Capítulo 66

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Mimi corrió por el pasillo de urgencias hasta dar con la consulta que le habían indicado en recepción. En aquel momento poco le importaba que las pocas personas que había por los pasillos la vieran correr desesperada y con las lágrimas brotando de sus ojos, pues necesitaba dar con su pequeña y asegurarse de que todo iba a estar bien. No tardó nada en plantarse en frente de la consulta indicada, y sin dudarlo ni un segundo, abrió la puerta y corrió hasta su hija.

- ¡Naira, por dios! -exclamó la madre dándole un abrazo a la chica, quien estaba sentada en una camilla mientras una enfermera le curaba la herida que la había traído hasta allí.

- Perdone -interrumpió la enfermera, a quien no le hizo falta preguntarle quien era ni que hacía allí, pues era evidente que se trataba de su madre- Su hija está bien, puede estar tranquila -trató de calmarla, pues realmente estaba muy alterada- pero debo terminar de ponerle los puntos -añadió pidiéndole amablemente que no interfiriera en su trabajo.

- Perdón -se disculpó la rubia avergonzada al darse cuenta del espectáculo que acababa de montar.

Para la enfermera era una reacción normal, no era la primera vez que le ocurría algo así, ni iba a ser la última. Lo entendía perfectamente, y por eso trataba de hablar con tanto tacto a los padres, pues sabía que no había nada peor que la incertidumbre ante el estado de salud de un hijo.

- No pasa nada, y no hace falta que te apartes, puedes estar con tu hija -le dijo al ver que se retiraba para ver aquello de lejos y sin molestar- Mira, ponte en esa esquina y dale la mano -le indicó señalando el hueco que había entre la camilla y la pared- que aunque no te estés quejando esto te tiene que estar doliendo una barbaridad -añadió mirando la chica, que estaba soportando aquello de forma heroica.

- Un poco -respondió tratando de no dar mucha pena, aunque después de varios puntos ya le estaba costando aguantarse. Aún así, y a pesar de la dureza que trataba de transmitir, no dudó ni un segundo y extendió su mano para agarrarse a su madre.

- Se ha dado un buen golpe -comentó la enfermera con la madre tratando de explicarle que le habían hecho durante su ausencia mientras seguía con los puntos- Tiene una herida bastante grande y aparatosa, pero lo bueno es que no es profunda -le explicó- Se la he desinfectado y ahora ya estamos terminando con los puntos. Serán ocho -comentó mientras se disponía a darle el último.

- Eso es mucho, ¿no? -dijo mientras miraba con algo de asco la herida.

Mimi no era demasiado aprensiva con aquellas cosas, pero lo cierto es que ver toda aquella hilera de puntos le dolió hasta ella. Podría considerarse un milagro, pero ninguno de sus hijos había necesitado un mísero punto a lo largo de su vida, así que todo aquello le impresionó.

- Son bastantes -admitió la mujer- pero no serán más de dos semanas con los puntos, se va a recuperar de esta muy rápido -le aseguró cuando terminaba de dar el último punto.

- Muchas gracias por todo -le agradeció la madre al darse cuenta que ya estaba preparando las gasas para taparle la herida- ¿Tiene que tomarse algo? ¿Hacer reposo? -se preguntó dudando sobre la gravedad de aquello.

- No tiene que tomarse nada, tiene las vacunas al día, así que no hace falta hacer nada más, pero si le duele puede tomarse cualquier analgésico -le explicó mientras tapaba la herida de la chica- Y puede hacer vida normal, pero con cabeza. No hagas nada que pueda implicar otra caída, ni andes mucho, así que nada de patinar ni deportes hasta que esto estés curada -le dijo directamente a Naira para que le quedase bien claro.

Mimi no necesitó ver la cara de su hija para saber la decepción que le había provocado tal noticia. Estaba claro que le habían quitado lo que más le gustaba, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ponerse a llorar desconsoladamente por aquello. Dos semanas no eran nada, pero para ella eran un mundo.

Once | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora