Capítulo 160

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Ana agarró su café con algo de prisa, pero no la suficiente para evitar que invirtiera un par de segundos en agradecerle la rapidez al camarero del bar de su facultad. Iba bastante justa de tiempo, algo habitual en ella, y sabía que aquella dosis de cafeína era totalmente prescindible, pues ya había tomado un café en casa, pero aquello ya formaba parte de su ritual de todas las mañanas. Una vez tuvo su café en mano, se dirigió al despacho con celeridad, y con algo de torpeza, dejó el vaso de cartón encima de su mesa.

- Menos mal que el despacho lo tenemos al lado de la cafetería, esto está ardiendo -comentó la mujer con su compañera de trabajo, quien parecía que ya llevaba un buen rato allí dentro.

- ¿Ana? -se sorprendió Nuria al escuchar aquello, eso era lo último que esperaba aquella mañana- ¿No has visto el tablón de anuncios? -le preguntó dando por sentado que, evidentemente, aún no se había enterado de lo ocurrido.

- ¿El tablón? -le respondió la morena extrañada- ¿Eso sigue existiendo? -se burló sin hacerle demasiado caso.

- Ya están las notas -le desveló su compañera sin andarse con más rodeos.

- ¿Las notas? -se preguntó Ana algo asustada y quedándose inmóvil, pues ciertamente no estaba muy segura de querer saber cuál había sido su resultado.

Su reacción fue totalmente comprensible. Hacía meses que se había sometido al examen para obtener su cátedra, y después de tanto tiempo de espera le resultaba aterrador descubrir su calificación. Aquello era algo verdaderamente importante para ella, a pesar de que a nivel laboral no iba a suponer una gran compensación económica. Había soñado con aquello desde que había pisado la facultad de historia por primera vez, hacía ya veinticinco años, y pensar que podría hacerse realidad o desvanecerse en apenas unos segundos le daba un vértigo tremendo.

- Venga, corre a verlo -le animó Nuria al ver que no lograba reaccionar.

Ana no lo dudó y salió del despacho aún con más prisa de la que había entrado. Sorteó como pudo los alumnos que se encontró en el corto camino que unía su despacho con el tablón de anuncios y se plantó delante de aquella lista de calificaciones. Sin dudarlo ni un segundo fue directa a buscar su apellido para descubrir cuál era su nota.

- Nueve setenta y tres -balbuceó nerviosa al ver el resultado. Francamente era una muy buena nota, pero quizás no era suficiente para obtener su plaza. Para averiguar si la cátedra era suya, no le quedaba otra que comprobar que nadie en aquella lista de más de veinte personas la había superado- Ocho, ocho, siete -empezó a repasar con gran celeridad. Necesitaba salir de dudas lo más pronto posible- Nueve veinti... -respiró hondo sin ni siquiera terminar de leer la nota, ya no le era necesario, ese aspirante tampoco la superaba- Seis, ocho, siete, ocho -siguió mientras bajaba su dedo por el papel.

- Ana -la interrumpió un compañero.

- Disculpa, un segundo, es que estoy -se excusó sin ni siquiera girarse para responderle, pues sabía que, fuera lo que fuera, aquello que quería decirle podía esperar.

- Ana -insistió el hombre.

- Por favor, déjame comprobar esto -respondió la canaria algo borde, dejándose llevar por los nervios que le estaba causando esa situación.

- Ana, que la plaza es tuya -soltó sacándola por fin de dudas.

- ¿Es mía? ¿Estás seguro? -le preguntó la mujer sin creérselo del todo- Déjame asegurarme -se giró de nuevo para seguir leyendo la lista.

Obviamente no había razón para que su compañero de trabajo le mintiera con algo así, pero para poder creérselo Ana necesitaba ver con sus propios ojos aquello. Necesitaba una prueba que hiciera factible su sueño, nada más.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora