Capítulo 143

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- ¡Inés, no! -refunfuñó Mimi quitándole a su hermana el poni que acababa de tomar prestado de su colección.

- Jo, pero es que yo quiero jugar contigo -se quejó la morena no muy contenta con la actitud de la pequeña- ¿Este me lo dejas? -probó suerte con otro de los ponis que esta tenía cuidadosamente ordenados en el suelo.

- No los toques, son míos -le dejó claro la niña con una mirada amenazante. En ese momento, su hermana supo que si lo hacía iba a romper a llorar, y nadie quería eso.

- Mami -miró Inés a su madre con cara de no haber roto un plato.

La mayor estaba segura de que su madre no iba a lograr convencer a su hermana, pero quería que por lo menos lo intentase. En otra ocasión, Inés lo habría dejado pasar y hubiese encontrado otra forma de entretenimiento, pero no estaban en casa. La espera en la estación de tren se estaba haciendo de lo más aburrida y el único juguete que tenía a su alcance eran los ponis de su hermana.

- Mira que te he dicho que te ibas a aburrir y que cogieses un libro o algún juguete -le recordó Ana, quién había estado observando la discusión con pasividad, pues ya estaba algo cansada de tener que aguantar las discusiones de ese par, cada vez más frecuentes.

- Ya -reconoció Inés algo musita, pues realmente se arrepentía de no haberle hecho caso a su madre. Con aquello su objetivo no era darle pena a su madre, era consciente de que debía asumir las consecuencias de no haberse traído nada hasta la estación, pero lo cierto fue que Ana no pudo resistirse a aquellos ojos tristes.

- Mimi, cariño, ¿no le quieres dejar un poni a tu hermana? -le preguntó a la pequeña, sin obligarla, pues eran suyos, pero dándole otra oportunidad para que se lo pensase mejor. Aun así, esta no tardó ni un segundo en mover su cabecita de lado a lado, dejándole claro que no iba a ceder- ¿Segura? -insistió la morena- Si es que tienes treinta, hija -trató de hacerle ver sin comprender muy bien el porqué no se los dejaba, pues solo estaba jugando con uno de ellos.

Aquel comentario desconcertó a la menor, quien miró extrañada a los ponis, para luego mirar a su madre y finalmente volver a los ponis. Sin pensarlo, se puso a contar en voz bajita su pequeña colección, y cuando terminó, empezó de nuevo, queriendo comprobar que no se había equivocado.

- Mami, tengo ocho ponis -le dijo la niña a Ana mirándola extrañada, pues realmente pensaba que su madre no sabía contar.

- ¿Ves? Y eso nos pasa por enseñarle a contar -comentó mirando a Inés, ya dejándole claro que no iba a poder hacer nada más para que pudiese jugar con los ponis.

- Jo, yo solo quería ser su profe, quería que aprendiese todos los números y el abecedario antes de que empezase el cole -respondió la mayor, quién llevaba semanas jugando a ser la maestra de su hermana menor y enseñándole un montón de cosas, pues Mimi aprendía muy rápido- ¿Sabes? Cuando se porta bien es muy buena alumna -añadió orgullosa- ¿De mayor puedo ser profe? -se preguntó cuándo de repente aquella idea apareció en su cabeza.

- ¿Quieres ser profe? -se sorprendió Ana, era la primera vez que la escuchaba decir eso, y aunque sabía que era normal que los niños cambiasen de opinión con frecuencia, le pareció cuanto menos curioso viniendo de Inés.

- Sí, quiero ser profe -asintió decidida. No se lo había planteado nunca, pero de repente le pareció la mejor idea del mundo- Como mamá -añadió aún más emocionada.

- Cómo mamá -asintió la morena siguiéndole el rollo, aunque tampoco se la estaba tomando muy en serio- Claro que puedes hija, si es lo que tú quieres cuando seas mayor podrás ser profe -le dejó claro, pues ella no se iba a interponer en aquello- ¿Y ya no te gusta cantar? -le recordó.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora