Capítulo 85

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- Pues debo admitir que les ha quedado bonito -reconoció Ana nada más salir al jardín para ver la sorpresa que les habían preparado sus hijas.

No había podido ser más improvisado, pero lo cierto era que le habían puesto mucho cariño en todo aquella. Se notaba que habían participado las cuatro, cada una haciendo lo que mejor sabía y dándole su toque personal a aquello. La pequeña mesa del jardín estaba perfectamente montada, con su mantel, sus cubiertos, sus velas y hasta unas flores, Lola las había recogido esa misma mañana en el campo y no había podido evitar regalárselas a sus madres. Parecía una cita de verdad, y probablemente estaba mucho mejor organizada que todas las citas que llevaban años acumulando, pues siempre habían sido un desastre con aquello.

- No parece ni que estemos en la casa -bromeó Mimi, aunque realmente aquel ambiente las aislaba bastante de lo que estaba sucediendo dentro- ¿Nos sentamos? -se preguntó al pensar que era un poco estúpido que siguieran de pie observando el panorama, como si todo aquello fuese ajeno a ellas.

- Ay, si es que estoy hasta nerviosa -confesó Ana en clave de humor, aunque realmente sí que lo estaba un poco, no por nada en especial, pero le hacía ilusión pasar aquel rato a solas con su mujer.

- No me extraña -le respondió la rubia mientras cogía asiento- Si es que aquí hay normas y todo -comentó cogiendo el papel que les habían dejado encima de la mesa con el título Normas para la cena de las mamás- Que cita más complicada, no sé si voy a ser capaz de salir ilesa de esta -bromeó mientras desdoblaba el papel para leerlo.

- Esta Emma... ¡Qué ocurrencias! -comentó la canaria mientras negaba con la cabeza. Podía identificar la caligrafía de todas sus hijas, y esa, sin duda alguna, era la de la morena.

- No creas, esto lo ha escrito ella porque es la que tiene la letra más bonita, pero esto es cosa de todas -adivinó la otra mientras miraba por encima aquel papel, sin leerlo, pero observando lo cuidado que estaba cada detalle.

- Dame -le pidió Ana cogiéndole el díptico de las manos.

Al fin y al cabo era una tontería, pero ella también quería verlo con detalle. No faltaba de nada, había hasta un precioso dibujo de ellas dos, y nada más verlo, la madre ya empezó a buscar en su mente cuál sería el rincón de la casa elegido para enmarcar aquello.

- Allá voy -le advirtió a Mimi antes de empezar a leer- Norma número uno, no pensar en las hijas -leyó esbozando una sonrisa.

- Pues empezamos bien -rió la rubia al escucharlo, aquello era completamente imposible, tanto para ella como para su mujer- Segundo -siguió cogiéndole el relevo a su mujer- Hay que comerse toda la cena -leyó sin poder evitar volver a reír.

- En eso sí que no hay problema -aceptó la morena la norma sin problema, pues tampoco tenía planeado dejar nada en el plato, nunca lo hacía- Tercera -continuó asumiendo que iban a leer una regla cada una- Se puede beber, pero solo un poquito -leyó quedándose muy sorprendida con aquello.

- ¡La madre que las trajo! -exclamó Mimi cogiendo el papel para corroborar que realmente habían escrito aquello y que no era una broma de su mujer- Pero ¿que les hemos enseñado a nuestras hijas? -se preguntó sin entender a que venía aquello.

- Pues no lo sé, y tampoco sé si quiero seguir leyendo -reconoció Ana a sabiendas de que aquello podría empeorar.

Aunque era gracioso, muy gracioso, y ambas rompieron a reír en aquel momento. Sus hijas no podían ser normales, porque ellas no lo eran, ni tampoco lo querían ser, porque a pesar de que a veces en aquellos momentos quisiesen desparecer, las risas que se echaban no tenían precio.

- Venga, que solo quedan dos -se animó la otra yendo a por la siguiente- Número cuatro, no se puede mirar el móvil -leyó mientras asentía, pues en aquello estaba completamente de acuerdo.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora