Capítulo 11

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- Toma, tu té -dijo Laia dirigiéndose a Mimi a la vez que dejaba la taza encima de la mesa- ¿Estáis bien con esto o queréis algo más? -les preguntó a las niñas.

- No, gracias -respondió Emma, que con sus galletas y su zumo estaba más que satisfecha.

- Sí, estamos bien mamá -añadió su hija sin ni siquiera dejar de comer para responder.

- Lo que te decía, los inicios de curso siempre son agotadores -continuó la mujer retomando la conversación que había dejado a medias unos minutos atrás para ir a preparar la merienda- pero bueno, ya pasó la primera semana, así que algo es algo -añadió algo de positivismo a la conversación.

- No lo sabes tu bien -le dio la rubia la razón- y verás cuando llegue octubre con todas las extra-escolares -se quejó, más por gusto que por otra cosa.

Era inevitable sacar otro tema de conversación, por lo menos en ese momento donde las niñas estaban sentadas a su lado y era obvio que iban a escuchar cualquier cosa que dijeran. Estaba claro que esa tarde sería larga, y hablarían de muchas más cosas, pero delante de sus hijas no podían hablar con total libertad.

- ¿Al final la apuntaréis a hípica? -se preguntó Laia pensando en la hija de Mimi que tenía más cerca, ya que el resto no estaban allí.

- Qué remedio -bromeó la madre- No, no me hagas caso, sí es que al final todo esto será mejor de lo que esperaba, y a ella se la ve muy emocionada con la idea -comentó a la vez que miraba a Emma que asintió en señal de aprobación.

- Seguro que sí, ya verás -le dio la razón- Cuéntame Emma, ¿qué es eso de que vas a montar a caballo? -le preguntó a la niña.

- Sí, ayer fuimos con mami a la hípica y me gustó mucho, era super grande y tienen un montón de caballos -le explicó emocionada como lo estuvo estando allí- Y pues hemos decidido que puedo ir los sábados por la mañana a montar, mamá me va a llevar -continuó.

- ¿Mamá? -se preguntó algo extrañada, pero ya volviendo a hablar solo para su amiga mientras Emma y su hija seguían comentando sobre el tema.

- Estoy de suerte, ¿eh? -bromeó la rubia, quién veía más como un castigo tener que hacer de taxista que como una oportunidad para pasar tiempo con su hija.

- Pues fíjate, yo creo que sí lo estás -le dijo Laia dejando clara cuál era su opinión sobre aquello- ¿Y el resto qué? -se preguntó- Qué últimamente solo me hablas de la pequeña -se quejó- ¿Cómo va Sofi en tu cole? -se interesó.

- Parece que bien -respondió prudente, pues aún había pasado poco tiempo como para dar un veredicto final sobre aquella decisión- pero ya sabes cómo son los adolescentes, ella no nos quiere contar mucho, por no decir nada. Aún así se la ve feliz y contenta, y por lo que me ha contado la profesora, lo está -concluyó con una media sonrisa orgullosa de ella.

- Eso ya es mucho, y es normal que no te quiera contar nada. La mía está igual, y fíjate la edad que tiene -comentó bajando un poco la voz para que esta no la escuchase- Todas sabemos que hay que dejarles hacer su vida y todo eso, pero te entiendo perfectamente, y al menos con alguien por allí vigilándotela te puedes quedar más tranquila.

Y es que no había nadie que pudiese entender mejor a una madre qué otra madre. Ambas se sabían la teoría, y todas las recomendaciones, pero siempre se podían hacer excepciones. Al fin y al cabo, no había nada de malo en que la tutora de Sofía estuviese un poco más pendiente de ella de lo que hubiese sido habitual, y realmente hasta la misma chica lo entendía y se sentía bien con ello.

- No es ahora quién más me preocupa de toda la tropa -comentó Mimi, ya que ahora sus pensamientos los ocupaba su melliza y no ella- Aunque admito que con ella colocada allí Ana y yo nos hemos quitado un buen peso de encima.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora