Capítulo 95

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- ¡Qué bien huele! -comentó Naira acercándose hasta el horno para ver cómo iba lo que estaba cocinando su madre.

A modo de regalo para su última noche en casa, Mimi le había prometido a su hija que le haría para cenar el plato que ella eligiese, y así había sido. Aunque lo pareciese, esa no había sido una decisión fácil para Naira, pues sabía lo mucho que echaría de menos los platos caseros de la rubia y ese día le apetecían todos y cada uno de ellos. Aún así, tuvo que elegir uno entre tantos, y finalmente se había decantado por unos macarrones con queso.

- Mira que pinta tienen -se los enseñó la madre abriendo un poco la puerta del horno para que lo pudiese ver bien- Creo que me han quedado mejor que nunca -añadió orgullosa de ello. Y no era para menos, se había pasado toda la tarde cocinando.

- Siempre están buenos -respondió Naira elogiando a la rubia y a sus comidas- ¿Cuánto les quedan? -preguntó ya un tanto impaciente para empezar a degustar el plato.

- Cinco minutos -le dijo tras mirar el reloj de la cocina y calcular el tiempo que faltaba- Veo que tienes hambre, ¿no? -rió mientras le acariciaba el hombro cariñosamente.

- Cuando estoy nerviosa tengo hambre -reconoció para poca sorpresa de su madre.

Era obvio que ante un viaje tan importante como el que tenía al día siguiente estuviese nerviosa, de hecho, lo raro hubiese sido no estarlo. Y por supuesto que Mimi también lo estaba, y comprendía perfectamente las ganas de pegarse un atracón que tenía su hija, pues ella era exactamente igual.

- Eso lo has heredado de mí -le dijo la rubia orgullosa de aquello, como si fuese algo muy bueno- En cambio a mami se le quita el hambre por completo -le explicó, como si aún no lo supiese.

- Como a Sofi -rió cómplice de su madre.

No era ninguna novedad el hecho de que su hermana tuviese muchísimos más puntos en común con Mimi que ella, aún así le gustaba seguir encontrado cosas en lo que sí se parecía a ella. Aunque a veces su madre la podía poner de los nervios, como en cualquier relación madre-hija, Naira la adoraba y le gustaba poder parecerse un poco a ella también.

- ¿Ya están hablando de mí? -interrumpió Ana, que justo entraba en la cocina y pudo escuchar la conversación que tenían su mujer y su hija.

- Ya ves, es que no podemos vivir sin ti -se burló la rubia del comentario mientras le guiñaba un ojo a su esposa.

- Pues nos va a tocar sobrevivir, ¿no? -comentó la mujer con una media sonrisa mirando a su hija.

Sabía que no tenía ningún sentido darle más vueltas al tema y realmente quería que aquella noche quedase como un recuerdo bonito que guardar durante los siguientes meses, pero le era inevitable pensar en ello. Las tres presentes lo tenían en mente, como era obvio, pero Ana había sido la única que se había atrevido a externalizar aquello hasta ese momento.

- Mami, tampoco me voy a la guerra, ¿eh? -respondió Naira queriéndole quitar hierro al asunto, aunque más que para su madre, lo hacía para sí misma. Sabía que esa noche terminaría llorando, pero creía que aún era pronto para ello- Además, que nos podemos llamar casi todos los días y os he prometido que por muy bien que me lo esté pasando lo haré -les recordó.

- Pero no es lo mismo, y lo sabes -dijo la morena dándole un abrazo. Llevaba días haciéndolo a todas horas, algunas veces incluso hasta un poco en contra de la voluntad de la chica, pero sentía que debía hacerlo en todo momento- Te prometo que hasta esto vas a echar de menos -añadió mientras le llenaba la cara de besos, algo que su hija odiaba con todas sus fuerzas.

- ¡Qué me dejas sorda! -exclamó riendo mientras trataba de apartarse- No sé porque me tienes que dar besos en la oreja -se quejó un poco molesta.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora