Capítulo 74

619 59 18
                                    

- Pero bueno, ¿qué ven mis ojos? Míriam Doblas, pero que sorpresa -saludó la mujer efusivamente a la rubia, como sí hiciera años desde la última vez que se habían visto.

Pero nada más lejos a la realidad, aquella señora era la directora del colegio y se habían visto el día anterior en el trabajo. De hecho, habían tenido una reunión esa misma semana, como solía ser habitual a final de trimestre, y habían estado hablando de más cosas aparte de trabajo, algo también usual. La mujer le tenía mucho aprecio a Mimi, a la que, a pesar de los años, aún seguía llamando niña de vez en cuando. Ella misma la había entrevistado y contratado hacía ya más de veinte años, cuando solo era una cría recién salida de la Universidad, y también la había ayudado a sobrevivir a esos primeros años, donde las dudas y miedos abundaban por encima de todo.

- ¿Sorpresa? -se preguntó la rubia extrañada- Ya sabes que yo no me pierdo una fiesta -añadió, aunque ella era la única capaz de creerse una mentira así.

- Infantil -añadió la señora bromeando- A este tipo de fiestas llevabas tiempo sin venir -le recordó sin desdibujar la sonrisa de su cara.

Para nada tenía intención de echarle la bronca, ni mucho menos, sabía que tenía lío en casa, y por eso mismo agradecía que hubiese hecho el esfuerzo de acercarse a la comida, pues estaba segura que no le habría sido nada fácil organizarse.

- Pues ya ves -le dio la razón la rubia, pues no le quedaba otra- pero no te preocupes que aquí estoy y no me pienso ir -añadió- Y con muy pocas ganas de fiesta infantil, por cierto -bromeó.

- Me alegro que estés así de animada, y mira que tu siempre has sido poco navideña, ¿eh? -comentó la señora recordando sus comentarios anuales sobre esas fiestas- Por cierto, si que has llegado pronto, ¿no? Puntual como un reloj, me da a mí que tendremos que esperar un buen rato fuera -vaticinó sabiendo que el resto de la plantilla se iba a hacer de rogar.

-No sabes lo fácil que es salir de casa sola -respondió Mimi, quien tampoco se podía creer aquello de haber llegado casi la primera a un sitio.

- Si que lo sé mujer, que mis hijos hace años que ya ni viven en casa -le recordó- Y te tengo que dar la razón, así se vive muy bien -bromeó- Aún así me puedo imaginar lo difícil que debe salir de casa tan acompañada todas las mañanas, las pequeñas deben dar mucho trabajo -intuyó, pues ella había sido madre, pero ni de lejos había tenido tanta descendencia.

- No te creas, ya sabes que a los pequeños siempre los he controlado muy bien -le recordó haciendo referencia a su profesión- Las adolescentes son mucho peor, si es que se pasan el día en el baño, que si me ducho, que si me peino, que si me plancho el pelo, que si me maquillo -se quejó la madre ya encendiéndose solo de pensarlo.

Se habría prometido a si misma no hablar de hijos ni de la familia en general, porque quería desconectar, pero ¿a quién quería engañar? Le era imposible evitar el tema, ella misma lo sacaba de forma inconsciente. Por suerte, y como solía ser habitual, la directora estaba muy relajada y con ganas de escuchar cualquier cosa.

- A ver si se les pasa la tontería pronto -añadió la rubia.

- Te ha salido presumida Sofía, ¿eh? -comentó la mujer sabiendo perfectamente que su adolescente tenía nombre y apellidos- A veces la veo por el patio y parece una princesita, si es que el nombre le viene como anillo al dedo -comentó con una sonrisa al recordarla.

Todos los hijos de Mimi y Ana se hacían de querer, pero por razones obvias, la directora era más próxima a la única que estaba estudiando en su centro, a pesar de que ella solo mandaba en primaria. Aún recordaba el día que la rubia se había presentado con sus dos recién nacidas a la escuela para presentárselos, ambas estaban para comérselas, y a pesar de los años, aún tenía esa imagen tierna de las mellizas en su cabeza.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora