Capítulo 42

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- Me aburro -se quejó Lola mientras esperaba, junto a su madre y hermanas, a que las llamarán para entrar a la consulta con el oftalmólogo.

- ¿No quieres jugar con Inés? -le preguntó Mimi señalando a su hija menor, quien estaba tan feliz y tranquila jugando con los juguetes que había en la sala de espera- Mira que bien se lo está pasando -trató de convencerla.

- Eso es para niños pequeños -respondió la rubia con algo de desprecio, pues ese tipo de juegos a los que jugaba su hermana a ella ya la aburrían.

- Claro, es verdad -asintió la madre dándole la razón para tenerla contenta- Es que tú ya eres muy mayor -dijo exagerando ese muy.

Cualquiera que estuviese más o menos habituado a ir al médico con niños, sabría el suplicio que suponía aquello. Y es que si ya se hacía pesado para los adultos, ¿cómo no se iba a hacerlo para los niños? Por suerte o por desgracia, Mimi estaba más que acostumbrada a aquello, y no porque sus hijos hubiesen tenido importantes problemas de salud, ni mucho menos, sino por su experiencia de madre de una familia más que numerosa. Así que, a pesar de que a veces sus hijas le pusieran las cosas difíciles, ella ya se las sabía todas para lograr manejar aquellas situaciones de la mejor forma posible.

- Pues sí mamá -asintió la niña poniéndose seria, para parecer más mayor- ¿Sabes que ya voy a cumplir ocho años? Falta poco, ¿que día es hoy? -le preguntó.

- Hoy es viernes dieciocho de marzo -le respondió la madre sin necesidad de mirarlo en ningún sitio.

- ¿Lo ves? ¡Solo faltan dos mes! -celebró muy emocionada, pues como era de esperar, moría de ganas de que llegase ese día- ¿Qué me vas a regalar? -se preguntó.

- ¿Y tú?¿Qué me vas a regalar tú a mí? -le preguntó Mimi- Que mi cumple es en menos de dos semanas, ¿eh? -le recordó al ver la cara de confusión de su hija, era obvio que no se acordaba de ello.

- ¡Ah! -dijo llevándose las manos a la boca al acordarse de ello y darse cuenta de que aún no había pensado en nada.

- ¿No te habrías olvidado? -preguntó la madre, aunque la respuesta la tenía clara.

- No, no, que va mamá -negó Lola entre risas mientras trataba de disimular, no demasiado bien, y le daba un abrazo, queriéndose disculpar por aquello.

Sentado al lado de Mimi, Emma leía un libro, completamente ajena al mundo exterior, o eso parecía, porque cuando escuchó la risa contagiosa de su hermana, no pudo evitar subir la mirada y observar a ese par. Tal para cuál. Lola era a Mimi lo que Emma era a Ana, una copia prácticamente perfecta la una de la otra, en todos los sentidos. A la morena le parecía divertido, aunque apenas entendía sus bromas, así que esbozó una pequeña sonrisa antes de seguir con su lectura.

- Mamá, ¿me harán daño? -se preguntó la rubia, aún con algo de miedo por entrar a la consulta.

- ¿Cómo te van a hacer daño hija? Si solo vamos a revisar la vista -rió Mimi ante tal ocurrencia, y más teniendo en cuenta de que ya le había hablado de ello anteriormente.

- ¿No me van a pinchar? ¡Pues menos mal! -exclamó Lola algo aliviada, que ya no sabía ni que decir para llamar la atención de su madre.

- Inés, Lola y Emma Guerra -interrumpió por fin la doctora llamando a las tres hermanas para que entrasen en uno de los despachos.

- Nosotras -se levantó Mimi apresurada cogiendo todas sus cosas, y las de sus hijas, y entró junto a las tres niñas a la consulta.

Siempre había discusiones por quién se revisaba primera, era un clásico que sucedía desde que sus dos hijos mayores eran bien pequeños. Y la verdad, aunque era un poco agotador y vergonzante para las madres, los médicos solían tener una paciencia y un trato admirable con ellas. Ese día, decidieron que pasara primero Emma, e Inés, al ver lo aparentemente divertido que era ver dibujitos en la pared, quiso pasar tras ella.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora