Capítulo 3

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- Voy arriba -comentó Ana mientras cogía en brazos a Mimi de su cuna.

- ¿Puedo ir mami? -preguntó Inés quien estaba algo aburrida y prefería cualquier cosa antes de quedarse tirada en el sofá con su madre y sus dos hermanas.

- Tu quédate aquí -respondió la rubia impidiendo que se levantara del sofá.

- Jo, es que me aburro -se quejó la niña a la par que amenazaba con ponerse a llorar de un momento a otro, pero Ana lo ignoró y se fue escaleras arriba, ya que ese era un asunto que su mujer podía solucionar por si sola y ella tenía algo que hacer.

- ¿Qué quieres hacer? -le preguntó Mimi a la pequeña, dispuesta a jugar con ella a lo que fuese y pasar juntas un buen rato.

- Jugar a los lego -respondió la niña rápidamente, quién tenía muy claro como quería desaburrirse- tu también -añadió poniendo esa condición, porque obviamente nadie le iba a impedir jugar con sus juguetes, pero que su madre jugase con ella ya era algo un poco más complicado.

La rubia aceptó, y aunque hubiese preferido poder echarse un rato mas y descansar, no lo vio tan mal plan. A ella también le gustaba mucho jugar a eso cuando era pequeña, y de hecho le seguía gustando hacerlo acompañada de sus hijas, así que no lo dudó ni un segundo.

Por su parte, la morena se acercó hasta la habitación de su hija mayor, donde la chica estaba descansado tumbada en la cama tras almorzar. Ana era consciente de que ya no estaba enfadada con ella, porque cuando había vuelto de la playa todo estaba bien, como siempre, pero aún así le debía unas disculpas.

- ¿Cloe? -preguntó tras golpear la puerta un par de veces con sus nudillos.

- ¿Sí? -respondió la chica desde el otro lado completamente indiferente ante aquello.

- ¿Puedo pasar? -le pidió la madre tras abrir un poco la puerta del cuarto y asomarse un poco para poder ver a su hija.

- Sí -asintió Cloe, que se limitó a observar a Ana desde la cama.

Si que era cierto que ya no estaba enfadada con ella, pero tampoco tenía especial ilusión por hablar con ella, y mucho menos de lo sucedido esa misma mañana, puesto que ya estaba muy tranquila y lo último que quería era volver a alterarse.

- ¿Qué tal estás? -se interesó tras sentarse a los pies de la cama. No pidió permiso, porque sabía que aquel gesto tampoco iba a molestarla, además que seguía con su pequeña en brazos, y de esa forma estaba mucho más cómoda.

- Mejor -respondió la chica escueta y sin querer dar detalles ni hablar de lo sucedido. Eso sí, hizo un esfuerzo y se incorporó, quedando sentada al lado de la morena y aprovechó para darle unas caricias a su hermana menor, quien parecía muy contenta con ello.

- Siento haber sido tan dura contigo esta mañana -admitió Ana mientras juntaba su mano con la de su hija mayor haciéndole una pequeña caricia- No quiero que pienses que no te quiero, o que quiero más a Lucía, tu y tus hermanos es lo que más quiero en este mundo -le dijo clavando sus ojos en los suyos- Yo solo quiero lo mejor para ti, y a veces me puedo equivocar, pero también es necesario que alguien te diga las cosas claras y como son para que te des cuenta de lo que hay -concluyó.

- Supongo que sí, aunque duela eso es lo mejor, porque si no las cosas no se habrían arreglado todavía -aceptó la chica que era consciente de que, sin la ayuda de sus madres, aún seguiría subida en su egoísmo y peleada con Lucía.

- Entonces, ¿se han arreglado las cosas? ¿Está todo bien? -se preguntó Ana con una media sonrisa, aunque ya lo intuía, le alegró infinitamente que se lo afirmaran.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora