Capítulo 39

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Tras validar sus billetes de avión, Cloe anduvo por la pasarela de la puerta de embarque hasta el avión algo nerviosa. Todo iba por dentro, como siempre, y nadie a su alrededor hubiera sospechado de ello a juzgar por la calma que transmitía la chica. No había un motivo concreto para estarlo, de hecho, había muchos, una mezcla extraña. El reencuentro con Lucía tras más de un mes sin verse, pisar otro país que por primera vez, subir a un avión después de tanto tiempo, y hacerlo por primera vez sola. Cloe era valiente, y todo aquello no le daba miedo, para nada, estaba nerviosa, claro que lo estaba, pero eran de esos nervios buenos, los que sientes cuando empiezas una nueva aventura llena de ilusión.

Entró una de las primeras al avión, y pronto encontró un hueco para su maleta, así que la guardó y se sentó en su sitio. Esta vez iba con tiempo, de hecho, iba con demasiado tiempo, algo insólito en ella, pues había estado más de una hora deambulando por el aeropuerto hasta que empezó el embarque. Fue entonces, cuando ya estuvo sentada, que se acordó de aquello. Mierda, pensó la chica, pues se le había pasado por completo traerse algo para distraerse durante el vuelo de idea y vuelta, ni un libro, ni su portátil para ver una peli mala, ni siquiera tenía papel y lápiz, solo su móvil con una decena de canciones descargadas. Así que mientras esperaba a que terminase el embarque, la chica se dedicó a cotillear las revistas y las hojas de información de la aerolínea.

Cuando empezó la demostración de las azafatas, los nervios de la chica que se habían ido apaciguando mientras hojeaba las revistas, recuperaron su intensidad de nuevo. Cloe había viajado en avión, de hecho, lo había hecho cuatro veces en su vida, pero solo se acordaba de la última, y de esa hacía ya más de diez años.

Fue el último año nuevo que pasaron en Tenerife, junto a sus abuelos, sus tíos y demás familiares de la isla. Por aquel entonces, ya eran cinco hermanos, aunque Emma apenas tenía medio año, y ya se les hizo muy difícil poder organizarlo todo. Y a pesar de que ambas madres tenían un muy bonito recuerdo de aquellas últimas vacaciones en la tierra de Ana, tan solo Cloe era capaz de recordar con lucidez aquel viaje.

Lo que también recordaba la chica, aunque vagamente, era la sensación que le había producido volar, en concreto el despegue. Sabía que era como una montaña rusa, algo que desde bien pequeña le había gustado. Y también recordaba como su hermano, sentado a su lado en el avión, había cerrado muy fuerte sus ojos y apretado los puños muerto de miedo mientras el avión se alzaba, y ella había disfrutado como nunca. 

Era precisamente por eso, que vaticinaba que, a pesar del tiempo que había transcurrido, esta vez tampoco le iba a dar miedo despegar, pero cuando el avión empezó a coger velocidad por la pista de despegue, se le hizo un nudo en el estómago. Por un segundo, se transportó a aquellas Navidades, fue exactamente la misma increíble, pero extraña sensación.

El vuelo se le hizo largo, pues las ganas de llegar y ver a su chica, junto al aburrimiento de solo poder escuchar las mismas canciones en bucle, no ayudaron. Pero finalmente, una hora y cuarenta y cinco minutos más tarde, a las ocho y media de la mañana, tal y como estaba programado, aterrizaron en Florencia.

Nada más tocaron tierra, Cloe trató de conectar su móvil a la red italiana, pero su torpeza con las tecnologías sumada a su nerviosísimo por estar a punto de ver a su chica, no lo lograron. Así que tras un par de intentos, decidió levantarse y salir del avión, dirección salidas, siguiendo el resto de pasajeros.

No eran ni las 9 de la mañana, pero había bastante movimiento en el aeropuerto, y lo único que deseaba la chica era poder encontrar a Lucía sin problema nada más salir. Por suerte, la organización que le faltaba a Cloe la tenía su novia, quien ya llevaba casi una hora esperando en las salidas del aeropuerto. No porque se hubiese retrasado el vuelo, sino porque ella también había ido con tiempo, por lo que pudiese pasar. En aquel momento, solo se esperaba la salida del vuelo procedente de Barcelona, así que cuando vio que empezaba a salir gente supo que eran del vuelo de su chica.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora