se había ido sola a comer en un restaurante así- Ya sabes, algo nostálgica, pensando y recordando en lo que creía que fueron nuestros mejores momentos.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora