Capítulo 146

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- Encantada, soy Cayetana -imitó Ana a aquella mujer en un claro intento de ridiculizarla- Si es que el nombre le viene como anillo al dedo -dijo mientras recordaba molesta el encuentro con esa mujer- No te rías, no -le advirtió a la rubia- Deberías haberla visto Mimi. ¡Jacobo Vicente no sé que de los no sé cuantos! -continuó con su peculiar imitación- Por dios, pobres criaturas, ¿a quién se le ocurre ponerles esos nombres a unos niños? -se preguntó compadeciéndose de ellos, pues aún no tenía nada en contra de ellos.

- Cariño, estos son unos nombre normales en mi colegio -respondió la rubia mientras trataba de aguantarse la risa que aquella imitación le provocó- Y sí, ella también es una madre normal allí -añadió- Sé que es difícil acostumbrarse a esto, a mí todavía me sorprenden después de tantos años -admitió- pero de verdad que esa mujer solo estaba tratando de ser amable con nosotras -le aseguró rompiendo una lanza a su favor.

A ella también le resultaba una persona pesada, escandalosa y un poco falsa, pero sabía que nada de aquello era con mala intención. Cayetana formaba parte del AMPA desde hacía años, y lo cierto era que ella era una de las madres que más cosas había hecho dentro de la asociación, así que le merecía la pena seguirle la corriente para que siguiese colaborando.

- ¿Amable? -se sorprendió Ana al escuchar aquello- Le ha preguntado a Cloe si era la madre de Emma -le recordó a su mujer, quien parecía haber olvidado aquella anécdota- ¿Pero a quién se le ocurre? ¡Qué no se llevan ni diez años! -siguió indignada.

- Bueno, eso ha sido un poco feo, todo hay que decirlo -aceptó Mimi, pues ella habría sido la primera en poner el grito al cielo si alguien se equivocaba con su edad de tal forma.

- Y menos mal que he aparecido, nuestra hija capaz que le rompe los dientes a la Cayetanita esta -continuó Ana sin querer pensar en lo que hubiese podido ocurrir si no llega a intervenir.

- Ay Ana, estás tan graciosa cuando te indignas -se burló Mimi de la situación.

Era divertido ver cómo su mujer se desahogaba, sobre todo cuando la culpable de sus dolores de cabeza no era ninguna de sus hijas, y es que ciertamente, la rubia no sabía tomárselo de otra manera. Sabía que su mujer solo quería que le diesen la razón, y eran pocas las veces que Mimi no accedía a aquello.

- Pues a mí no me hace gracia, si no llega a ser por ella hubiese sido una tarde perfecta -respondió la morena aún resistiéndose a unirse a las carcajadas de su mujer.

- Ana, ha sido la tarde perfecta -la corrigió la rubia queriendo impedir que esa mujer lograse manchar ese día tan importante para ellas- Y lo de esta tía, solo será una anécdota más que contar cada vez que recordemos este día -añadió tratando de convencerla de aquello.

- Bueno, pues nada -aceptó la morena- Si tú estás feliz ya está, esto es lo importante -reflexionó en voz alta.

Y es que al fin y al cabo, a pesar de que la presencia de Cayetana le hubiese molestado, lo realmente importante era que no hubiese interferido en el discurso de Mimi, y por suerte no fue así.

- Y ya lo has visto, ¿eh? Todo el mundo ha quedado encantado contigo -la felicitó nuevamente- pero sobre todo nuestras niñas -añadió orgullosa de estas.

- ¿Tan bien se han portado? -le preguntó la rubia sorprendida- Anda que no me tendré que ausentar más a menudo para que dejen de liarla -bromeó pensando en lo listas que eran sus hijas.

No tenía ninguna duda de que las pequeñas eran conscientes de lo nerviosa que estaba Ana y que habían hecho todo lo posible para que esta estuviese contenta con ellas. Porque sí, a veces las llevaban casi al límite, como cualquier otro niño hacía con sus padres, pero era en aquellas ocasiones en las que se daba cuenta de que algo bien habrían hecho como madres.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora