Capítulo 90

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Naira bajó las escaleras de casa a gran velocidad, hacía tiempo que no lo hacía tan deprisa, y sobretodo, tan emocionada. Sabía de sobras quién acababa de abrir la puerta de casa, no podía ser otra que su madre y sus hermanas, así que dejó todo lo que estaba haciendo para ir a saludarlas.

- ¡Buenas tardes! -la saludó Mimi al verla- No te traigo ningún regalo, ¿eh? -comentó bromeando al ver las prisas que llevaba su hija, aunque tampoco le llamó demasiado la atención, pues la morena siempre había ido corriendo a todos sitios.

- ¿Cómo te ha ido el examen? -le preguntó a Sofía algo nerviosa y ahorrándose cualquier saludo con ella y con el resto de la familia, pues quería ir directamente a lo importante.

- Creo que bien -respondió la rubia no muy segura de su respuesta, pues prefería no hacerse falsas ilusiones- Ha salido uno de los ejercicios que estuvimos mirando anoche, ese seguro que lo tengo bien -añadió dedicándole la mejor de sus sonrisas en forma de agradecimiento.

No era para menos, aunque su hermana tampoco quería que le agradeciese la ayuda que le había brindado la noche anterior, pues aunque no lo fuese, creía que eso debería ser lo normal entre hermanas, en lugar de algo extraordinaria. Aún así, Sofía no pudo estarse de agradecérselo una vez más, ni que fuese de forma indirecta, pues al fin y al cabo la había ayudado, y mucho.

- No le hagas caso, ese bien suena a muy bien -intervino Mimi dirigiéndose a la morena- Ya lo verás, te lo sabías muy bien, tienes que confiar más en ti -insistió mirando a la rubia, pues ya se lo había dicho unos minutos atrás, cuando madre e hija habían tenido la misma conversación que ahora estaban teniendo las hermanas.

Sabía que aquella simple recomendación no iba a cambiar nada, pero la mujer no podía estarse de insistirle con aquello cada vez que la veía tan insegura respecto a algo. No era nada nuevo, siempre había sido un manojo de inseguridades en todos los aspectos, aunque destacaba particularmente con la desconfianza que tenía consigo misma respecto a los estudios, toda la vida habían sido su talón de Aquiles.

- Es que prefiero pensar que voy a suspender y luego aprobar a que me pase al revés -le contestó la rubia explicándole su lógica- pero ahora no es que me piense que vaya a suspender, ¿eh? -añadió dejando claro que tampoco estaba siendo exageradamente pesimista con el examen.

- Vas a sacar un diez -intervino Inés, que aunque no entendía muy bien la conversación que estaban teniendo sus hermanas con su madre, había captado la idea de que estaban hablando de un examen y quiso dar su opinión- Eres muy lista, como Nai -añadió mientras asentía con su cabecita y una gran sonrisa, tratando de convencer a la rubia- ¿A que si mamá? -le preguntó a Mimi buscando su complicidad.

- Me parece a mí que la más lista de aquí eres tu -comentó la madre muriendo de ternura con su hija.

No sabía cómo se lo hacía, pero siempre tenía una respuesta para todo. Y sabía que no era algo extraordinario, la mayoría de los niños de su edad la tenían, aparte de una imaginación increíble, aunque Inés no destacaba por aquello. No es que no fuese una niña creativa, pero lo que más le llamaba la atención a su madre, después de haber tratado con tantísimos niños a lo largo de su vida profesional era su sensibilidad. A esa edad, los pequeños solían ser muy directos, lo que implicaba cierta brutalidad en sus palabras, pero Inés nunca había sido así, pues parecía que siempre supiese que debía decir y como debía hacerlo para hacer sentir mejor a la persona que tenía en frente, y ese era un don mágico.

- ¡Mi jirafa! -exclamó la niña cuando su madre quiso darle un abrazo, pues no se percató que aún llevaba su preciada manualidad en las manos.

- Perdón, perdón -se disculpó Mimi riéndose de su repentino mal genio- ¿Ya se la has enseñado a Naira? -le preguntó a su hija animándola a hacerlo.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora