Capítulo 24

771 66 13
                                    

- Mamá, vamos a llegar tarde, son unas lentas -se quejó Emma refunfuñando mientras daba saltitos impaciente.

Si algo la podía diferenciar más de Ana era precisamente aquello. La pequeña odiaba llegar tarde a cualquier sitio, de hecho, lo pasaba fatal cada vez que se retrasaba, normalmente por culpa de su madre o alguna de sus hermanas. Odiaba esa sensación de tener que hacer esperar a los demás, la vergüenza de llegar a un sitio cuando algo ya había empezado y que todas la mirase o la mala imagen que eso daba, un sentimiento que le hubiese venido bien tener a Ana y a algunas de sus hermanas.

- ¡Cloe! ¡Es la hora! -gritó Mimi advirtiendo a su hija, y es que la verdad poco más podía hacer la mujer, que comprendía y compartía perfectamente la desesperación de la niña, pero ese día no podía llevarla ella a la hípica, así que meterle prisa a la mayor era lo único que le quedaba.

- Ya va, ya va -respondió la chica que, acompañada de su novia, bajaba a toda prisa las escaleras de casa- ¿No voy a poder desayunar? -se preguntó la chica que poco le preocupar llegar aún más tarde.

- ¡Cloe! -exclamó Emma desesperada y casi al borde del llanto al ver la actitud de su hermana.

- Volad -les ordenó Mimi a las chicas lanzándoles la llave del coche para que se llevaran de una vez a la niña a la hípica y dejase de desesperar.

Sin ni siquiera quejarse, ambas pillaron la señal de la rubia y salieron pitando junto a Emma para subirse en el coche e ir a la maldita hípica. Perfecto plan para una mañana de sábado de finales de diciembre, siendo también el último día que estarían juntas hasta Nochevieja.

- Cómo nos tenemos que ver, ¿eh? -comentó Lucía riendo una vez ya habían emprendido el camino y notó que Emma ya estaba un poco menos nerviosa, aunque a través del retrovisor, aún podía verla de brazos cruzados y haciendo morros, seguramente exagerando su enfado un poco más de la cuenta.

- Pues llevando a nuestra hija a la hípica un sábado a las nueve de la mañana, para eso hemos quedado -bromeó Cloe subiendo la voz para que la niña la escuchase perfectamente desde el asiento de atrás y picarla un poco.

- No soy vuestra hija, para mi suerte -respondió la pequeña malhumorada.

- ¡Oye! -la advirtió Cloe a la vez que se giraba para verla y alargaba su mano para hacerle cosquillas en el cuello, algo que sabía que infaliblemente la iba a hacer reír.

- Es que sois unas lentas, las dos -dejó claro Emma- Y tu eres un desastre, si no fuese por Lucía tendríamos que ir andando porque aún no te has sacado el carné -le recordó a su hermana sin cortarse ni un poquito.

- Que sepas que sí hemos bajado tarde ha sido única y exclusivamente por culpa de tu querida Lucía -respondió Cloe echándole las culpas a su novia.

- ¡Pero serás mala! -se quejó la chica riendo- Venga, Emma, indícame por donde tengo que ir -le pidió ayuda a la niña, porque la verdad era que no tenía ni la más remota idea de dónde caía la hípica.

Para su suerte, a la morena se le daba bastante bien dar indicaciones, algo que contrastaba con el nulo sentido de la orientación que había en esa familia, así que no tardaron más de lo habitual hasta llegar al sitio.

Una vez llegaron y bajaron del coche, Emma quedó impresionada con la que había allí montada: decoración navideña por todas partes, hinchables multicolor, un cañón que tiraba nieve y los mismísimos Reyes Magos. No, como era evidente ese día no era un día normal, ni tampoco había clase, pues ya empezaban las vacaciones de Navidad, y precisamente por eso habían montado esa macrofiesta, algo que la niña no se quiso perder por nada del mundo, ya que su profe le había prometido que sería genial, y de momento parecía que no se había equivocado.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora