- Voy al baño un momento, ahora vengo -le dijo Cloe a su novia y a su hermana mientras se levantaba de la silla.
Como hacía siempre, avanzó con paso firme y rápidamente hacía los servicios, sin mirar atrás. Ya los había localizado nada más entrar en el restaurante, pues nunca estaba de más tenerlo en cuenta, así que no tuvo que preguntarle a nadie por ellos. Sabía de sobras que esa noche los iba a visitar, por un motivo u otro, y no se había equivocado, porque allí estaba, aunque más pronto de lo que había imaginado.
Gracias a Dios estaban limpios y olía bien allí dentro, algo poco habitual en los restaurantes que solía frecuentar, aunque no era para menos teniendo en cuenta el dinero que se iba a gastar en la cena de esa noche. Y es que nada tenía que envidiarle al McDonald's de la noche anterior aquel restaurante, que aunque no lo era, podría haberse considerado de lujo. Porqué sí, comer en un restaurante que no fuese de comida rápida en Nueva York era un lujo de los grandes, y más teniendo en cuenta las vistas que había desde el comedor. Y sí, la que iba a pagar esa noche era ella, no podía no hacerlo después de que su novia le hubiese pagado los vuelos y la estancia en la ciudad, aunque fuese un regalo.
Un regalo. Todo aquello había empezado por un regalo, y aún meses después, a Cloe le costaba entender cómo su chica le había podido regalar algo así. La teoría de que ni lo material ni el dinero era importante se la sabía de sobras, pues era la mayor de ocho hermanos y había tenido que aprenderlo a base de bien. Aún así, no podía no pensar en lo que significaba que le hubiese regalado una experiencia como aquella. Estaba claro que Lucía no la quería comprar con dinero, a ella no le hacía falta hacer algo así, pero le sorprendía que alguien hubiese llegado a hacer un esfuerzo económico tan grande solo para hacerla feliz. Porque sí, todo aquello del viaje era una excusa para visitar a su hermana.
- Supongo que era eso -balbuceó Cloe mientras se miraba en el espejo impoluto de aquel baño.
El amor. Precisamente en aquello pensaba la chica cuando para su sorpresa se encontró hablando sola y en voz alta. Ella nunca hubiera imaginado que fuera posible que la inmensidad del amor llegara a ser tan grande. Que sí, que sus madres se querían mucho, y ella siempre lo había sentido así, pero ni por asomo hubiese podido llegar a pensar que el amor tuviese una fuerza tan arrolladora. Desde bien pequeña, a Cloe nunca le había interesado todas aquellas tonterías de novios y novias que se traían sus amigos, y quizás por eso todo aquello le había pillado por sorpresa.
Y es que al fin y al cabo todo había empezado con una bobería de una Cloe aún adolescente. Era divertido salir todos los viernes y enrollarse con el chico o la chica más guapa de la discoteca. También lo fue cuando se topó con Lucía y a la mañana siguiente se despertó sin apenas recordar nada de aquello. Y pasó, sin más, como una más de una lista imaginaria que poco a poco se iba borrando de su mente. Hasta ese día. El día que una bendita casualidad lo cambió todo. Y aún en esos momentos, sin dejarse de mirar fijamente en ese espejo, se le erizaba la piel al pensar que hubiese pasado si no hubiese elegido ese camino, si hubiese salido cinco minutos antes o después, si no se hubiese percatado de su presencia, o peor, si el miedo la hubiese paralizado y hubiese decidido no acercarse a ella.
- No es el momento -se dijo a sí misma queriendo borrar ese horrible pensamiento de su cabeza. Y es que no lo era, ¿quién diablos se ponía a pensar en algo así cuando la estaban esperando en la mesa para seguir con la cena?- Siempre igual, gilipollas -esputó echándose la bronca a sí misma. Podría parecer que había perdido la cordura, pero lo cierto es que era algo que solía hacer, aunque no en voz alta, sino en la intimidad de su mente.
Había pasado y ya. Tenía que pasar y pasó. Y si no hubiese sucedido de tal forma, sus caminos se hubieran cruzado en otro momento y hubiesen terminado juntas igualmente. Exactamente de aquello trataba de convencerse Cloe mientras intentaba alejar esos pensamientos estúpidos de su cabeza, y es que tampoco era raro que su cabeza la sabotease en los peores momentos, pues a veces era así de caprichosa.
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Once | WARMI
FanfictionSEGUNDA PARTE DE NUEVE Y MEDIO Tras superar el peor bache que se habían encontrado a lo largo de su relación, Mimi y Ana empiezan a vivir de nuevo sus vidas, junto a sus ochos hijos. Pero nada será tan fácil como esperaban, y es que a pesar de que l...